martes, 18 de noviembre de 2008

Sorpresas te da la vida...

Y yo que pensaba que las sorpresas eran para cualquiera menos para mí.

Dicen por ahí que el que persevera alcanza y yo acabo de alcanzar.

Este año mi marido se ha reencontrado con muchos de sus amigos de la infancia y hasta con maestras de la primaria. Me gustó mucho conocerlos porque fueron parte importante de su vida y son personas extraordinarias.

Confieso que en el camino no pude evitar sentir melancolía por mi gente de aquellos años a quienes ya no volví a ver. Pensé que añorar no cambiaría mi vida así que me dispuse a buscar en Internet a quien fuera. No encontré a nadie directamente, pero providencialmente me topé con el papá de una amiga de la secundaria y me atreví a enviarle un mensaje a través de su cuenta de correo.

Hoy he vuelto a saber de mi amiga, hoy me he reencontrado con mi primera juventud, hoy por fin siento que sí eché raíz en un lugar y que hay un corazón que me recuerda con el mismo cariño con que yo la recuerdo a ella.

¡Gracias dios por este regalo divino!

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