¡Cielos! Hoy más que nunca antes me pesa el paso del tiempo.
Desde que recuerdo he tenido que dejar que muchas horas de mis días se pierdan en el vacío del tráfico citadino.
Cuando niña porque asistía a escuela rural, cuando mayor porque mi escuela y después mi trabajo quedaban al otro extremo de la ciudad. El caso es que siempre he tenido que madrugar para vida de llegar a tiempo a todos lados.
Antes no me pesaba porque alcanzaba a echarme un sueñito en el medio de transporte y la hora cuarenta y cinco minutos que pasaba en él me daba para eso y más.
Leía, escuchaba música y soñaba... buena manera de pasar los trayectos.
Hoy no es así porque, aunque tengo la enorme bendición de tener coche propio, el tráfico de esta ciudad se ha vuelto tan complicado que pesar de que las distancias no son tan grandes, pasas horas cambiando el pie del freno al acelerador y viceversa.
Seguramente los choques, los atropellados, los carros quedados, las marchas y todo lo que obstaculiza la fluidez del tráfico son cosas de toda la vida, pero ahora que estoy en otra posición los he resentido mucho más, al punto de querer tirar la toalla y dejar que el mundo siga girando con sus millones de coches que van a toda prisa y que no tienen consideración por los demás.
Hoy me voy a poner en mi papel de "drama queen" y me sentaré a llorar por los eventos a los que he llegado tarde y por los que me he perdido por las muchas horas que he pasado sin remedio en mi coche, donde ya ni siquiera puedo invertirlas en un buen libro o en otra cosa productiva porque me arriesgo a tener un accidente.
Así son las circunstancias y así vivimos muchos mexicanos en las ciudades más grandes del país. Salir con una hora y media o dos de anticipación ya no te garantiza que llegarás a tiempo y pareciera que aquello va a la alza.
Ni modo... peor sería tener que tomar tres o cuatro medios de transporte cargando hijos, pañaleras, mochilas, portafolios, loncheras y paraguas.
Peor sería, no tener un trabajo al cual llegar (aunque sea tarde)...
Y bueno, dicen que no hay mal que por bien no venga... y todas mis horas perdidas en el tráfico no se comparan con el bienestar mío y de mi familia en aquello que llamamos hogar.
Tengo fe en que algún día el tiempo y yo volveremos a ser amigos...
Hoy hay que avenirse a lo que se tiene y ser agradecidos porque se tiene.
Desde que recuerdo he tenido que dejar que muchas horas de mis días se pierdan en el vacío del tráfico citadino.
Cuando niña porque asistía a escuela rural, cuando mayor porque mi escuela y después mi trabajo quedaban al otro extremo de la ciudad. El caso es que siempre he tenido que madrugar para vida de llegar a tiempo a todos lados.
Antes no me pesaba porque alcanzaba a echarme un sueñito en el medio de transporte y la hora cuarenta y cinco minutos que pasaba en él me daba para eso y más.
Leía, escuchaba música y soñaba... buena manera de pasar los trayectos.
Hoy no es así porque, aunque tengo la enorme bendición de tener coche propio, el tráfico de esta ciudad se ha vuelto tan complicado que pesar de que las distancias no son tan grandes, pasas horas cambiando el pie del freno al acelerador y viceversa.
Seguramente los choques, los atropellados, los carros quedados, las marchas y todo lo que obstaculiza la fluidez del tráfico son cosas de toda la vida, pero ahora que estoy en otra posición los he resentido mucho más, al punto de querer tirar la toalla y dejar que el mundo siga girando con sus millones de coches que van a toda prisa y que no tienen consideración por los demás.
Hoy me voy a poner en mi papel de "drama queen" y me sentaré a llorar por los eventos a los que he llegado tarde y por los que me he perdido por las muchas horas que he pasado sin remedio en mi coche, donde ya ni siquiera puedo invertirlas en un buen libro o en otra cosa productiva porque me arriesgo a tener un accidente.
Así son las circunstancias y así vivimos muchos mexicanos en las ciudades más grandes del país. Salir con una hora y media o dos de anticipación ya no te garantiza que llegarás a tiempo y pareciera que aquello va a la alza.
Ni modo... peor sería tener que tomar tres o cuatro medios de transporte cargando hijos, pañaleras, mochilas, portafolios, loncheras y paraguas.
Peor sería, no tener un trabajo al cual llegar (aunque sea tarde)...
Y bueno, dicen que no hay mal que por bien no venga... y todas mis horas perdidas en el tráfico no se comparan con el bienestar mío y de mi familia en aquello que llamamos hogar.
Tengo fe en que algún día el tiempo y yo volveremos a ser amigos...
Hoy hay que avenirse a lo que se tiene y ser agradecidos porque se tiene.
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