En el pequeño instante que representa el antes y después, quiero detener el tiempo y agradecer por todo lo recibido y lo vivido.
Quiero devocionarte porque es gracias a ti, que mi mundo ha girado.
Perdóname por no entenderte a plenitud y por seguir caminos que me alejan de ti. Por eso es que debo aprender a abrazar más mi fe en ti, que en intentar comprender el por qué de tus designios.
Gracias por darme tantas y tantas oportunidades para palpar tu amor y tu misericordia; gracias por no dejarme en el abandono aun cuando el dolor y los problemas me hacen olvidarme de tu presencia; gracias por invitarme a ser partícipe de tus obras aun cuando creo no tener las habilidades necesarias para llevarlas a cabo.
Porque tú crees más en mí de lo que yo creo en mí, es que he podido seguir por este camino a pesar de lo inclinada de la cuesta.
¿Y cómo no vas a saber más de mí que nadie, si tú me creaste?
Por eso hoy, en el instante previo de otro aniversario en el que se selló nuestro primer pacto, vengo a reconocer ante ti mi pequeñez, a dejar mi vida en tus manos y disponerme a ser un instrumento de tu voluntad.
¡Ayúdame Señor! Porque sin ti no llegaré a ningún lado, ni seré capaz de dar a tu obra nada trascendente.
Y que sea por ti, sólo por ti. Porque lo que yo valgo radica en el centro de tu amor y en ningún otro lugar.
Anabell
3 de Agosto de 2010
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