sábado, 14 de agosto de 2010

Entre la lucha y la aceptación de una realidad que no se puede cambiar

Hace una semana me comunicaron que mi abuela paterna ha sido diagnosticada con cáncer de colón.
La noticia me vino mal y no he sido capaz de abstraerme por completo del sentimiento de tristeza que me embarga desde ese día, aunque he hecho lo posible por superarlo.
Me queda claro que es una persona muy mayor y que su momento de partir está tal vez más cerca que el de muchos otros miembros de la familia, pero no es fácil aceptar que ese último recorrido será doloroso y por demás penoso.
Yo nunca he sido persona de mimos y apapachos, pero eso sí, siempre me he preocupado y me he dolido por mis seres queridos y sus pesares.
Confieso que me gustaría poderles resolver la vida para que cada quien pudiera seguir su camino con un horizonte amplio, pero sé que eso no está a mi alcance aunque lo quiera.
En esta vida nada pasa por casualidad y todo tiene un objetivo. Hasta las enfermedades... incluso esas que son terminales.
Hoy va a haber un evento aquí en mi ciudad con una persona que se dedica a sanar enfermos de nombre Rene Mey.
Personalmente nunca había oído hablar de él hasta esta semana en donde me dijo una amiga muy querida que llevara a mi abuela para que la sanara.
Y bueno, con mucho respeto a las buenas intenciones del señor Mey y de todos los que creen en su poder sanador, pero creo que hay ciertas cosas en la vida que no se pueden revertir aunque lo desees de todo corazón.
Sé que irán a verlo varias personas a quienes tengo en muy grande estima y que padecen de enfermedades que van desde las serias, hasta las que son terminales.
También sé que el poder de la mente es tremendo y que igual que enferma, es capaz de curar.
Me pregunto si hago mal en no intentarlo con mi abuela.
Me pregunto si esta es una de esas cosas en las que hay que ver para creer.

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