Mis veinte años de entonces me duelen por la inexperiencia que contenían. Los jóvenes de hoy viven más en menos tiempo y a esa misma edad han tenido experiencias que les dan las armas suficientes para hacer frente a situaciones dolorosas. Yo viví encerrada en mi mundo particular de sueños color de rosa hasta poco antes de entonces.
Hoy escuché con atención una nueva versión de aquella hermosa canción de Bosé (Si tú no vuelves), contenida en el CD "Bajo el signo de Caín" de 1993. Inevitable viajar en el tiempo y sentir de nuevo el agijón del dolor clavándose en mi pecho ante la proximidad y lejanía simultánea de aquel a quien amaba entonces; imposible no recordarle en el asiento de a lado, con sus ojos de niño y su sonrisa disfrazada de inocencia dirigidos hacia el escenario en el que Bosé desplegaba su arte, pero teniendo que ahogar el deseo irrefrenable de tocarle, de echarme a sus brazos como hiciera tantas veces en tantos momentos tantos meses atrás. Mi corazón albergaba en secreto la esperanza de una reconciliación que el tiempo me demostraría era imposible, ciego ante la evidencia de que el amor sólo seguía existiendo de mi lado.
La nueva versión incluye a Shakira, un acierto absoluto desde mi perspectiva, le añade un toque de dramatismo al ya de por sí melancólico tono de la canción. El estribillo final: Si no vuelves no habrá vida, no sé lo que haré en la voz tan particular de la colombiana, se vuelve un grito tan desesperado, triste y dulce, que enchina la piel... bueno, por lo menos la mía inmersa en el recuerdo.
Inevitable también comprender, a la luz de los años, que sí, que aunque él no haya vuelto siguió habiendo vida, no se secaron los mares ni mi voluntad se hizo pequeña, y, en contra de todos mis pronósticos, supe lo que hacer en el momento indicado, tomando en mis manos las riendas de mi vida y acertando en mis decisiones para alcanzar la plenitud de la que disfruto hoy, a mis treinta y cuatro.
De cualquier manera amo esa canción y del viernes a la fecha no escucho otra cosa.
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