jueves, 11 de marzo de 2010

2012

Cuando tenía siete u ocho años hacía una y otra vez la cuenta de los que alcanzaría a cumplir antes del año dos mil. Veintiseis era la respuesta y en ese entonces me parecía una edad bastante razonable para morir en el "fin del mundo" anunciado para la llegada del nuevo milenio. Los años corrieron, la fecha llegó y ninguna catástrofe apocalíptica asomó las narices a pesar de todo lo que se dijo. Han pasado diez años y nuevamente los rumores sobre un armagedón empiezan a manifestarse. Que si las profesías de Nostradamus, que si el Libro del Apocalipsis, que si el calendario Maya, que si la alineación de la tierra con el sol y el centro de la galaxia, que si el calentamiento global, que si el tránsito de Venus, que si las visiones de Leonardo Da Vinci y un largo etcétera.
Cuando trato de analizarlo desde la práctica nulidad de mis conocimientos astrónomo/astrólogo/bíblico/alquimio/ecológicos (lo que me deja disponible únicamente el sentido común, las corazonadas y mis deseos personales), llego a dos mitades divergentes de conclusión.
Por un lado, creo que tiene mucho sentido toda esa onda de los mayas y su sabiduría astronómica probada y comprobada por la ciencia moderna; el que sabios antiguos hayan predicho con exactitud asombrosa eclipses y demás acontecimientos estelares a cientos de años en el pasado, y toda esa parafernalia de comprobación mediante métodos científicos actuales de la autoridad que los mayas poseían en esta materia, me hace creer que no es muy factible que sus calendarios comiencen a mentir justo ahora que empieza a vislumbrarse el solsticio de invierno del 2012. Eso por el lado de los mayas, pero esta cultura antigua no fue la única en predecir un final violento para los tiempos del hombre sobre la tierra. La Biblia propone antecedentes trágicos y cataclísmicos a la batalla final entre el bien y el mal, acontecimientos que parece que vemos noche a noche en los noticieros, y a los cuales tristemente nos hemos acostumbrado al punto de que ya no parecen tan extraordinarios (si cada dos días hay un terremoto con saldo de cientos de muertes, deja de ser un hecho aislado y sorprendente, igualito que los decapitados y encajuelados en Ciudad Juárez). No sé, todo esto me lleva a pensar que en realidad nos está tocando el cierre de un ciclo, por macabro que parezca.
Por otro lado pienso que nada de esto existirá en realidad, o por lo menos no tan pronto; quiero pensar que aún hay esperanza y que cuando abramos los ojos el 22 de diciembre del 2012 todo seguirá tan normal como el primero de enero del 2000, a pesar de tanta especulación y tanto programa apocalíptico en el History Channel
De cualqueir manera debo reconocer que este asunto me pone nerviosa y aún estoy definiendo mi postura final al respecto.

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