lunes, 20 de junio de 2011
Rencores
Soy rencorosa. Desde niña. Cuando alguien me duele genero rencor como método defensivo. Mal hecho. Sé que mi querida Bethyna me jalaría las orejas (lo ha hecho antes, ella toda bondad y entrega a Dios y al prójimo, y con la suficiente autoridad moral ante mis ojos como para aplicarme una penitencia realmente severa), que mi tocaya me diría que trate de ver la big picture y analizar los motivos del otro para haberme lastimado, que mi abuela Lupita insistiría en que deje de ser soberbia, que mi mamá me pediría con el corazón en la mano que piense primero en la armonía familiar y que deje a un lado mis propios sentimientos. Sé muchas cosas más. Y no es que haga oídos sordos a lo que mi gente querida me pide o me sugiere o me aconseja por mi propio bien, es simplemente que esta caracterísitica oscura de mi personalidad ha permanecido demasiado tiempo conmigo como para que me la pueda sacar de encima. No es que me niegue a intentarlo, es que lo he trabajado antes con mucho ahínco y nulos resultados, además de que hay una relación directamente proporcional entre el aprecio que le tengo a mi agresor y el tamaño de mi rencor, o sea que entre más ame a quien me lastima más difícil se me vuelve después olvidar el daño. Probado y comprobado. Así las cosas, en este momento traigo un par de dolores-rencores bastante grandes hechos bola en las tripas y eso no es lindo.
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