lunes, 17 de septiembre de 2012

Recorriendo otras habitaciones

Pocas cosas he permitido que tengan gran impacto en mi vida y por lo tanto, poco permito que se conviertan en algo trascendente. Acabo de aprender que eso ha sido así porque desde muy temprana edad aprendí a vivir en la habitación de mi mente, mucho más que en la de mi cuerpo y que en la del corazón (visto como el representante de los sentimientos).

Y es que tuve muchos maestros de los que aprendí que la razón siempre debe estar por encima del sentimiento porque si no, no eres capaz de equilibrar tu vida y todo en torno tuyo se convierte en un drama que no tiene necesidad de ser vivido. En esta vida primero lo práctico y lo funcional.

Yo compré todos estos argumentos porque tenían sentido, y aún lo tienen. Era mejor echarle coco que corazón, a un sin fin de situaciones y de relaciones.

Vivir en la mente ha sido maravilloso porque he aprendido muchas cosas, pero como decía el buen San Pablo: "Sin amor,  no soy nada". He vivido meditando lo que sólo se puede sentir, no razonar.

Hoy empiezo un glorioso recorrido entre las diferentes habitaciones de mi yo. Atravesaré el miedo a encontrar hojas secas, polvo, desorden, poca luz y colores tristes; admiraré la belleza de aquello que me encuentre y miraré con aprecio todo lo que lo compone. Después de todo, estas cosas son parte del vivir.

Un abrazo con aprecio.

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