jueves, 6 de octubre de 2011

Si amas lo que haces...

Esta es una entrada que desde hace mucho tiempo tengo metida en la cabeza, pero que por equis o zeta, no se concretó hasta este momento.
Estoy convencida de que todo tiene su momento, aunque nos parezca que hay cosas que suceden a destiempo, si fuéramos capaces de ver con los ojos de Dios, nos daríamos cuenta de que todo sucede en el momento perfecto y por la razón correcta.
Para quienes no lo saben, yo me dedico a los sistemas de computación desde hace ya muchos años. No soy tan mayor, pero no cuento a partir de que me gradué de la universidad, cuento los años desde que soñé con dedicarme a esto que hoy hago.
Empecé siendo muy niña, jugando en un rincón del cuarto de mis papás en donde tenía establecida mi oficina. Recuerdo que me gustaba poner cajetillas de cigarros a las que les dibujaba teclas para que parecieran calculadoras o máquinas de escribir. En aquel entonces desconocía que existía algo que se llamaba computadora, pero de un modo especial y muy dentro de mi corazón, ese aparato me llamaba y me llamaba con fuerte voz.
Algunos años más tarde mi oficina creció y ya contaba con una máquina de escribir mecánica con la que mis papás hacían su trabajo administrativo. Era yo toda una oficinista con mi teléfono multicolor y mis hojas de papel usado por un lado. Me gustaba escribir y como me gustaba lo formal, transcribía los ejemplos de cartas y oficios tomados de un libro de mecanografía para secretarias navales que mi abuelo había dejado abandonado en algún rincón.
Mis años de escuela secundaría fueron difíciles y por un momento decidí que no valía la pena seguir estudiando porque me consideraba pésima estudiante; y por extraño que parezca, ser pésima no entraba en mi catálogo de cosas por hacer.
Mi papá se enojó conmigo cuando le dije que no seguiría estudiando y me dejó de hablar por casi un mes. Mi mamá (QEPD), se preocupó y me dijo que solamente la gente preparada podía aspirar a un trabajo que le diera una calidad de vida digna. Resultado de eso decidí seguir estudiando y fue entonces que se me abrió el mundo: encontré un bachillerato que incluía una carrera técnica como programador analista y capturista de datos.
Los siguientes tres años fueron maravillosos. Aquellas computadoras de teclados enormes, gabinetes bromosos y monitores con letras verdes, fueron mi sueño hecho realidad. Ya no más cajetillas de cigarros pintadas con pluma, ya no más máquinas de escribir con cintas de dos colores, el futuro había llegado para hacerme vivir el sueño de mi infancia.
Después de la preparatoria me fui a estudiar sistemas computacionales en la Universidad del Valle de Atemajac y fue entonces que descubrí que aunque no todo fuera color de rosa, valía la pena vivirlo por aquello que era más fuerte en mi corazón: las computadoras y los sistemas.
Estudié sistemas computacionales porque los "fierros" no eran lo mío, sin embargo con el paso del tiempo, me dediqué a ensamblar computadoras personales y el proceso resultó fascinante para mí.
Desde entonces, he diseñado, programado e implementado muchos sistemas; he armado y desarmado equipos, he cambiado piezas, las he limpiado, les he dado mantenimiento, he dado cursos de programación y uso de herramientas de oficina y muchas cosas más. He visto como algunos de los aparatos que uso, pasan al closet porque son reemplazados por otros con tecnologías más nuevas y eficientes. También he visto "morir" a algunos de mis equipos por circunstancias distintas y júzguenme sentimental y tonta pero también los he llorado.
La vida me ha llevado por varios caminos. Pocos años después de haber salido de la universidad, trabajé como empleada subcontratada en las instalaciones de HP Guadalajara. Mucho de mi crecimiento y desarrollo se lo debo a esta empresa y por eso siempre le estaré agradecida y la tendré en un lugar especial en mi corazón.
Ver la historia detrás de mi sueño en las personas de Bill Hewllett, Dave Packard, Steve Jobs (QEPD todos ellos), Steve Wozniak, Bill Gates, Vinton Cerf y muchos otros, me ha dado muchas pautas a seguir sobre el proceso mismo de evolución de esto que llamamos tecnología.
Ahora mismo, no sería posible para mí escribir estas líneas para que fueran leídas por personas que no me conocen, ni yo tampoco conozco (en su mayoría). Sin la visión ni el amor por la tarea de estos hombres, mucho de lo que hoy disfrutamos para tener una vida más cómoda y más amplia, nunca hubiera visto la luz del día.
Pensando en una entrada más bonita y adecuada para recordar a Steve Jobs, se me vino a la mente este discurso que diera en Stanford, hace ya varios años. Escucharlo me hizo darme cuenta de que hay cosas más grandes que seguir el camino que todos siguen porque lo siguen.
Todos somos especiales, únicos y valiosos por lo que hacemos para que este mundo sea como es.
Hoy puedo decirles que gracias a que amo lo que hago, es que tengo una vida cada día más plena, con mejor entendimiento de lo que hay y de las razones por las que se dan las cosas.
Este hombre lo hizo posible aunque nunca me conoció ni supo de mi existencia ni de la existencia de mi sueño.
No diré nada más... al árbol se le conoce por sus frutos. Jesús tenía razón y aquí hay una prueba de ello.




Un abrazo con aprecio.

2 comentarios:

La lunática dijo...

Son pocos los afortunados, creo, y eres una de ellos. ¡Felicidades! Besos y abrazos :)

Anabell dijo...

Ciertamente amiga que soy muy afortunada. Dios ha sido muy bueno conmigo... incluso más de lo que merezco.

Te mando un abrazo con cariño.