La culpa de que yo sea mamá la tienen tu hermana y tú, le dije a Ger como respuesta a una de sus acostumbradas preguntas complejas, y desde ahí no he podido para de pensar en ello. En realidad los que nos hacen madres son nuestros hijos.
Entiendo que la idea de celebrar el 10 de mayo es (en los términos idealistas originales) el retribuír, con un electrodoméstico, un ramo de rosas o una salida a comer, en una fecha específica a la mujer abnegada que nos parió, nos cocina, nos hace las tareas y nos lava la ropa. Hoy en día el concepto de mujer y madre ha cambiado pero la esencia de la fecha sigue siendo, comercialmente, la misma y atiborramos centros comerciales, florerías y restaurantes en busca del regalo perfecto para mamá, cosa que critico pero que no me hago el valor de no hacer (no concibo llegar a casa de mi madre o mi suegra con las manos vacías); sin embargo la cosa cambia cuando se trata de mí como festejada. Yo no soy madre abnegada, así que no espero una lavadora o una plancha como regalo. Este año mi regalo fue el mejor de todos: cartas de mis hijos, un par de canciones que me cantaron en la escuela y una más que mi Ana me regaló en Facebook y que me hizo llorar cual Marga López (diría mi tocaya), porque finalmente si ellos son los culpables lo menos que se puede hacer es urgar dentro de sus corazoncitos para ver qué sienten sobre esa "culpabilidad". Esperar algo más, para mí, es materialismo.
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