La miro ahí, en el suelo: rota, desnuda, llorosa. ¿Cuándo la eché de mi lado? ¿Cuándo dejó de ser parte de mi esencia? ¿Por qué no puedo simplemente abrazarla y fundirme con ella para darle un poco de vida?
El rojo se ha vuelto gris. No es culpa de nadie. La vida es así, el fuego se extingue, la sirena se muere poco a poquito y yo no puedo llorarla siquiera, porque para eso se necesitan ganas y a mí... ya ni eso me queda.
1 comentario:
Yo he estado pensando en esto y tal vez se deba a que todo en la vida son ciclos y que el de la sirena ha llegado a su fin.
No podemos darlo por sentado, pero de ser así, no nos queda más que guardar los buenos momentos y seguir con las cosas que nos hagan felices.
Ánimo amiga, te quiero mucho.
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