viernes, 3 de agosto de 2012

La edad del aprecio...

Dicen que los terribles dos desaparecen en el minuto en el que el niño cumple tres y creo que es muy cierto. Al menos a mí me tocó vivirlo con mis hijos, aunque debo decir que en realidad no fueron tan terribles porque los dos siempre han sido muy tranquilos y en general de buen carácter.
Yo acabo de cumplir cuarenta y aunque el cambio no se dio de un día para otro, sí puedo decir que he entrado a la edad del aprecio.

Aprecio mi vida porque ha sido privilegiada. Nací en una buena familia y fui educada por dos buenas personas que hicieron todo cuanto estuvo en sus manos por hacerme una persona de bien.  No conocí el hambre y tampoco viví el miedo de no tener un techo que me cobijara.  Si bien, para una niña o jovencita nunca es suficiente, puedo decir que en realidad nada me faltó. Mis padres me quisieron y siempre me trataron con amor y sobre todo con respeto.

Tuve con ellos muchas diferencias, no lo niego, pero agradezco que mi temor de la infancia de quedarme sin padres nunca se hiciera realidad.

Aceptar la transición de mi madre no fue fácil y puedo decir sin temor a equivocarme que ésa fue una de las épocas más difíciles y dolorosas de mi vida, pero aquí estoy, entendiendo que esto es parte de la vida, que eventualmente todos iremos por el mismo camino y que tal vez todavía tenga que vivir la transición de mi padre y la de otros seres amados.

¿Por qué considero mis cuarenta la edad del aprecio?

Porque aunque pasé mis treinta sintiéndome afortunada por tener la vida que tenía, me queda claro que no supe que apreciarme a mí misma, era parte importante del proceso y que eso era lo que me faltaba para sentirme realmente plena.

Crecí con la creencia de que por ser hija única, en mi naturaleza estaba intrínseco el gen egoísta y que eso me hacía, si no una mala persona, una no muy buena, una no muy digna del aire que respira.

Hace diez años aprendí a apreciar mi vida con todas sus altas y sus bajas y hoy también aprecio las decisiones, benéficas o perjudiciales, que he tomado a lo largo del camino, entendiendo que he hecho lo mejor que he podido y con la mejor de las intenciones, porque aunque a veces sienta muchas ganas de hacerle daño a alguien por alguna razón, nunca en la vida me he atrevido a pasar del sentimiento momentáneo o no tan momentáneo, a la acción de hacer daño. Hoy me acepto como soy y estoy en el proceso de no competir con nadie en ningún sentido. Estoy soltando la necesidad de tener la razón y me estoy moviendo en función de lo que quiero, de lo que creo que es correcto para mí y no en función de si a los demás les gustará o no, si me apreciarán o no, o si me aprobarán o no. Antes de ver el punto negro en la hoja blanca, ahora agradezco la blancura del lienzo donde puedo pintar con los colores que yo quiera y aprecio que el punto negro exista porque seguramente a partir de ahí, trazaré una línea que me ayudará a complementar mi obra de arte. No soy mejor ni peor que otros, simplemente soy diferente y está bien que así sea. Camino por el sendero en donde antes de criticar por qué el paisaje es como es, primero pienso que debe tener una buena razón, aunque no me guste.  En pocas palabras, le he dado rienda suelta a mi gen egoísta y no me siento ni mal ni culpable por ello porque he entendido que para dar lo mejor de mí, primero tiene que pasar todo lo anterior.

No puedo decir que ahora todo lo veo con ojos que nada más miran las bendiciones a mi alrededor, pero sí puedo seguir diciendo que me siento afortunada de llegar a los años que tengo, con la experiencia y sobre todo con los principios y valores que supe traerme de casa de mis papás.

Tengo cuarenta años y creo que ya voy entendiendo de qué se trata mi vida y la importancia que tiene estar en el aquí y en el ahora, apreciando la maravillosa experiencia de ver el mundo con estos ojos.

Hoy, después de cuatro décadas, empiezo a sentirme libre y me gusta.

Gracias por leer.
Un abrazo con aprecio:
Anabell

2 comentarios:

La lunática dijo...

Y sí, amiga; los años nos enseñan. me da mucha alegría que estés en una etapa de plenitud y autoconocimiento. Se te nota hasta en la sonrisa ;)
¡Un abrazo!

Anabell dijo...

¡Muchas gracias amiguita! Te mando un apapacho. Gracias por ser parte de esos años que aprecio de mi vida. =D