miércoles, 24 de febrero de 2010

De correos farsantes a vestidos rojos

El subject del mail era "Oye... este wey me está pidiendo tu cel, ¿se lo doy?". En cuanto leí se me encogió la tripa porque el remitente era Angélica, una amiga de mis tiempos en el Tec de Monterrey. Te preguntarás "¿y eso qué?", para responder debo explicar que Angélica fue por algún tiempo una gran amiga de Luis Javier quien fue por algún tiempo mi novio, el primero para ser exactos. El fulano en cuestión me dejó marcada de por vida como sucede por lo general a las ñoñas como yo con su primera relación, aunque en mi caso específico el final del romance haya sido bastante desafortunado, por no decir una completa pesadilla. El caso es que Angélica ha sido el único "vínculo" entre Luis y yo, entendiendo por vínculo el que los dos mantenemos contacto ocasional con ella. Una vez en contexto puedo explicar porque hasta la vista se me nubló cuando ví el tal correo en mi bandeja de entrada. Mil cosas me pasaron por la cabeza, "no mames, ¿para qué después de tantos años? (dieciocho para ser exactos)", "¡oh no! Ahí voy de nuevo a montarme a otra maldita montaña rusa", "no que no tronabas pistolita", "sabía que soy inolvidable" y toda una sarta de estupideces de ese tipo, mientras mi corazoncito latía al límite y la computadora se tardaba años en abrir el bendito mensaje. Finalmente y después de cinco largos minutos el contenido apareció en mi monitor únicamente para mostrarme lo estúpida que puedo llegar a ser a veces (entendiendo por "a veces" la mayor parte del tiempo que estoy despierta). El mensaje repetía el subject y un poco más abajo se abrieron varias fotos de un tipo mega guapo vistiendo un bóxer entalladito que mostraba sin pudor un "paquete" muy bien dotado. Cuando me di cuenta de que se trataba de una cadena comencé a reír como degenerada, escondiendo tras la carcajada una mezcla incomprensible de decepción con alivio. Finalmente las cosas son como deben de ser y mi ego debe quedarse quieto, concentrado en el reflejo que le devolvió el espejo el sábado pasado cuando la modista me entregó el vestido strapless rojo que vestiré en la boda de mi hermano el próximo fin de semana. Tal vez Luis Javier ya no se acuerda de mí pero seguro que dentro de tres noches luciré espectacular, o por lo menos eso espero.

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