lunes, 5 de abril de 2010

El Puerto...


Anoche soñé con el Puerto. No puedo recordar el lugar exacto pero desperté llena de esa humedad (a veces fría) tan de aquellos años de mi vida, y de golpe se me vinieron las memorias de las cosas vividas frente a ese mar que recuerdo más gris que azul. Me vi escribiendo poemas frente al mar agitado, luchando contra el viento que me volvía palomas las hojas y garrapatas la caligrafía, pero que nunca pudo acomodarme los sentimientos (bueno, al final sí); me vi convertida en la princesa de los cuentos de hadas encerrada en una torre , tejiéndome el cabello en cientos de trenzas para destejerlas luego en la carretera de regreso a casa; recorriendo las calles en moto, sin casco y con miedo; gritando vestida de rojo en las gradas del Pirata Fuente un sábado sí y otro también (siempre que la localía coincidiera con mis vacaciones); topándome a cada paso con el amor inconcluso, con el dolor constante de mi pérdida. En el Puerto cambió mi vida, allí descubrí un diciembre que podía amar de nuevo o por lo menos intentarlo; también allí viví mi primer y único acostón post-antro de una sola noche, del que guardo un gratísimo recuerdo porque ahí supe lo que es que los anhelos más locos se te vuelvan realidad. Entre las notas de las marimbas en los portales viví de todo, encuentros inesperados, huídas espectaculares, tensión, ansiedad, pero la constante más constante eran las tripas encogidas, todo el tiempo. El Malecón me regaló uno de los recuerdos más queridos de mi papá, uno de los más graciosos de mi mamá, la más dulce de las revanchas que puedo recordar y las espectaculares noches de Año Nuevo envueltas en los aullidos de los barcos. Mi paladar no olvida los lecheros con canilla de La Parroquia, ni las "vacas voladoras" clandestinas que comprábamos Adriana y yo de noche para tomarlas de a poquito frente al mar antes de que los edificios nuevos lo llenaran todo, los Faros de Don Nachito, las papas fritas del KFC, las primeras cervezas micheladas con música de marimba.

Los recuerdos me visitan en marabunta y ya soy incapaz de seguir enumerando las experiencias vividas en el mágico Puerto de Veracruz, un lugar que me late dentro, que amo y que es parte inevitable de mis primeros años.

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