Siempre me he roto con facilidad. Históricamente no me ha sido necesario de golpes fuertes o caídas profundas o grandes cataclismos para que el suelo se tapice de trozos de mí. Costumbre, hábito, tradición emocional, tal vez sólo gigantezca estupidez. Entonces... ¿qué pasa ahora?, ¿qué me ha cambiado por dentro que por más que lo intento no puedo estallar? ¿Serán los cercanos cuarenta?, ¿la maternidad?, ¿la adolescencia de mis hijos?, ¿el amor más que quinceañero que siento por mi marido?, ¿el cambio de visión que me ha regalado el hábito de correr?, ¿la necesidad de seguir sintiéndome orgullosa de mí misma?, ¿el no hace mucho comprendido "This too shall pass"?
El caso es que llevo tres semanas intentando romperme, victimizarme, quedarme en cama días enteros, pero sencillamente no puedo. No hay más que eso, una incapacidad contraria a mis deseos más tradicionales en situación de crisis.
¿Debo alegrarme y resignarme o seguirlo intentando?
No hay comentarios:
Publicar un comentario