martes, 9 de marzo de 2010

Mujer

Durante muchos años ser mujer significó más un problema o un obstáculo, que una bendición. Vi atrás y me di cuenta que las vidas de mujeres cercanas en mi familia, empezando por mi madre, habían estado llenas de dificultades e injusticias.

Esa imagen de la mujer sufrida que representó tantas veces Marga López en las películas del cine de oro mexicano fue durante algún tiempo una especie de espejo de un probable futuro.

"El marido te va a dejar por otra más joven que tú o si bien te va, te pondrá el cuerno toda la vida con cuanta fulana se le ponga enfrente, esa es tu cruz".

"Te harás pedazos por tus hijos, sacrificarás por ellos tu juventud y salud y al final, ellos ni se acordarán que los pariste".


"En el trabajo se aprovecharán de ti porque eres mujer y eso significa que eres inferior".


"Si quieres conseguir el trabajo o la promoción, debes hacer algunos favores".


Por si esto fuera poco, también hay que cargar con las inestabilidades emocionales, físicas y mentales que traen los ciclos hormonales propios del género.

Cuando supe que tenían que hacerme una histerectomía mi mamá me dijo que seguramente yo misma me provoqué toda esa problemática porque nunca acepté haber nacido mujer con todo lo que aquello conllevaba. Al principio me enojé y después pensé que tal vez tenía razón.

¿Quién diablos quiere ser mujer si tiene que cargar con tantas desventajas?

Pero nada en este mundo sucede sin que obtengamos algo a cambio. Yo perdí mi útero pero finalmente entendí y acepté que ser mujer es una condición como cualquier otra, con cosas buenas y no tan buenas, con ventajas y desventajas, con similares y opuestos que ayudan a dar un poco de equilibrio al universo.

Y lo mejor de todo es que hasta el momento, las vidas de esas mujeres en mi pasado y las de aquellas que interpretó la buena y abnegada Marga López, no se parecen en nada a la mía.

Dios me puso en el camino a un buen hombre y uní mi vida a él por elección propia, con plena consciencia y por amor.

Elegí convertirme en madre, y Dios me prestó dos niños maravillosos.

Tengo un trabajo maravilloso con grandes compañeros y jefes, donde siempre tengo oportunidades para desarrollarme y de hacer las cosas que más me gustan sin descuidar otros aspectos de mi vida.

Tengo a mis padres y Dios me dio un par de maravillosos suegros que me han tomado bajo su ala como una hija más.

Tengo amigos y amigas extraordinarios que siempre que he necesitado, han estado para mí.

Tengo y he tenido mascotas extraordinarias y cariñosas que más que compañeros, han sido miembros de mi familia que han llenado mi vida con amor y
compasión.

Con estas capacidades propias del género femenino he sido capaz de hacer cosas extraordinarias y que no dejan de maravillarme.

Tengo un techo y vestido para protegerme.

Soy capaz de admirar la belleza del trabajo de otros.

Soy capaz de conmoverme hasta la médula cuando escucho a los niños, cantar canciones para Dios.

Y al final... también soy capaz de agradecerle a Dios haberme hecho mujer.

Nunca es tarde cuando todavía te queda un aliento en el pecho.

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