viernes, 26 de noviembre de 2010

Manejando Emociones


Creo que una de las cosas que más trabajo nos cuesta manejar a las mujeres son las emociones.



Esta semana he vivido en un torbellino de ellas y aunque esto es algo de la vida cotidiana, creo que estoy aprendiendo a no dejar que las emociones dominen mi razón.



Ha sido de lo más complicado pero ahí la llevo.



No sé si envidiar al sexo masculino porque su naturaleza les permite tener un mejor manejo de sus emociones, pero como he visto mujeres que lo han logrado, no pierdo la esperanza de contarme algún día entre ellas.



Creo que debo empezar por no envidiarlos... ¿verdad?



¡Bonito día y fin de semana!

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Encrucijadas

La vida es un camino lleno de bifurcaciones y por lo tanto, lleno de decisiones por tomar.

A veces la elección del camino es acertada, a veces no lo es tanto. En ocasiones rodeas un poco pero terminas llegando al mismo lugar que otra ruta más directa te hubiera llevado, pero no siempre es posible ver con antelación la diferencia así que te resignas a que lo importante es que llegaste, aunque sea un poco tarde.

Ya en muchas ocasiones me he visto en la encrucijada de lo que se debe hacer y no, por los que se ama. ¿Cuál es la manera más efectiva para ayudar a quien sufre?

El caso es que la vida ya me ha enseñado que aunque uno mucho lo quiera, no es nuestro papel hacer lo que creemos que debemos hacer para ayudar a los demás.

¿Dar un consejo? ¿Una palabra de aliento? ¿Compartir tiempo?

Hoy una amiga me trajo una herramienta con la cual tal vez pueda ayudar a dos personas muy importantes en mi vida y que hoy sufren sus errores del pasado. Pero lo que me sugiere confronta mi creencia y mi fe en Dios.

¿Será que este hombre (René) está en el mundo como instrumento de Dios para hacer el bien?

¿Quién puede saberlo?

Seguiré meditando hasta decidir el camino que habré de tomar.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Correr y desnudarse

Empecé a correr hace poco menos de dos años. No es que haya logrado mucho en cuanto a distancias pero el correr, hoy por hoy, cinco kilómetros tres veces por semana me hace sentir, más allá de los innumerables beneficios físicos, algo así como poderosa.

A lo largo de mis años he sido básicamente sedentaria, salvo breves y esporádicos períodos en los que he estado inscrita en algún gym; pero desde que una mañana de sábado sentí la libertad estrellarse en mi cara mientras corría, no he vuelto a ser la misma. Mis piernas han adelgazado, mi estrés ha disminuído, mi cintura mide menos, mi mente se ha liberado, los problemas parecen más pequeños, el bikini me viene bien en la playa, mis pulmones se han saneado un poco y cada vez le cuesta más al tabaco convencerlos de aceptar más de dos cigarrillos, los leggins y los jeans entubados forman parte de mis atuendos diarios, me siento capaz de nuevas metas, empiezo a preocuparme más por mi alimentación, me gusta mucho más lo que veo cuando miro al espejo, mi desnudez ya no me asusta.

Como dice Anabell en la entrada previa, como te ven te tratan; pero un poco más allá de eso, creo que como te ves te sientes y te tratas tú misma; el trato de los demás es entonces consecuencia de lo que proyectas, de esa seguridad que te da salir de casa por la mañana y caminar por la calle sintiéndote una reina, guapa, segura. Es entonces cuando los demás empiezan a voltear, a mirarte e incluso a propinarte algún piropo. El círculo virtuoso se abre y los resultados positivos se van desgranando a lo largo del día en el resto de los momentos de interacción social y en cada uno de tus encuentros con el espejo.

Ayer noche vi en la tele un programa de la BBC que se llama "How to look good naked". La finalidad de cada episodio es hacer que la protagonista en turno aprenda a aceptar y a amar su cuerpo de tal forma que al término del mismo se permita fotografiarse desnuda y caminar por una pasarela en ropa íntima. La fulanita de anoche era una inglesa rubia simplona, pasada de peso, desaliñada y con un pésimo sentido de la moda, una mujer que odiaba su cuerpo al extremo de no atreverse a mirar su reflejo desnuda. Me impactó el proceso por el que la fueron llevando para que se diera cuenta gradualmente de que ni sus bubbs eran tan enormes como ella pensaba ni su cuerpo tan repulsivo como se había acostumbrado a creer, y todo sin hacerla bajar un gramo de su peso. La aceptación llegó finalmente y se atrevió a posar frente a la cámara sin nada más que un peinado glamoroso y un maquillaje divinamente profesional. El resultado fueron las fotos espectaculares de una mujer que se siente hermosa y lo proyecta. No hubo cirugías ni lipos ni implantes ni nada, todo el trabajo fue a nivel mental y emocional.

Cuando el programa terminó me quedé pensando en mí, en todo eso que he detestado de mi cuerpo a lo largo de los años, y en cómo el correr me ha ido cambiando sistemáticamente esos rencores, en cómo ha ido transformándolos en orgullo por mí y en una reconciliación con mis chaparreras (por cierto, cada vez más pequeñas). La conclusión es una súbita comprensión de que el resto está en mi mente.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Como te ven, te tratan

Nunca me ha gustado darle más importancia a la apariencia de las personas que a cualquier otra característica de su personalidad. Por alguna razón siempre he estado muy consciente de que el aspecto exterior, por muy bonito que pueda ser a los ojos, con el paso del tiempo se marchita sin remedio (aun en aquellos que desafían al paso del tiempo con cirugías y tratamientos de diversos tipos).

Hace muchos años mi esposo tuvo un desafortunado accidente donde perdió el ojo izquierdo. Cuando yo lo conocí no usaba prótesis y aunque su aspecto llamaba la atención a primera vista, los lentes que siempre ha usado terminaban por desviarla la mayor parte del tiempo.

Después del accidente, el doctor que lo atendió le dijo que tenía que ponerse de inmediato una prótesis porque su aspecto era monstruoso. Él, como buen adolescente de 14 años se indignó ante semejante comentario y le dijo que ese aspecto no sería impedimento para que él siguiera con su vida y lograra todo lo que se le diera la gana.

Años más tarde decidió que era momento de hacer algo por él y su apariencia. Se preguntó si aquel aspecto no sería factor para no alcanzar algunos propósitos (sobre todo profesionales) y llegó a la conclusión de que como te ven, te tratan.

"¿Que pensarías de un cuate que trae su carro chocado por mucho tiempo?" Me decía. "Da la impresión de que no le importa, de que es descuidado o desidioso."

Y advertí que tenía razón y que el aspecto exterior cuenta mucho para el mundo porque es la puerta de entrada a todo lo demás.

Después de que nacieron mis hijos me quedé con diez kilos de más que no hice nada por bajar. El comentario de toda la gente que por alguna razón veía mis fotos de antes de que nacieran mis hijos era el mismo: "¡Ay, qué delgadita que eras!"

Hace poco más de dos años me hicieron una histerectomía y un año más tarde me encontré con otros quince kilos de sobre peso, producto quizá de un desbalance hormonal, o tal vez porque en lugar de limitarme con la comida, comí y comí de más.

Con tantos kilos de más me sentía muy mal física y emocionalmente, así que me determiné a bajarlos antes de que se me desatara una diabetes o algún otro mal relacionado con el sobre peso.

Me costó mucho trabajo pero al cabo de ocho meses ya había perdido veinte de los veinticinco kilos que traía de más y el cambio fue bastante notorio. Al principio me sentí muy bien porque todo el esfuerzo y sacrificio que había implicado cambiar de hábitos alimenticios pagaron su precio con los comentarios de la gente que me decía que me veía muy bien, así que no me detuve hasta bajar los otros cinco kilos que todavía me sobraban.

Noté también que el trato de la gente para conmigo cambió a partir de que me vieron sin toda esa bola de kilos que traía encima y aunque por un lado fue halagador, por otro fue decepcionante porque es triste ver que algo que se va a acabar eventualmente, tenga más peso que lo que nunca envejece.

Los que me conocieron gorda y que entonces no me hablaban, hoy me hablan y quieren pasar tiempo conmigo, me buscan y me invitan a sus eventos.

Y bueno, nada en este mundo pasa sin dejarte algo por aprender. Si bien es cierto que la apariencia no debe pesar más que otras características de las personas, tampoco debe relegarse a último plano por el simple hecho de que algún día se acabará.

Es como el portón de entrada a un jardín que reverdecerá todos los años. Si no lo pintas, le arreglas las farolas que iluminan el camino y le barres las hojas secas que el otoño dejó, nadie se acercará para admirar lo que tiene dentro.

Pues sí, como te ven te tratan y está en ti cómo quieres que te vean y por lo tanto, cómo quieras que te traten.

martes, 9 de noviembre de 2010

Gracias a la vida

La chilena Violeta Parra tuvo a bien componer esta maravilla de canción hace cuarenta y tantos años, varios antes de que yo naciera. Hoy se la quiero pedir prestada porque siento la obligación de agradecer este día en que llego a los 37.
Siempre me ha gustado mucho la totalidad de su letra, tan humanista, tan idealista, tan amorosa; pero lo que más me mueve es la manera en que va del individualismo en las primeras líneas de cada estrofa a la mención y presencia constante del hombre a quien ama, en la última. Pasa del yo al tú de una manera sutil pero encerrando en esa transición el tributo a esa persona que siempre está, el agradecimiento, el amor absoluto, el gusto, la devoción.
Hay muchísimo por lo que podría agradecer, pero hoy quiero hacerlo especialmente por el hombre que camina la vida a mi lado; porque él es el origen de mucho de lo agradecible de mi vida; porque está siempre, porque me acompaña y me cuida y me mima y me calienta los pies en las noches de frío, porque no necesito más que su sonrisa para sonreír, porque nunca más seré nómada mientras me abrace, porque conoce mis cicatrices y las acepta, porque su amor es el perfecto contrapeso de mi perenne egoísmo, porque siempre me saca de las peores pesadillas en el momento oportuno.
Gracias a la vida que me ha dado tanto en un solo hombre, en un sólo amor.
Y gracias también a los que han leído y han contenido la risilla irónica que provoca lo cursi. Quienes me conocen saben que lo soy irremediablemente, sólo que hoy me di permiso de un poco más. Es lo menos que merezco en mi cumpleaños ¿no? ;)

miércoles, 3 de noviembre de 2010

El horror de mis cumpleaños

Ok. Sí. Tengo que admitirlo. ¡Odio que llegue mi cumpleaños! Y no tiene nada que ver el asunto de la edad, esa es otra historia. El punto es que siempre que se acerca la fecha en la que sumo un año más a mi existencia, me topo de frente con el inevitable tren de mi falta de pertenencia, de mis raíces no echadas en ningún lado, de la inexistencia de un motivo para celebrar en aquellos a quienes amo y, se supone, me aman; de un festejo sincero que nunca llega... ni llegará.
Los amigos que están lejos, jamás han venido ni vendrán. Los amigos que están cerca no tienen con quien dejar a sus hijos pequeños. Los familiares asisten siempre al festejo del tío Rubén (con el que estoy peleada a madres, por cierto) que cumple tres días antes que yo y siempre apaña el fin de semana más próximo. Así que todo siempre se resume a una comida equis en un restaurante equis. Supongo que es suficiente para un ente también equis.