Vuelvo la mirada hacia atrás, hacia el camino andado. Poco más de un año ha pasado desde que abrí los ojos y me hice consciente de mi propia existencia, de mi sitio en el mundo, de lo que puedo y no cambiar, de los costales de culpa que he cargado desde que di el primer paso de mi andar por esta vida que, a pesar de contar con treinta y ocho años en su haber, comienza apenas a ser mía.
Vuelvo los ojos y miro, los cadáveres de mi ceguera, los restos de mi me-considero-tan-poquita-cosa, la sombre de mi no-digo-lo-que-siento-y-pienso. Miro a mi yo-niña bastante recuperada, "mejorcita" como diría mi abuela materna; sonríe un poco y no puedo hacer menos que devolverle la sonrisa. Miro a mi yo-adolescente y por primera vez no es dolor y vergüenza lo que me acomete, se siente bien ese hálito de auto aprecio que le sale de los ojos, esa nueva mirada que se dirige a sí misma en el espejo que sostiene con su mano derecha. Varias de sus heridas han cerrado, ahora sí, de forma definitiva; otras siguen en proceso, pero ese proceso ha dejado de ser doloroso. Los amores truncos ya no duelen, ni los amigos que no quisieron quedarse.
No puedo hablar de una existencia de pura luz. Quedan sombras. Muchas. Quedan miedos y dolores y reproches y cientos de pequeños mounstros que seguirán al acecho, pero la vida también se compone de eso, y trato de enfrentarlos, he dejado de darles la vuelta. Supongo que es lo que seguiré haciedo cada uno de los días que me quedan. No puedo presumir de un optimismo a ultranza ni de falta de días nublandos. No puedo decir que no hay días en los que grito PORCA MISERIA más de la cuenta. No puedo decir que he aprendido a poner la otra mejilla. Pero sigo en el intento de encontrarme, de soltar lo que me duele, de procurarme una vida en la que la constante sean mis propias decisiones y el asumir las consecuencias, buenas o malas. Sigo en el intento de ejercer ese poder recién descubierto de decidir cómo quiero que me afecte lo que sucede afuera. Sigo aprendiendo.
Vuelvo los ojos de nuevo a mis pasos, hoy venturosamente más confiados.
1 comentario:
¡Muy buena reflexión amiga querida!
Gracias por compartir lo que te late en el alma, con lo positivo y con lo que no lo es por alguna razón, pero que no por ello no vale la pena traerlo. Después de todo, es parte de la vida.
Te mando un abrazote apapachador.
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