sábado, 31 de julio de 2010

Desacuerdo

No sé si a alguien además de mí le cause escalofríos la palabra desacuerdo. No, no porque sea una palabra de temer por sí misma, sino por las cosas que nuestra naturaleza humana desencadena cuando vivimos en desacuerdo.
Cuando era pequeña, los desacuerdos entre mis padres me hacían pensar en que en ese instante se rompería mi familia y cada quien se iría por su cuenta. Cuando adolescente, los desacuerdos entre mis padres me seguían asustando, pero en ese momento llegué a pensar en que la separación, al ser el punto final de los desacuerdos entre dos personas, sería la solución al conflicto (y futuros conflictos), así que dejé de temer y empecé a desear la separación de mis padres, con tal de que ya no hubiera conflictos derivados de los desacuerdos.
Y es que los desacuerdos mal tomados derivan muchas veces en la agresión verbal y física, al cierre del entendimiento y en los casos más graves, a la destrucción.
Ayer leí una nota que decía que Julio fue el mes con mayor número de muertes de soldados norteamericanos en Irak. ¿Será porque ya llegaron a un acuerdo?
Y no se necesita ir tan lejos o ver las cosas en tan grande escala para darnos cuenta de que nuestra manera de tratar los desacuerdos nos daña más de lo que nos beneficia pensar con mente propia y no como piensa el montón (o ese montón en particular).
El desacuerdo vive en el núcleo mismo de nuestras familias. ¿Qué hijo está siempre de acuerdo con su padre? ¿Qué esposa está siempre de acuerdo con su marido?
Lo más triste de todo es que estamos tan cansados de los conflictos originados por un desacuerdo mal llevado, que optamos por eliminar cualquier contacto con la sociedad. Dicen que vale más estar solo, que mal acompañado.
Y es que la persona con la que estamos en desacuerdo se convierte en la mayoría de los casos en el enemigo. ¿Y quién es el dueño absoluto de la verdad como para determinar quién tiene la razón y así eliminar el origen del desacuerdo?
Uno de mis vecinos me contó un día que, sabiendo que él adora sus rosales, una vecina suya con la que tenía "pique" por otras razones, una noche se internó en su jardín para cortarle todas sus rosas.
Cuando mi vecino se dio cuenta de lo sucedido inmediatamente supo quien había sido la autora de la fechoría y corrió a ponerle una demanda por daño en propiedad privada.
Después de unas semanas de "dimes y diretes", las rosas volvieron a crecer e incluso más bonitas que antes. El vecino meditó en lo sucedido y le dio un poco de risa ver que lo que al principio fue un daño, se convirtió en un bien y decidió dar el primer paso para eliminar los conflictos: dejó de pelearse con la vecina y de darle importancia a aquello que ella hacía y que a él le molestaba.
Ellos siguen en desacuerdo, pero por lo menos ya no se meten uno con el otro.
Seguramente nosotros fuimos educados para ser personas de bien, esto quiere decir que no hago el mal con ese propósito y por lo tanto, siempre estoy bien.
Cuando alguien hace las cosas de manera distinta, piensa diferente o tiene otros gustos, lo primero en que pensamos es tal vez que estando en su situación, nosotros haríamos las cosas mejor.
El desacuerdo nunca va a desaparecer y por el contrario, cuando las personas son más cercanas, los desacuerdos se viven de una manera quizá más intensa.
No lo digo yo, lo dicen las miles o millones de actas de divorcio que se dan alrededor del mundo: Motivo de separación: Diferencias irreconciliables.
¿De verdad hay diferencias irreconciliables? O ¿Será que no nos dimos cuenta a tiempo de que con esta persona había muchos más puntos de desencuentro que de encuentro?
Creo que para saltear los obstáculos que nos presenta el hecho de no saber manejar los desacuerdos, debemos ser humildes y conscientes de que lo que es distinto no es malo por ser distinto; tal vez en la tolerancia encontremos que aunque diferentes, al final de cuentas todos respiramos el mismo aire y compartimos el mismo suelo.
Hay que pensar en que la diversidad nos enriquece y que todos tenemos derecho a vivir como mejor nos parezca (siempre y cuando no afectemos los derechos de los demás).
Se como buenamente puedas ser, que ya encontraremos el modo de seguir en este camino en paz, tú con tu credo y yo con el mío.

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