lunes, 5 de noviembre de 2007

... y otro que termina.

Si el sueño se termina… ¿qué queda? A veces los recuerdos, otras, las heridas; a veces los secretos de aquellos inconfesables de tan estúpidos o de tan prohibidos; a veces la retórica intentando convencerme de que no vale la pena soñar porque eso es de inmaduros e idealistas. En el mejor de los casos no queda nada.

Hace poco perdí un sueño, le di fin porque perdió el sustento que lo hacía alcanzable aunque en realidad jamás lo haya sido. Duele comprender cuando un sueño querido se vuelve una utopía que no hará más que causar dolor al intentar alcanzarle. Cuando duele se convierte en pesadilla y las pesadillas me causan terror, las de la noche pero más las del día, esas que no se acaban cuando abro los ojos y no quise que ese bello sueño tuviera tan trágico final, preferí despertar antes aunque el precio sea el mismo dolor del que intento alejarme.

Finalmente los sueños son como las esperanzas, unos mueren pero otros nacen al mismo tiempo. Mi sueño de hoy es más alcanzable, menos ilógico y no puedo asegurar que sea mejor pero por lo menos no supone lágrimas, y eso… eso a estas alturas de mi vida, es una renta enorme.

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