lunes, 27 de febrero de 2012

Seguir corriendo

Corrí por tantos años
en tantos lugares distintos.
En el bosque.
En la playa.
En el río.
En las calles y avenidas.
En surcos de maizales.
Corrí por tantos sueños sin alcanzar alguno,
sin saber siquiera que soñaba,
sin saber siquiera qué soñaba.
Corrí perseguida por mí misma
con el miedo colgando siempre de mis piernas,
a contratiempo del tiempo,
a contraflujo del viento,
tocando mi rostro con los dedos ciegos.
Corrí en las penumbras de las soledades,
en las humedades de los humedales,
entre laberintos
sin más guía que la de mis pasos
rotos.
Corrí.
Corro.
Sigo corriendo.
Seguiré...
pero hoy es distinto.
Hoy es sólo un pasatiempo
el tiempo.

martes, 7 de febrero de 2012

Para bien o para mal

Cuánto sufrimiento nos ahorraríamos si naciéramos sabiendo que cada persona es la única responsable de sí misma, si dejáramos de pretender saber lo que conviene al otro, lo que necesita, lo que es "mejor para él". Sin embargo no es así. La vida es la que te va enseñando, la que te va acomodando las ideas por el camino mediante métodos poco ortodoxos y, a veces, hasta salvajes. Aun así, la mayoría nos resistimos. Algunos vamos comprendiendo, otros no lo logran jamás y se mueren con la suya. No es sencillo. Me ha tomado casi cuarenta años entenderlo, pero, para variar, mis hijos entraron al quite y en plena adolescencia me enseñan minuto a minuto que no puedo ser la dueña de sus ideas y sueños y temores y metas, que tengo la obligación de respetarlos, de aceptarlos con el paquete completo y complejo que traen dentro, de guardar para mí misma lo que creo que es "lo mejor para alguien". Y es que hay tantas concepciones de "mejor" como personas en el planeta. ¿Cómo podríamos ser el oráculo que otorga sabiduría infinita y, con justicica salomónica, muestra a cada quien ese camino que "se debe seguir"? Imposible. Así que, con todo el trabajo que trae consigo esa decisión de respetar conductas o decisiones que no entiendo ni comparto, hoy asumo mi papel de espectadora, me bajo del púlpito y de la palestra, dejo de ser juez y me vuelvo parte. Porque cada uno de nosotros tiene la obligación de asumir su propia vida, para bien o para mal.

viernes, 3 de febrero de 2012

Debo decirlo

Debo decirlo. Te extraño. Me revienta la necesidad de saberme parte de ti, de tu vida. Me dueles, inevitable realidad. Me punza como daga en el vientre la inconsolable disparidad de tiempos y espacios, los que fueron por su existencia, los que no, por su inmaterialización. Es cíclico y alterno, en las instancias internas, las de mis sueños, y en las de afuera, las del mundo, las que se rigen por leyes newtonianas; y a la vez constante, perenne, interminable. Te extraño. Debo decirlo. Debo gritarlo en silencio, en mi bolsa de pan de estraza.