Algunas mujeres van por la vida haciendo lo que se debe: vivir. Sin prejuicios, sin complejos, sin limitaciones auto impuestas, queriéndose sin sentir culpa por ello.
Hace un rato leía los escritos de un ejemplar de esos, venturosamente conocida y amiga mía, y no pude sentir otra cosa más que envidia. Sí, aunque suene ruin, aunque no eleve mi calidad moral ante los ojos de quienes me lean, aunque mi madre y mis abuelas me hayan entrenado hasta el cansancio para desterrar todos los sentimientos ruines y pecaminosos (como decían ellas) de mi corazón. Y para ser honesta... me contagió, me dieron ganas de, por una vez (por primera vez), ser dueña de mi boca, decir lo que pienso y lo que siento "así nomás", sin cuidar las formas, sin pensar un maldito minuto en la imagen que proyectaré ante las poquitas personas que tal vez pasen por aquí a gastar algunos instantes de su valiosa vida en leer pedazos de la mía tan montada siempre en esa montaña rusa que no me deja encontrar la paz.
Hoy quiero prometerme libertad, quiero tenerla para mí, quiero sentirla, tocarla, comérmela. Hoy quiero deshacerme de lo que no me hace falta, crecer, seguir soñando, dejar de quemarme la vida en infiernitos.
Hoy quiero comenzar a vivir de verdad y lo voy a hacer.
Es una promesa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario