Empecé a correr hace poco menos de dos años. No es que haya logrado mucho en cuanto a distancias pero el correr, hoy por hoy, cinco kilómetros tres veces por semana me hace sentir, más allá de los innumerables beneficios físicos, algo así como poderosa.
A lo largo de mis años he sido básicamente sedentaria, salvo breves y esporádicos períodos en los que he estado inscrita en algún gym; pero desde que una mañana de sábado sentí la libertad estrellarse en mi cara mientras corría, no he vuelto a ser la misma. Mis piernas han adelgazado, mi estrés ha disminuído, mi cintura mide menos, mi mente se ha liberado, los problemas parecen más pequeños, el bikini me viene bien en la playa, mis pulmones se han saneado un poco y cada vez le cuesta más al tabaco convencerlos de aceptar más de dos cigarrillos, los leggins y los jeans entubados forman parte de mis atuendos diarios, me siento capaz de nuevas metas, empiezo a preocuparme más por mi alimentación, me gusta mucho más lo que veo cuando miro al espejo, mi desnudez ya no me asusta.
Como dice Anabell en la entrada previa, como te ven te tratan; pero un poco más allá de eso, creo que como te ves te sientes y te tratas tú misma; el trato de los demás es entonces consecuencia de lo que proyectas, de esa seguridad que te da salir de casa por la mañana y caminar por la calle sintiéndote una reina, guapa, segura. Es entonces cuando los demás empiezan a voltear, a mirarte e incluso a propinarte algún piropo. El círculo virtuoso se abre y los resultados positivos se van desgranando a lo largo del día en el resto de los momentos de interacción social y en cada uno de tus encuentros con el espejo.
Ayer noche vi en la tele un programa de la BBC que se llama "How to look good naked". La finalidad de cada episodio es hacer que la protagonista en turno aprenda a aceptar y a amar su cuerpo de tal forma que al término del mismo se permita fotografiarse desnuda y caminar por una pasarela en ropa íntima. La fulanita de anoche era una inglesa rubia simplona, pasada de peso, desaliñada y con un pésimo sentido de la moda, una mujer que odiaba su cuerpo al extremo de no atreverse a mirar su reflejo desnuda. Me impactó el proceso por el que la fueron llevando para que se diera cuenta gradualmente de que ni sus bubbs eran tan enormes como ella pensaba ni su cuerpo tan repulsivo como se había acostumbrado a creer, y todo sin hacerla bajar un gramo de su peso. La aceptación llegó finalmente y se atrevió a posar frente a la cámara sin nada más que un peinado glamoroso y un maquillaje divinamente profesional. El resultado fueron las fotos espectaculares de una mujer que se siente hermosa y lo proyecta. No hubo cirugías ni lipos ni implantes ni nada, todo el trabajo fue a nivel mental y emocional.
Cuando el programa terminó me quedé pensando en mí, en todo eso que he detestado de mi cuerpo a lo largo de los años, y en cómo el correr me ha ido cambiando sistemáticamente esos rencores, en cómo ha ido transformándolos en orgullo por mí y en una reconciliación con mis chaparreras (por cierto, cada vez más pequeñas). La conclusión es una súbita comprensión de que el resto está en mi mente.