Con esto de la crisis económica mundial se ha desatado en todos lados una paranoia acerca de que el mundo se va a terminar mañana porque nos hemos quedado sin dinero.
Admito que el tema de las deudas me ha quitado el sueño en más de una ocasión este año, pero gracias a Dios, la cosa no ha estado tan crítica para nosotros. Sin comer y sin sustento no nos hemos quedado; es más, este año hasta pude tomar unas mini vacaciones y llevarme conmigo a uno de mis hijos.
Es verdad que no ha sido el mejor de los años, pero por lo menos parece que ya dejamos de desfilar por el quirófano y eso ya es ganancia porque con salud, casi todo lo que se enfrenta se supera.
Sí, ha sido un año de amarrarse el cinturón, de posponer una vez más ese tan soñado viaje a Nueva York y a Montreal para ver las carreras de F1 (que las pobres también están en crisis y en peligro de extinción), pero no lo veo tan malo porque sé que el día que lo pueda hacer, lo voy a disfrutar aún más.
Yo creo que estas cosas pasan porque nos dejamos llevar por muchos factores externos antes de revisar si nuestra capacidad de pago nos puede dar ese estilo de vida que creemos está diseñado para nosotros. Esto es un asunto de micro economía que después repercute en la macro economía. Si yo soy irresponsable con el gasto en mi hogar, mi familia corre el riesgo de pasarla mal, cuando se trata de un CEO (presidente) de una compañía multinacional, cientos de miles de hogares pagan las consecuencias. ¿Cómo es posible que vayan a pedir dinero porque sus compañías están al borde de la quiebra pero ellos vuelan en jets privados? ¡Cuánta irresponsabilidad y falta de humanidad!
Aquí en mi ciudad he escuchado que dada la crisis económica por la que está pasando el mundo, los festejos de fin de año que las compañías ofrecen a sus empleados se han suspendido porque no hay que “malgastar” el dinero si queremos conservar la fuente de empleo.
Yo personalmente pienso que cancelar un evento de estos es cuidar los centavos y malgastar los millones porque repercute en el ánimo y por ende en la productividad de los trabajadores. ¿Cómo quieren los empresarios que la gente se ponga la camiseta de la compañía si ésta nada más les amarra el cinturón?
Para mi buena fortuna, la empresa para la que trabajo no entró en ese juego de austeridad. Claro que no fue el tamaño de fiesta de otros años, pero la verdad es que nos la pasamos muy a gusto y creo que en gran medida fue porque agradecimos el detalle de tener un momento de convivencia con compañeros que a veces difícilmente vemos.
Mientras haya música, cualquier lugar puede servir para reventarte un rato y olvidarte por unas cuantas horas, que allá afuera te espera la crisis económica mundial y que tendrás que cuidar mucho el trabajo siendo más productivo, innovador y creativo.
Después de un “break” así, yo si enfrento la vida con otro ánimo.
¡FELICES FIESTAS!
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