El merodear de la muerte es una constante en nuestras vidas, y aunque su presencia es tan palpable, sentimos que nunca nos va a tocar ni con la punta del dedo.
Ayer murió una persona que tocó mi vida con su amor por la patria y con la pasión que transmitía al contar la historia de nuestro México.
En vida se llamaba Jorge y nunca me voy a olvidar que todos los lunes se publicaba su columna editorial sobre la historia de México en el boletín de la empresa donde alguna vez trabajamos juntos.
Hacía ya muchos años que lo dejé de ver, pero a pesar de ese tiempo y de esa distancia, nunca dejé de admirar a la persona que estaba detrás de sus letras. Ese que no se conformaba con la historia aprendida de la escuela, ese que siempre buscaba y buscaba, para después compartir sus descubrimientos. Nunca le importó si lo leían o no, si gustaba o si lo catalogaban de aburrido, él siempre compartió y dio para quien quisiera tomar lo que su pluma dejaba.
Hoy tengo un cruce de sentimientos. Por un lado me hace feliz saber que él ya goza la gloria eterna, que sus sufrimientos terrenales han terminado; pero por otro lado se queda el vacío en un espacio literario que no tendrá más que ofrecer.
Sí, me quedo con su influencia y con lo que en letras le entregó al mundo... Jorge Baz será un nombre que no desaparecerá tan fácilmente de la memoria de quienes le leímos y tuvimos la suerte de cruzarnos en el pasillo y gozar de una charla con él.
Su esencia como individuo, seguramente nunca morirá.
QPD Jorge Baz.
29 de Mayo de 2008.
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