viernes, 21 de mayo de 2010

Ella...

A una sola mujer he considerado, en algún punto de mi vida, una rival. En ese tiempo me parecía una mujer interesante, bonita, pero sobre todo, malvada. Durante varios años le colgué el milagrito de ser la bruja de la historia, la villana desalmada que hizo todo lo posible (incluídos pociones mágicas y artilugios ocultistas) para separarme del amor de mis amores y así poder tenerlo de nuevo para ella. No fui capaz de entender que el asunto era mucho más simple, que el fulano en cuestión había decidido, en plenitud de sus facultades, no seguir conmigo y sí regresar con ella para vivir a su lado el resto de sus días. Hoy lo entiendo, lo asumo y hasta me he perdonado por haber sido tan poco inteligente como para no comprenderlo desde el inicio; hoy, que me he topado con un par de fotos suyas en Facebook, la miro y no veo otra cosa que una mujer de cuarenta con todas las huellas que la vida te deja en el rostro como factura del privilegio de alcanzarlos, veo una mujer básica como yo misma, y apenas puedo creer que en algún momento tuvimos algo tan fuerte en común aunque ese algo haya sido el antítesis de la amistad; hoy hasta la admiro por no haberse rendido, a pesar de que el mundo entero estaba contra ella, hasta haber alcanzado su objetivo: llegar al altar con el amor de su vida. Esa mujer no era mala, simplemente luchó con todo lo que pudo para recuperar lo que siempre supo suyo. La bruja de su cuento de amor fui yo, la que llegó un día a su vida y le movió las entrañas a su novio de tres años fui yo, quien la miró derrotada enmedio de un charco de sus lágrimas tras haber sido mandada al demonio para que mis seis meses de gloria sucedieran... también fui yo. Y tampoco esto me convierte en una mala persona porque todo ello sucedió sin que lastimar a alguien fuera mi objetivo (¿cómo podría haber sido intencional si yo estaba tan bruta?), las cosas simplemente se dieron así y si hay un responsable ese fue el hombre que antepuso sus propios deseos y sentimientos a los de las dos. El caso es que hoy, por primera vez en mi vida, vi a Gaby con otros ojos y eso fue liberador.

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