Hace dos días irrumpiste de nuevo en mi vida, con todo y tu voz, con todo y la sorpresa enorme de un reencuentro jamás pensado ni esperado. Durante poco más de dos años fuiste el centro de mi vida, el eje de un anhelo doloroso por imposible, la razón de una sinrazón constante y giratoria que se tragaba todo lo que, a mis quince años, era capaz de sentir.
El caso es que hoy estás aquí de nuevo, derrumbándome la certeza de tu añeja indiferencia con una confesión sorpresiva y "encogetripas". Tú me gustabas, tú también, yo quería que fuéramos novios, yo también, nunca te lo dije, tampoco yo. Y así se nos fueron veinte años en los que cada quien encontró a su cada cual, en los que tú conseguiste tus sueños profesionales y yo me quedé a la mitad, en los que yo formé una familia sólida y tú has preferido la soledad, en los que uno siempre pensó que el otro nunca pensó ni sintió.
La consecuencia: una mezcla de rabia con la clásica melancolía del hubiera, una tarde de recuerdos y catarsis, un "lástima" por las lágrimas inútiles y los besos nunca dados, por las manos que nunca se juntaron. Y no me queda más que darte las gracias por permitirme cerrar el que siempre pensé mi ciclo y que ahora sé que fue, en algún punto de aquellos años preparatorianos, de los dos; pero sobre todo, mil gracias por haberme presentado a esos tres que a lo largo de este tiempo me han musicalizado la vida.
Gracias por haber convertido al pasado en presente por unos minutos en los que esas cicatrices dejaron de ser queloides para no volver a serlo nunca más.
2 comentarios:
Me gustó mucho lo que escribiste!!!
Oh my!!!!!!!! ¿¿por qué carajos pasan esas cosas en la vida??
Como sea, sigo al pendiente de su blog, chicas!!
¡Wanna! ¡Qué gusto que nos sigas visitando! Ya ves, a veces recibimos regalos inesperados, yo creo que siempre hay que agradecerlos porque cualquier experiencia, la que sea, nos sirve, nos alimenta.
Un abrazote
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