lunes, 20 de junio de 2011

Rencores

Soy rencorosa. Desde niña. Cuando alguien me duele genero rencor como método defensivo. Mal hecho. Sé que mi querida Bethyna me jalaría las orejas (lo ha hecho antes, ella toda bondad y entrega a Dios y al prójimo, y con la suficiente autoridad moral ante mis ojos como para aplicarme una penitencia realmente severa), que mi tocaya me diría que trate de ver la big picture y analizar los motivos del otro para haberme lastimado, que mi abuela Lupita insistiría en que deje de ser soberbia, que mi mamá me pediría con el corazón en la mano que piense primero en la armonía familiar y que deje a un lado mis propios sentimientos. Sé muchas cosas más. Y no es que haga oídos sordos a lo que mi gente querida me pide o me sugiere o me aconseja por mi propio bien, es simplemente que esta caracterísitica oscura de mi personalidad ha permanecido demasiado tiempo conmigo como para que me la pueda sacar de encima. No es que me niegue a intentarlo, es que lo he trabajado antes con mucho ahínco y nulos resultados, además de que hay una relación directamente proporcional entre el aprecio que le tengo a mi agresor y el tamaño de mi rencor, o sea que entre más ame a quien me lastima más difícil se me vuelve después olvidar el daño. Probado y comprobado. Así las cosas, en este momento traigo un par de dolores-rencores bastante grandes hechos bola en las tripas y eso no es lindo.

jueves, 16 de junio de 2011

Extrañar

Extrañar no es como el canto de los pájaros ni el color de las flores, menos como la mañana fresca y clara de la vacación rural que tanto amo. Extrañar no es como la sombra de un árbol de mango ni el sabor de una caña recién cortada, mucho menos como el aroma del romero o una tarde de elotada. Extrañar, como diría mi hija, no está padre. Duele. Cala. Extrañar es una ausencia constante y creciente, un nudo en todo el pecho, no sólo en la garganta. Extrañar es un vacío denso, un hoyo negro.

miércoles, 15 de junio de 2011

Meditar

Durante muchos años pensé que la meditación era exclusiva para aquellos que se separan del mundo, después de todo, para meditar tienes que aquietar la mente y eso no es posible en un mundo en movimiento constante y a veces muuuuy ruidoso.

Personalmente disfruto mucho mis tiempos de soledad, pero porque los lleno de las cosas que me gustan, y escucharme a mí misma no era algo que me gustara así que por eso lo evitaba.

Hace un par de semanas estaba tan agobiada y tan necesitada de paz, que no prendí mi ipod de camino al trabajo, ni para escuchar música, ni para escuchar los podcast, conferencias o audiolibros que tengo a mi disposición.

Pensé que me desesperaría y terminaría por prender la radio (de la cual por cierto, siempre me quejo porque según mis preferencias, tiene baja calidad) pero no fue así.

Platiqué, no conmigo misma pero sí con Dios y el resultado fue maravilloso porque a partir de ese día, todo ha fluido maravillosamente.

Durante ese tiempo que me conecté con mi Fuente, no me pesó el tráfico, no me fijé si se me metieron indebidamente o si tuve que poner el pie en el freno y en el clutch ochenta veces.

No sentí el paso de los cincuenta minutos que me llevó llegar a mi trabajo y cuando me senté en mi escritorio, tuve la claridad y la calma para hacer todo aquello que era necesario que hiciera sin sentir el agobio porque era demasiado o porque el tiempo no me alcanzaría para todo.

Descubrí que estar sola conmigo misma es una oportunidad maravillosa para escuchar la voz de Dios.

Con el paso de los días, platicando con una amiga me comentó que para meditar no hacía falta más que un minuto y que la manera más efectiva de alcanzar el estado necesario para que la meditación diera el resultado que se espera, es que te concentres en tu respiración.

Como todo lo que he necesitado para vivir bajo el esquema de las cosas que quiero implementar en mi día a día me llega sin esfuerzos ni sufrimientos, dos amigas me compartieron el video que ahora yo se los comparto (con la única intención de que lo tomen si creen que les sirve y les ayudará sobre todo en esos momentos críticos de la vida y que tanto trabajo nos cuesta lidiar); y que también pueden encontrar en www.onemomentmeditation.com junto con otros temas interesantes sobre el control del estrés, la ansiedad y cosas que nos sacan de una vida balanceada y plena.

Hoy es un buen día para meditar... y mañana también.

martes, 14 de junio de 2011

lunes, 13 de junio de 2011

Los modelos a seguir

Desde hace muchos años que admiro a las personas que durante algún tiempo se les llamó "discapacitados". Estoy de acuerdo en que esta palabra no es la que los describe porque el hecho de que les falte alguno o todos los miembros, que no vean, que no escuchen o hablen, que tengan alguna enfermedad invalidante o que complica la vida diaria, eso no los convierte en discapacitados.

Llamarlos "personas con capacidades diferentes" tampoco creo que sea la mejor manera de describirlos porque todos tenemos capacidades diferentes, incluídos los que tenemos todo en su lugar y funcionando.

"Personas con capacidades especiales", es otro término que he escuchado pero igual que el anterior, todos podemos entrar en esa categoría porque nuestras capacidades pueden catalogarse dentro de marcos muy especiales.

Yo los llamaría "súper dotados". Ciertamente en esta vida hay de todo, pero muchas de las personas que por cualquier circunstancia tienen que enfrentar el día a día con más obstáculos que los demás, son dignas de admiración y eso los hace especialmente dotados.

Pensando un poco en mi buena fortuna (porque no padezco enfermedades mentales, y estoy completa. Todos mis miembros funcionan como es debido y también los órganos que me permiten comunicarme y percibir el mundo en todos sus niveles), me he dado a la tarea de comprometerme conmigo misma a explotar todas mis capacidades (potenciales y actuales), para tener una vida plena y feliz.

A continuación les voy a compartir un video de Nick Vujicic, joven australiano que nació sin extremidades, sólo tiene un pequeño pie. A los 10 años intentó suicidarse, pero entonces entendió que podía lamentarse por lo que no tenía o dar gracias por lo que sí tiene y aprender a ser feliz. Optó por la segunda opción y ahora viaja al rededor del mundo con un sólo mensaje: "Vale la pena vivir".

¡Es maravilloso poder elegir!

Este video lo tomé de la página:
http://www.yoinfluyo.com/index.php?option=com_hwdvideoshare&task=viewvideo&Itemid=228&video_id=627

Por si están interesados en conocer esta y otras historias.

sábado, 11 de junio de 2011

Contrastes

Hace ya varias semanas, mi hijo menor me preguntó: “¿Qué prefieres mamá, el día o la noche? Aunque mi primer impulso fue decir que prefiero el día, me detuve un segundo y medité la respuesta llegando a la siguiente conclusión:

“En realidad no tengo un preferido” - le contesté – “El día me encanta porque adoro la brillantez del sol y el ser capaz de ver esos maravillosos cielos que a veces son azules, a veces son grises y a veces son contrastantes con lo que tienen de fondo (nubes, sol y tal vez algunos rayos). De día puedo ver con facilidad muchas cosas, aprecio la belleza de lo que me rodea porque lo percibo en todas sus dimensiones. Me gusta el verdor de los árboles, el volar de pajarillos y el caminar de la gente que me rodea. Adoro darme cuenta de que no estoy sola en el mundo, pero también me gusta la noche porque tiene su encanto.” –continué- “La noche puede ser el alivio a un día caluroso. Así como me gusta ver el cielo azul con todos los contrastes que pueda tener, me gusta ver la bóveda llena de estrellas que me dicen que hay muchas más cosas en el universo de las que tengo enfrente. También disfruto de los animalitos nocturnos y sus ruiditos arrulladores. Adoro la luz pero también adoro la obscuridad. Me gusta la forma en la que la luz se refleja en la luna, y aunque no tienes la potente luz del sol, hay noches en que no estás en tinieblas absolutas. Por lo tanto, no tengo una preferencia por alguno. Ambos tienen cosas que adoro y cosas que pudieran no gustarme, pero aprecio el valor que tienen y lo que le aportan al mundo, en la forma en que fueron diseñadas.”

Todo este verbo mareador que le di a mi hijo de ocho años fue el principio de la hebra que me llevó a responderme la pregunta: ¿Por qué soy tan infeliz?

Hace poco tiempo me di cuenta de que pasaba gran parte de mi vida enfocada en todas las cosas que me desagradan y obviaba las que me agradan porque sentía que eran muy pocas como para que valiera la pena sentirse feliz por ellas.

Hice una recapitulación de lo que ha sido mi vida y confirmé una vez más que mi vida ha sido privilegiada. Tuve un padre y una madre durante mi infancia, adolescencia y primera juventud, que hicieron conmigo lo que buenamente supieron hacer. Me dieron la educación que yo quise y en los lugares que yo elegí. Mis relaciones sentimentales siempre han sido muy positivas; el chico que fuera mi novio por casi una década era (en el marco del tiempo en el que hablo) extraordinario: honesto, comprensivo, cariñoso, respetuoso, positivo, trabajador y con muchos deseos de crecer y dar lo mejor de él mismo al mundo. Después de que aquella relación terminara, pasé a tener una relación mucho más completa con un hombre igualmente extraordinario que además de tener las cualidades que ya mencioné, me dio la seguridad y la confianza que necesitaba para dar uno de los pasos más importantes de mi vida: formar mi propia familia. Una semana después de que terminara mi carrera en sistemas, conseguí mi primer trabajo; desde entonces, allá por el año 1995, nunca he dejado de trabajar. Cuando me convertí en mamá, se me presentó la oportunidad de trabajar medio tiempo, cosa que se alineaba perfectamente con mi ideal de vida porque de este modo, yo podría contribuir a la economía de mi hogar, desarrollar y aplicar mis potencialidades en el campo de acción de los sistemas y al mismo tiempo tendría la oportunidad de hacerme cargo de mis hijos en formas que otras mujeres no siempre pueden hacer aunque quieran.

Yo no conocí la violencia intrafamiliar, pero sé que existe porque mis padres sí la vivieron. Afortunadamente ellos dieron un paso al frente y decidieron que era mejor romper los patrones de violencia y cambiarlos por educación sin agresión.

Yo no conozco el hambre. En mi casa siempre ha habido algo que comer. Puede ser que en tiempos difíciles (que económicamente sí los he tenido), la comida no sea tan glamorosa o variada, pero a final de cuentas ha servido para nutrirme y eso me basta.

Puede ser que no tenga la casa soñada, pero vivo mucho mejor de lo que viví cuando era niña (que aun así no era malo). De niña viví en un barrio humilde, es verdad pero mi casa siempre estuvo limpia y llena de detalles que mi mamá se encargó de poner. Hoy mi casa está en un lugar abierto donde puedo contemplar el cielo, donde puedo andar en bicicleta o correr, donde mis hijos pueden hacer todo eso y prácticamente lo que quieran sin que estén tan expuestos a peligros como tráfico pesado. Está relativamente lejos de nuestras actividades laborales, escolares y sociales, pero es nuestra casa; un elemento que nos permitirá en el futuro tener otra casa más adecuada a nuestras necesidades, sin tener que sacrificar tantas cosas o sin tener que sufrir tanto para conseguirla.

Tal vez no conozca Nueva York, Paris, Tokio, Venecia o muchas ciudades (bellísimas) fuera de los límites de mi país, pero he viajado y he conocido lugares bellísimos y de los cuales guardo maravillosos y valiosos recuerdos. Amo mi Guadalajara, la ciudad que me ha dado todo lo que tengo, de la que me siento muy orgullosa y la que tiene tantas maravillas y bellezas que ofrecerle al mundo, a quienes la visitan y a quienes tenemos el privilegio de vivir en ella. Guadalajara tiene el privilegio de estar ubicada en la proximidad de Chapala, el lago más grande de nuestro México querido, cosa que además de darle un clima envidiable, hace que gocemos una vegetación maravillosa y variada; el clima es muy bueno, aunque haga mucho calor, no hace tanto como en otros lugares; tenemos la lluvia una parte del año, pero tenemos muchos días de soles maravillosos. No hace tanto frío como en otros lugares y su ubicación te permite estar en muy corto tiempo en lugares como: la playa, la sierra, o las ciudades más bellas e importantes de nuestro país, entre otras cosas.

Mis hijos son: maravillosos, sanos, de buenos sentimientos, inteligentes, cariñosos, divertidos, nobles, entusiastas, comprometidos, creativos. En realidad nunca han sido fuente de problemas, más allá de los normales que se generan por la propia educación y formación del carácter. Aquí uno como papá hace lo mejor que puede con lo que tiene pero aun así mete la pata.

Mi familia extendida ha sido muy respetuosa de mi espacio familiar, han sido cariñosos, protectores, impulsores y un apoyo maravilloso en tiempos de necesidad.

Mi trabajo es maravilloso, mis compañeros de trabajo son geniales y tanto de ellos como de mis jefes y de las situaciones que enfrento día a día, he aprendido miles de cosas que me han permitido ser mejor persona de lo que antes fui.

Tengo la enorme fortuna de contar con el cariño, el apoyo, el respeto y la confianza de cientos de personas (sí, cientos y no es una exageración). Me da mucha alegría decir que tengo muchos muy buenos amigos que con sus peculiaridades y siendo como son, me han dado lo mejor de sí mismos.

Después de revisar todo esto que les cuento me pregunté con profundo dolor y con un nudo en el estómago: ¿Por qué no soy feliz si tengo tanto en la vida?

Porque me quejo de que tengo que pasar muchas horas en el tráfico para ir a cualquier parte, porque a donde quiera que voy me encuentro con quejas, problemas, demandas (de tiempo y de acciones) y cientos de otras cosas que no me gustan pero que son parte de la vida.

En medio de la angustia que me provocó estar sumergida en esta maraña de sentimientos y realidades golpeadoras, se hizo la luz y la claridad me permitió ver con nuevos ojos las cosas que me rodean.

Así como antes mencioné que adoro el día porque la luz me deja ver en todas sus dimensiones aquello que me rodea, así, adoro la luz que me permite ver que: el tráfico, los conflictos en las relaciones y cualquier otra cosa que no me agrade es simplemente eso: cosas que están fuera de mi preferencia y que yo les doy una carga (a veces positiva y a veces negativa) dándoles un peso que suele ser más un lastre que una ayuda, un impulso para seguir adelante o un momento que me permita reflexionar en lo que he hecho de mi vida y partir de ahí a lo que quiero lograr o alcanzar.

Los contrastes son necesarios para tomar una decisión. Quien no conoce la injusticia, no puede ver la necesidad de aplicar la justicia. Quien no conoce el hambre, difícilmente verá la importancia de que haya alimentos para quienes necesitan ser alimentados.

Lo maravilloso de todo esto es que no necesariamente tienes que vivir la experiencia para aprender el valor de lo que sucede en el mundo. Pero para aquello que no puedes aprender de este modo, están las experiencias que como se salen de tu marco de confort o preferencia, las calificamos de malas.

Hoy no remo contra la corriente. Permito que las cosas pasen y me doy la libertad de elegir si esas cosas me harán un bien o no. Muchos dirían que el elegir debería ir en función de tener sólo lo que quieres y de alejar lo que no quieres, pero descubrí que este modo de elección termina por desgastarte porque las cosas siguen pasando y tienen que pasar. Todo en el mundo es movimiento.

Elegir la forma en la que me afecta lo que los demás hacen, dicen o deciden, me permite tener el control de mis sentimientos. Si lo que espero es elegir que los demás hagan o dejen de hacer las cosas para que yo me sienta bien, me toparé con pared porque moldear el mundo a nuestro gusto es un imposible.

Partiendo de las premisas anteriores, y con la ayuda de amigos que me proporcionaron materiales increíbles que me iluminaron y orientaron, cambié la forma en la que veo las cosas y eso bastó para darme cuenta que en realidad SÍ soy una persona muy feliz y puedo sentirlo.

Todo lo que necesito para vivir bajo este esquema se me está dando y aquello que alguna vez llamé problemas, se han disuelto a la luz de lo que puedo hacer para darles solución, en lugar de quejarme de los terribles efectos que tienen en mi vida.

Hoy es un buen día para apreciar los contrastes… y mañana también.

jueves, 9 de junio de 2011

El Café de los Cuentistas

La Cuidad de México tiene el estigma de inhabitable, de caótica, de sucia, de estresante, de insegura. Adjetivos todos ciertos pero tristemente no exclusivos de esta ciudad, todos cada vez más aplicables al resto de las ciudades de este pobrecito país al que se está llevando la chingada.
El caso es que vivir en esta ciudad tiene su lado muy oscuro pero también otro que vale la pena poner en perspectiva a la hora de evaluar la experiencia de ser su habitante, uno que hace que valga la pena aguantar vara, como dicen en mi pueblo.
Me gusta escribir. Seguramente no lo hago de manera virtuosa o especialmente artística, pero me gusta contar y, por ende, que me cuenten; me entusiasma la idea de saber quién está detrás de las letras, cómo son físicamente los responsables de generar las historias que leo, saber en qué se inspiran, cómo, cuándo.
El primer martes de cada mes se lleva a cabo El Café de los Cuentistas en el Péndulo de la colonia Roma. A las 7:30 comienza la experiencia de escuchar de viva voz de sus creadores una serie de cuentos, o bien un cuento algo más largo, para después iniciar una sesión de participación por parte del público en la que puedes preguntar lo que quieras. Me resulta enriquecedor ver de frente a cada escritor, observar la simplicidad que los acompaña; no parecen diferentes a los que estamos sentados de este lado del foro, no tienen una cabeza descomunal en la que sea evidente que generan millones de ideas más que nosotros, o un rostro de infinita belleza que sea el reflejo de lo que son capaces de regalarle a las letras y palabras acomodadas de tal o cual manera. De niña creía que quien era capaz de escribir un libro seguramente sería una persona excepcionalmente inteligente, fuera de cualquier parámetro conocido por mí en aquel entorno rural en el que el único libro que existía en las casas era la Biblia. Imaginaba a Louise May Alcott, a Edmundo De Amicis, a Antoine de Saint-Exupéry como seres mágicos, poseedores de talento y conocimiento absoluto, y sentía una envidia que trataba de esconder hasta de mis mismos pensamientos, envidia por la absoluta certeza de que yo jamás sería capaz de semejante hazaña.
Haber tenido la oportunidad de mirar de cerca a Ana García Bergua, a Rafael Pérez Gay, a Paola Tinoco y a Alberto Chimal, me ha hecho sacudirme esas creencias infantiles que de alguna manera habían permanecido en mi memoria actualizándose con cada autor nuevo que he leído hasta la fecha, para ceder su lugar a una humanización del escritor ante mis ojos. La conclusión obligada es: si en apariencia son tan comunes como yo, seguro que dentro sucede algo similar; así que tal vez, si me esfuerzo, algún día yo también podría...
Una experiencia que dificilmente viviendo fuera de este caos llamado Ciudad de México, podría haber tenido la fortuna de vivir.

lunes, 6 de junio de 2011

Un día como hoy...

Un día como hoy hace 63 años, nació Ana Bertha. Durante muchos de esos años hizo grandes cosas, entre las cuales se destacó como: buena esposa, gran mamá, dedicada maestra de primaria, maestra de dibujo técnico, comprometida homeópata y amorosa abuela. Todo lo que hizo lo llevó a cabo con maestría y con la única intención de servir a su prójimo con amor.
 
Hace casi seis meses que partió de este mundo, pero todo lo que ella tocó lo transformó y  se quedó como prueba del amor que Dios tiene por sus hijos.
 
¡Te amo mamá!
 
¡Gracias por haber venido a vivir esta experiencia! =D
 
6 de junio de 2011
Día de San Norberto.
Aniversario del Día D.