Un paseo por Central Park en el medio día de un invierno como muchos. Los árboles desnudos, la nieve cubriendo el suelo, el cielo encapotado y gris. En medio de toda esa magia, emergen ellos dos. Él con el rostro algo abatido, ella mirándolo y dándole consuelo con sus enormes ojos cafés.
Ahí están los dos, palpables, visibles, hermosos, como los imaginé siempre desde que la creé a ella en mi mente y desde que le vi a él por vez primera hace tantos años ya.
El llanto no se hace esperar al ver la imagen perfecta de una de las escenas que escribí hace tiempo. Nunca antes me sentí tan satisfecha, tan plena y tan feliz en lo que concierne a mi gusto por contar historias. Nunca antes le había tenido a él para mí sola y hoy le tengo y cada que quiera mirarle lo haré y sabré que sólo yo puedo hacerlo.
Gracias Marisol, desde el fondo de mi corazón.
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