He vuelto de mi viaje y al leer mi entrada anterior me sorprende lo paranoica que puedo llegar a ser a veces. Fui y vine y ni el mundo se acabó ni la catástrofe financiera se nos echó encima ni ningún avión se cayó, y sí conocí un chorro de pueblos medievales hermosos, volví a Roma una vez más y a Venecia después de veintidós años, me atiborré de prosciutto, mozzarela, parmeggiana, biscoti, vin santo, limoncello, piadinas, café, latte makiato, tartuffo, crostinis, focaccias, cocoli, risoto, bisteca y un largo etcétera de delicias culinarias que sólo de acordarme me dan ganas de tomar un avión de regreso; conocí un poco más de cerca, y con una alta dosis de verdad, la realidad cotidiana de los florentinos, y descansé por tres semanas de los dos millones de broncas que me atacan cada día.
Aún no estoy lista para el recuento de las anécdotas, o tal vez sólo sea que soy floja y no encuentro cómo demonios resumir en unos cuántos párrafos una avalancha semejante de experiencias; lo más probable es que se las cuente a mis amigas por teléfono o si hay la ocasión de tomar un cafe (¡americano gracias a Dios!). Ya veremos. Lo importante por ahora es que estoy de regreso, sana, salva y feliz.
1 comentario:
Ay amiga, qué bueno es tenerte de regreso!!!! Te extrañé un buen.
¡Bienvenida!
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