jueves, 30 de septiembre de 2010

Adolescencias

Mis capacidades son limitadas. Las de cualquiera. Nada nuevo bajo el sol. Hablo de esto porque no he sido capaz, a últimas fechas, de salirme de la espiral de sentimientos que mis nuevas realidades generan, mantienen y acrecentan cada día, y enfocarme en otros asuntos. Los que sean.
El caso es que mis hijos, mi adolescente y mi puberto, me ponen a prueba en todos sentidos en todo momento. El descubrimiento de que nada de lo que sobre esta etapa haya imaginado mientras eran sólo un par de niños pequeños se acerca ni remotamente a lo que hoy me cubre y me revuelca como avalancha, me vuelve a cubrir y me vuelve a revolcar. Son muchos los miedos, demasiados los gritos de mi propia etapa adolescente que debo callar constantemente para no permitir que mis frustraciones tomen las riendas de la madre que soy ni empañen la que deseo llegar a ser dentro de un lustro o dos o tres. En eso se me va el ochenta por ciento de mis energías. El veinte restante se diluye entre el resto de mis responsabilidades. Entiendo que no debe ser así y empiezo a buscar salidas para los sueños inconclusos, para los kilómetros que me esperan, para los ríos de tinta que guardan las palabras que algún día lograré disponer en orden sobre una hoja de papel. Entiendo, también, que no debo dejar de trabajar en mi yo adolescente, que debo buscarme, quererme, perdonarme y aceptarme, dejar de sentirme víctima y mirarme en el espejo nuevo de los recuerdos de mis recién reencontrados compañeros de preparatoria (sobre esto vendré a escribir pronto); en resumen: sanar. Nada que no tenga puedo entregarle a mis hijos, nada que no sea.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Tiempo: ¿Amigo o enemigo?

¡Cielos! Hoy más que nunca antes me pesa el paso del tiempo.

Desde que recuerdo he tenido que dejar que muchas horas de mis días se pierdan en el vacío del tráfico citadino.

Cuando niña porque asistía a escuela rural, cuando mayor porque mi escuela y después mi trabajo quedaban al otro extremo de la ciudad. El caso es que siempre he tenido que madrugar para vida de llegar a tiempo a todos lados.

Antes no me pesaba porque alcanzaba a echarme un sueñito en el medio de transporte y la hora cuarenta y cinco minutos que pasaba en él me daba para eso y más.

Leía, escuchaba música y soñaba... buena manera de pasar los trayectos.

Hoy no es así porque, aunque tengo la enorme bendición de tener coche propio, el tráfico de esta ciudad se ha vuelto tan complicado que pesar de que las distancias no son tan grandes, pasas horas cambiando el pie del freno al acelerador y viceversa.

Seguramente los choques, los atropellados, los carros quedados, las marchas y todo lo que obstaculiza la fluidez del tráfico son cosas de toda la vida, pero ahora que estoy en otra posición los he resentido mucho más, al punto de querer tirar la toalla y dejar que el mundo siga girando con sus millones de coches que van a toda prisa y que no tienen consideración por los demás.

Hoy me voy a poner en mi papel de "drama queen" y me sentaré a llorar por los eventos a los que he llegado tarde y por los que me he perdido por las muchas horas que he pasado sin remedio en mi coche, donde ya ni siquiera puedo invertirlas en un buen libro o en otra cosa productiva porque me arriesgo a tener un accidente.

Así son las circunstancias y así vivimos muchos mexicanos en las ciudades más grandes del país. Salir con una hora y media o dos de anticipación ya no te garantiza que llegarás a tiempo y pareciera que aquello va a la alza.

Ni modo... peor sería tener que tomar tres o cuatro medios de transporte cargando hijos, pañaleras, mochilas, portafolios, loncheras y paraguas.

Peor sería, no tener un trabajo al cual llegar (aunque sea tarde)...

Y bueno, dicen que no hay mal que por bien no venga... y todas mis horas perdidas en el tráfico no se comparan con el bienestar mío y de mi familia en aquello que llamamos hogar.

Tengo fe en que algún día el tiempo y yo volveremos a ser amigos...

Hoy hay que avenirse a lo que se tiene y ser agradecidos porque se tiene.

jueves, 16 de septiembre de 2010

México lindo y querido

Personalmente me esperaría al 27 de septiembre del 2021 para celebrar el Bicentenario de la Independencia de México, pero dicen que todo viaje comienza por el primer paso y se supone que anoche, hace doscientos años los mexicanos lo dimos.

Y aquí estamos, doscientos años después gritando: "¡Viva México!", "¡Vivan los héroes que nos dieron patria y libertad!". Y después ¿Qué?

A seguir la vida, supongo. A vivir a todo pulmón en este México lindo y querido que ha estado rodeado por intereses individuales que nos han llevado a la desunión y a la falta de consideración para con el próximo.

Celebro que haya vuelto a nuestras escuelas la clase de "Civismo", esa que no debió desaparecer nunca porque gracias a ella aprendemos a verdaderamente amar a nuestra patria, dando lo mejor de nosotros mismos y anteponiendo los intereses de la comunidad por encima de los personales; esa clase donde aprendimos a ser respetuosos de las autoridades porque son autoridades para darnos una estructura civilizada en la cual podamos desenvolvernos mejor y podamos desarrollar nuestro potencial.

Veo con tristeza que después de doscientos años, los mexicanos no hemos aprendido a luchar por lo que verdaderamente representa un bien para todos; que preferimos la comodidad inmediata aunque no sea duradera, por encima de cualquier sacrificio que nos lleve a un verdadero crecimiento.

Y es una pena que siendo un país tan grande y con tantas ventajas que no se dan en otras partes del mundo, estemos luchando por salir de aquí a cualquier costo porque la calidad de vida puede ser tan miserable como lo era para aquellos que iniciaron el movimiento independentista o para aquellos que iniciaron la revolución.

Se que es complicado para los mexicanos que sí deseamos de corazón que este sea un país donde todos tengamos oportunidades de crecimiento y de trabajo honesto y bien remunerado, porque es nadar contra la corriente, es encontrarnos con muchos mexicanos flojos, aprovechados y trinqueteros que hacen lo que se les da la gana con tal de llevar al pie de la letra la ley del mínimo esfuerzo.

Y no, no estoy en contra de buscar formas que nos den más por menos, eso se llama optimizar recursos y creo que es muy positivo en todos los sentidos, en lo que estoy en total desacuerdo es cuando esa ley del mínimo esfuerzo sirve para pisotear los derechos de otros compatriotas que se parten el alma para darle de comer a su familia y una calidad de vida más o menos decente.

¿Hasta cuándo vamos a darnos cuenta de que el bien común es directamente proporcional a nuestro bien personal?

Recordemos lo que Ramón López Velarde escribió con mucho tino en su poema "Suave Patria": "la Patria es impecable y diamantina". Somos nosotros con nuestro proceder, los que la manchamos y la tiramos al suelo a rodar como si fuera un pedazo de carbón que no vale nada.

Quiero pensar que es cierto que el eterno destino de México, por el dedo de Dios se escribió, y que no es sólo una frase conmovedora dentro de las estrofas de un Himno Nacional que cantamos con mucho orgullo el día que un compatriota gana algo en algún evento internacional o cuando es 16 de septiembre, 20 de noviembre o 5 de mayo.

Porque si es cierto que el destino de México ha sido escrito por Dios mismo, entonces podremos guardar esperanzas de que algún día, esos soldados que en cada hijo el cielo le dio, se levantarán para luchar por su patria con sus mejores armas: la buena voluntad, el trabajo para todos, la honestidad y la rectitud.

Y ojalá que no pasen otros doscientos años para verlo...

¡Que viva México! Y sus mexicanos también...


miércoles, 8 de septiembre de 2010

Ocho de Septiembre


La maternidad me llegó por vez primera hace once años, un día como hoy.


Me tomó por sorpresa porque se suponía que mi hijo llegaría hasta noviembre y como en muchas otras ocasiones, no estaba preparada para que eso sucediera.


La noche de anoche de hace once años, mi hijo comenzó a tener sufrimiento fetal, indicativo inequívoco de que mi embarazo definitivamente tendría que ver el fin en ese momento. Cobarde como soy para el dolor, hice de tripas corazón y me aguanté los horrores de una cesárea para la cual tampoco estaba preparada.


Recuerdo que cuando niña pensaba en el momento en que sería mamá, pero aquello era tan lejano que nunca me preparé realmente para la llegada de una experiencia de ese tamaño.


No sufrí para cuidar a mi hijo porque tuve muuuchos años de entrenamiento con mis muñecos. Incluso mi mamá me dio un bebé que mi papá le había regalado cuando yo nací. Era un güerito de ojos azules que atrás tenía una perilla para darle cuerda. Él heredó mis pañales de tela y alguna otra ropa que yo guardaba en una maleta vieja que mi mamá me había dado para jugar.


Pero ser mamá no es saber cuidar bebés... esa es la parte más sencilla de todo el asunto. Lo complicado viene el día que tienes que moldearlos y hacer de ellos, personas de bien.


Con mi hijo mayor cometí muchos errores (como muchos los cometen con sus primogénitos), porque no fui capaz de hacer un lazo entre su inocencia infantil y la adultez que he vivido desde que tengo algo así como once años.


Hoy, esa etapa se ha terminado y no hay marcha atrás. Hoy empieza la etapa de la pre adolescencia, esa donde mi marido dice que seré una extraordinaria madre porque finalmente mi hijo y yo, nos podremos entender.


Ojalá que así sea...


¡FELIZ CUMPLEAÑOS HIJO MIO!


Con amor: Tu mamá.

martes, 7 de septiembre de 2010

Sawyer y su Chuleta =D

Bueno, ya que el presente ciclo escolar me ha dado dos días a la semana para no hacer otra cosa que escribir por una hora y media, aprovecharé que me he podido colgar de un modem de por ahí para contarles de mi novio Sawyer.


Sawyer fue mi personaje favorito de Lost y aunque su físico influyó fuertemente en mi enamoramiento, más influyó lo que Josh Holloway hizo con él.


Puede que por principio de cuentas te caiga gordo porque es un "mamón" de lo peor, un cínico, desvergonzado que no respeta nada ni a nadie, que a todo el mundo llama por apodos y que cuando no está leyendo, está molestando a otros.

Si yo hubiera estado con él en la isla, seguramente no me habría caído bien pero la verdad de las cosas es que estando fuera del alcance de sus majaderías, hasta simpático me parece que trate a todo el mundo con semejante dosis de sarcasmo. Después de todo, siempre fue acertado en sus observaciones para con los demás.

Conforme el tiempo pasó, más me gustó porque comprendí la razón de su proceder y no pude evitar aceptarlo con el paquete completo de su pasado, ese que lo hizo un sinvergüenza es verdad, pero que no pudo borrar su lado tierno a pesar de lo grande de su dolor.

Otra de las cosas que más amaba de James era esa lealtad a toda prueba. Sí, parecía que estaba sólo para salvar su propio pellejo pero a final de cuentas, fue de los más leales de entre todos los que llegaron a la isla en aquél memorable vuelo del Oceanic 815.

Que se hubiera enamorado de la condenada pecas del mal de Kate, fue algo que para nada me gustó... pero bueno, no hay hombres perfectos en este mundo así que se lo pasé, resignándome a que la mensa esa, sería la ganona (como tooodas, como siempre). Si el requisito para heroína es ser mensa, prefiero mil veces no serlo jamás.

Pero qué bueno que finalmente Kate decidiera quedarse con Jack y dejar a mi Sawyercito disponible para su Julieta porque eso sí me agradó bastante.


Y es que Juliet Burke (Elizabeth Mitchell) fue también uno de los personajes femeninos más interesantes de la serie. Podría destacarla junto con Sun Kwon porque lejos de ser las tarugas que por estar enamoradas hacen babosada y media, fueron mujeres muy firmes y bien definidas en su modo de proceder y en sus convicciones.

Recuerdo lo grato que fue empezar a ver los lazos que se tendieron entre estos dos, cuando ella estaba en la playa desconsolada porque no pudo irse a casa con su hermana como era su deseo, y en eso llega James nadando porque tampoco pudo irse en el barco que supuestamente los vino a rescatar.


Y bueno, me pregunto si se hubieran enamorado de haberse podido ir en el submarino después de que quedaron atrapados en 1974, pero creo que fue fenomenal que aunque fuese por tres años, este par haya encontrado un poco de felicidad en medio de su tragedia personal.

Siendo franca diré que por mucho tiempo tuve mis dudas de que Sawyer realmente la amara porque los escritores manejaron tan bien la historia en ese aspecto, que siempre el proceder de James te dejaba pensando que más que amor por Juliet, lo que sentía era el peso de su soledad al haberla perdido.


Pero bueno, creo que por el momento aquí lo dejaré porque entre gritos y balonazos, como que no me concentro muy bien.


Lo que sí diré antes de irme es que una cosa recuerdo con mucha emoción del capítulo final de la serie y es cuando Juliet le dice a James: "Kiss me, James!" y él responde: "You got it, Blondie!"


Y si se preguntan por qué la entrada se llama "Sawyer y su chuleta", es porque Julieta eventualmente derivó en "Chuleta"... que por acá en mi tierra, quiere decir "bonita".