miércoles, 30 de enero de 2008

Al amor que se fue

Después de meses y meses de pensar si valía la pena poner esto por escrito, llegué a la conclusión de que valía la pena por el simple hecho de liberarme de una pena y un resentimiento que cargo en el corazón.

“Sentimientos”, no me gusta hablar de ellos porque son un arma de doble filo, si bien pueden ser bien recibidos, aceptados y apreciados por quienes te rodean, también pueden convertirse en la daga que te arranca las entrañas cuando quien te ama (o te amó alguna vez), dice que no significan nada, que todo se puede ir a la basura.

A estas alturas de la vida es inútil llorar sobre la leche derramada. No debería arrepentirme de lo que hice y que provocó tal respuesta, pues aunque el resultado final no fue lo que esperaba (evidentemente), por lo menos la pelota ya no está de mi lado de la cancha.

Ahora solo me queda perdonar y superar definitivamente ese dolor que ya se está volviendo añejo y que comienza a pudrirse en mi interior.

Sé que estas palabras nunca serán leídas por la persona en cuestión, sin embargo, aunque ya no pueda jamás decírselas, las lanzaré al viento en señal de que me he liberado de la cadena opresora de su malsano final.

“No necesito brazos que me rodeen,
Y no necesito drogas que me tranquilicen.
He visto lo escrito en el muro…
No pienses que necesito algo en absoluto.
¡No! No pienses que necesitaré nada en absoluto.
Después de todo, solo fueron ladrillos en la pared.
Después de todo, SOLO FUISTE ladrillos en la pared.”
Another Brick in the Wall – III
Pink Floyd.

Y como tú lo dijiste: “Adiós”.

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