martes, 11 de marzo de 2008

Todo cambia

Érase una vez un árbol. No era muy frondoso pero tampoco era pequeño, en él solían hacer nido las aves y bajo su sombra se cobijaban pequeñas ardillas que comían de sus frutos.

Por las mañanas despertaba al canto de las aves, se bañaba de rocío y el sol le regalaba su calor. Las ardillas que corrían a través de su tronco cosquilleaban sus ramas haciéndole sentir vivo.

Pero nada en esta vida es permanente, un día la plaga se apoderó de su interior y lo hizo quedarse sin hojas.

Hoy ya sus ramas no pueden ser nido para las aves, las ardillas ya no tienen frutillas que comer, una etapa de su vida ha terminado.

Sí, una parte de su vida ha terminado pero no su vida. Sigue vivo para ver el nuevo amanecer, para sentir las gotas de lluvia que caen sobre sus ramas desnudas. Tal vez vivirá por mucho tiempo y aunque extrañe a las aves y a las ardillas, recordará que alguna vez fue nido, que alguna vez sintió las pequeñas patitas de las ardillas brincar sobre sus ramas, que aunque su cuerpo no fuera muy frondoso, siempre fue buen refugio del calor y la lluvia.

FIN.

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