domingo, 24 de abril de 2011

En el regreso

Todos los regresos tienen cosas maravillosas; la riqueza de una nueva experiencia, el amor compatido con quienes viviste el viaje y claro está, la renovación interior que sólo puede dar la humanidad que carga con todas sus imperfecciones pero que está siempre decidida a buscar la perfección.

Hoy, aunque físicamente muy cansada, estoy convencida de que este viaje en particular, ha sido una de las experiencias más maravillosas que he podido vivir.

En este viaje he conocido que aunque la humanidad puede manifestar miles de imperfecciones, su esencia es perfecta porque viene de quien la creo.

También descubrí que hay mucho más por amar y anhelar de lo que mis ojos ven, lo que mis oídos escuchan y mis manos sienten.

Todavía me pesa el mundo... pero sé que estoy en camino a dejarlo ir para que así yo pueda partir de él, cuando sea mi hora.

"Descendí a los campos debajo de la tierra, al encuentro de las personas del pasado, pero levantaste mi vida del foso, Señor, mi Dios."
Jesus of Nazareth - Franco Zefirelli

lunes, 11 de abril de 2011

Miedo

Dicen por ahí que duele crecer. Personalmente puedo dar fe de ello porque mi proceso de niña a adulta fue bastante oscuro y complejo, con largas rachas de soledad, desconsuelo, desamor e incertidumbre. Felizmente a fin de cuentas sobreviví y he logrado comprender que puedo hacer mucho ahora mismo para sanar aquellas heridas que sigan abiertas.

Pero la cosa se pone más fea cuando lo que duele no es el crecimiento propio sino el de los hijos. ¡Ah cabrón! Ese cuesta más caro, implica otras cosas (entre ellas precisamente esas heridas abiertas en tu propio crecimiento y que tanto cuesta que dejen de supurar), entran a jugar los demonios del miedo, de la propia comodidad, del egoísmo, de la culpa, de las carencias y cientos de factores que se cuelan en la ecuación para volverla indecifrable a momentos. Considero al miedo como la variable a despejar, porque te puede paralizar si lo dejas; y es que los hijos son tu máximo logro, tu mayor orgullo, tu sonrisa más franca, tu más grande amor, pero también tu mayor debilidad, el eslabón más frágil entre tu felicidad y tu tragedia.

En aras del miedo, los padres cometemos muchas tonterías. Cortamos alas, cerramos caminos, anclamos barcos. Cada día lucho contra el mío, trato de encerrarlo, de mantenerlo a raya, lejos de mis hijos y su inevitable y pronta salida a un mundo que se pudre por minuto. Me aterran los peligros, la gente mala, los crímenes, los secuestros, lo que escuchamos cada noche en los noticieros; pero al mismo tiempo los quiero libres, dueños de sí mismos, viviendo sus propios sueños, cantando su propia canción... bailando. Entiendo que desde fuera puede parecer fácil. Es más, podría perecer que ni siquiera hay disyuntiva. La libertad debe imperar ante todo. El problema es cuando el que está adentro es habitáculo del miedo, cuando lo ha sido siempre. Eso lo complica todo.

Dicen que nadie te enseña a ser padre. Yo creo que sí hay quien y son ellos mismos. Si no fuera por ellos hoy no estaría yo aquí y allá y más allá, anteayer y ayer y hoy y mañana, intentando superar mis miedos para levantarles el ancla, desplegar sus velas y decirles adiós agitando mi mano con una sonrisa desde el muelle.

viernes, 1 de abril de 2011

Buscando un mejor sentimiento

Creo que desde siempre, pero especialmente desde la partida de mi mamá, he vivido en una montaña rusa de emociones positivas y negativas. A veces paso buen rato montada en las positivas, pero por lo general las negativas son las que más tiempo duran en mi sistema haciendo que mi vida se vea miserable, más que dichosa.

Es normal vivir los bajones, son parte de la vida como lo son las alegrías, pero creo que por su influencia negativa, no deberíamos permitirles que se queden tanto tiempo con nosotros y mucho menos que disminuyan nuestra capacidad de vibrar en positivo y de dar lo mejor de nosotros mismos en lugar de lo peor.

A mí, como seguramente a muchos, me molesta la gente que "hace mal las cosas" o que hacen cosas sin importarle si pasa por encima de los que le rodean. Los noto a cada paso que doy y me amargan la vida. ¿Y algún día se van a acabar los desconsiderados?

Supongamos que sí, pero digamos que tal vez mis ojos no lo lleguen a ver. ¿Y si mis ojos no lo alcanzan a ver, tendré que vivir amargada de por vida? ¡Eso es sólo si yo lo quiero!

Hoy he decidido que no voy a darle más importancia que la que tienen a esas cositas que por juzgona veo con malos ojos. No todo el mundo obra mala leche por ser mala leche. Simplemente actuamos de un modo porque vemos la oportunidad y la tomamos para vida de alcanzar lo que queremos en el momento. Si es o no considerado para con los demás es algo que no tenemos en primer plano aunque sería bueno que así fuera.


Por eso antes de enojarme con los desconsiderados, buscaré un mejor sentimiento, uno que me permita seguir siendo feliz a pesar de que en el mundo haya cosas con las que no comulgue. Que la satisfacción de hacer las cosas bien aunque tenga la oportunidad de pasar por encima de quien sea o sin consideraciones para con los demás, siga siendo lo más importante para mí.

¡Ahí hay un mejor sentimiento y no fue difícil encontrarlo!

Creo que la constante búsqueda en la vida es algo que lejos de desanimarnos (por pensar que nunca encontraremos el ideal), debería ser divertido. Después de todo, ¿tienes otra cosa mejor qué hacer?

Como dice mi novio Roger Waters en su rola Breath: "Run, rabbit run, dig that hole forget the sun. And when at last the work is done, don't sit down it's time to dig another one."

Que la vida sea un cúmulo de cosas hechas y no de tiempo desperdiciado.

Nos vemos en la próxima.