jueves, 12 de febrero de 2009

De soledades y otros bichos

Siempre he sido solitaria, supongo que el haber sido hija única durante seis años contribuyó en algo a ello y que el no haber tenido la oportunidad de echar raíces en ningún sitio sino hasta después de los veinte años, también.
Guardo un par de amigas de mis tiempos de la universidad y se acabó. A veces me da la impresión de que mi prepa y secundaria no existieron, que son más producto de mi imaginación que de una realidad vivida. Lo único que queda son algunas cartitas cursis, de esas que te escribes con las amigas en medio de una aburrida clase de historia; ninguna foto, ningún contacto, ninguna reunión en la que se haga visible el paso de los años en las calvas, las arrugas y las barrigas desparramadas que antes no estaban y ahora están.
El caso es que a veces la soledad del pasado se hace pesada al juntarse con la de hoy y con la que, estoy segura, habrá mañana. Creo que estoy destinada a ese tipo de individualidad absoluta. Mis idas y venidas, mis mudanzas continuas, mi exceso de trabajo lo confirman y me condenan a ello. Ya hasta olvidé lo que se siente tomar café un día por la mañana a la sombra de una plática con alguien con quien has compartido las vivencias, los dolores y los sueños tan comunes a las mujeres como género y tan distintos en cada una como individuo.
En fin, algún día...

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