Hace un par de años decidí decirle a alguien que fue muy importante en mi vida, lo que sentía respecto a la relación que sostuvimos y sobre mis locos sueños de volver a incluirle en mi diario acontecer si es que era posible.
Dar este paso me tomó muchos años pero cuando finalmente lo di, recibí cosas muy positivas y consoladoras aunque más temprano que tarde fui echada de su vida con cajas destempladas.
Quienes conocen esa historia coinciden en que hubo una mano negra detrás de aquel rechazo/despedida y les cuesta trabajo creer que la persona en cuestión fue capaz de decirme las cosas que supuestamente me dijo. Yo no sé si fue capaz de hacerlo o no, lo único que sé es que me dolió mucho.
Creo que por eso me he abstenido a reintegrarme en círculos a los que ya no pertenezco. Me queda claro que no toda la gente que se nos une en un punto de la vida permanece en ella para siempre, pero me cuesta trabajo entender y aceptar quién y por qué, así que para no entrar en dilemas simplemente me voy.
Pese a todo esto hace unos meses tuve la osadía de buscar a mis viejos compañeros de secundaria (a quienes por cierto tengo algo así como veintitantos años de no ver) y para mi buena suerte me vine a encontrar con alguien a quien admiré mucho por su inteligencia, disciplina y generosidad.
Después de intercambiar algunos correos y una llamada telefónica, nos citamos para desayunar y lo pasamos genial.
Sinceramente no dediqué mucho tiempo a pensar en cómo resultaría aquel encuentro y creo que ese fue un factor importante para que resultara exitoso, pues poner determinadas expectativas en alguien a quien ya no conoces, te puede llevar irremediablemente al desencanto (como fue el caso en la primera experiencia).
Reencontrarme con mi antigua condiscípula fue maravilloso porque aunque en cierta medida era como si la acabara de conocer, sentí sin duda que guardábamos muchas coincidencias que nos podrían llevar a tener una amistad mucho más sólida y duradera que aquella que pudimos tener a los 12 o 13 años y creo que eso es sumamente enriquecedor.
Otra cosa que me encantó fue que cuando me preguntó si me acordaba de “fulanito de tal” (el niño que me gustaba y que para mí significó el primer amor no correspondido), yo tuve el valor de decirle que de lo que me acordaba era que me gustaba y con sorpresa descubrí que a ella también. Fue liberador poder compartir ese “secreto” con alguien que también lo conoció y que tal vez entienda por qué de mi gusto por él.
Saber qué fue de la vida de otros compañeros sin duda me conmovió hasta la médula y hasta me ilusioné con la posibilidad de reencontrarme con algunos de ellos.
También hablamos de nuestras vidas y sin falsas poses nos contamos lo bueno y lo malo que hubo en ellas (cosa en la que coincidimos como algo enriquecedor porque de todo en esta vida se aprende).
Después de varias horas y de que el restaurante casi se vació, nos despedimos muy felices de habernos reencontrado y convencidas de que las cosas pasan por algo y que este reencuentro no fue algo fortuito.
Hace un par de días recibí un correo suyo con un “slide show” que habla sobre el paso de las personas por nuestras vidas y del tiempo que permanecen a nuestro lado dependiendo de ciertas circunstancias. Gracias a esas palabras me di cuenta de que no toda la gente de mi pasado es necesariamente exclusiva de éste y que aunque a algunos nos los pueda recuperar, vale la pena intentarlo con otros. Después de todo lo peor que puede pasar es que me lleve algún dolor en el corazón pero eso no me preocupa demasiado porque con el tiempo se quita, en cambio el cariño que se cultiva, se queda por una eternidad.