martes, 3 de junio de 2008

Aquella sudadera morada

Hay días en los que te extraño, en los que quiero que el tiempo regrese para volver a compartir contigo los sueños y los dolores. Siempre he creído que la vida es como una novela y que por ello no podemos pedir que todos los personajes sean protagonistas, que muchos vienen y van, sin embargo yo sigo sin resignarme a que te hayas ido del todo a pesar de ese último mensaje en el que dejas claro que eso es justamente lo que sucede. Absurdo ¿verdad? ¿Será que no logro perdonarme por no haber estado a tu lado en los momentos más duros de tu vida? No lo sé... el caso es que creo que, aunque he aprendido a manejar tu ausencia, el resto de mis días extrañaré a aquella sudadera morada en la que aparecías enfundada por mi puerta las noches en las que mi propia estupidez me sumía en el peor de los infiernos.

Hay días en los que te extraño, amiga querida, en los que recuerdo los cientos de parrandas, la noche aquella de San Valentín en la que celebramos en un bar nuestra soledad y terminamos más divertidas que nunca bailando con un par de guapos, las noches de vodka con jugo de naranja, las pintas, Coyoacán, el mercado de Sonora, Juan Soler, las aprovechadas que le dábamos al buen Valero para asistir gratis a todos sus eventos, DAE, Fede Shurmann, la Rata Asquerosa... en fin; tantos y tantos momentos de hermandad que atesoro.

Gracias por todo, Pedraza. Ojalá que algún día puedas entenderme y perdonarme.

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