Bajo la lluvia de mayo, salimos a pasear tú y yo.
Aunque entre los dos hay 27 años de diferencia, curiosamente para ambos fue la primera vez.
Sí, la primera vez que recorremos juntos las calles de nuestro barrio montados en una bicicleta, aspirando el fresco aroma que nos regala la tierra mojada, sintiendo en nuestros cuerpos las gotas de lluvia llenarnos de vida.
No importó sentir algo de frío, lo único que contaba era devorar las calles a nuestro paso, admirando las fachadas de otras casas y los parques que adornan el lugar.
Este fue un nuevo momento que definitivamente nunca olvidaré.
De hoy en adelante, cada vez que vea las gotas caer en los charcos por donde pasan las ruedas de mi bicicleta, recordaré a que a mi lado estabas tú.
¿Lo volvemos a hacer?
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