lunes, 31 de agosto de 2009

Adiós agosto

Agosto ha llegado a su fin por trigésimo séptima vez y no me queda más que agradecerle todas las cosas hermosas que me dio, como el celebrar mi cumpleaños con mis seres amados y disfrutar de un verano distinto al lado de mis hijos.

Adiós a las vacaciones, adiós a levantarse una hora más tarde, adiós a las escapadas con mi marido para celebrar nuestro décimo aniversario de ultra feliz matrimonio.

Fue un buen agosto; extraordinario diría yo. Un agosto lleno de sueños, anhelos, alegrías, recuerdos y buenos momentos.

Gracias agosto, te veré el año que entra, si Dios me deja.

Cicatrices



Son prueba contundente de nuestras heridas, recordatorio perenne de los sufrimientos acumulados a lo largo de la vida; y a pesar de que cada una tiene su historia única y su profundidad propia, las primeras son las que tardan más en sanar. A veces te llega el fin de la existencia y aún salen de ellas los suspiros y las lágrimas, los desamores o los desprecios, las traiciones, los olvidos.


Mis primeras cicatrices han sido mis compañeras de vida aunque no quiera. Canciones, lugares, aromas, sonidos, las abren de nuevo. Una y otra vez. Hoy sí y mañana también. De ellas, cuando nuevas, brotó sangre también nueva, recién marcada por las ausencias, por las inexistencias, por la compañía única de las letras y los números, por las miradas silenciosas y los besos enviados a escondidas, por la incapacidad de pertenecer a lo que me rodeaba, por la soledad.

Las cicatrices son eso y quien las muestra es porque ha sufrido profundas heridas, como bien decía Shakespeare en Romeo y Julieta.

viernes, 28 de agosto de 2009

Ranitas


- Quédate un rato, mami - me pidió Ger cuando fui a su cama a cobijarlo y bendecirlo antes de dormir. No pude resistirme a la súplica de sus ojitos a pesar de que había tenido un día pesado, y lo único que deseaba era darme un baño y abandonarme al sueño durante horas. Me recosté junto a él y me abrazó, justo entonces agradecí a la culpa que ataca a las madres ausentes de casa el día entero, no haberme permitido cumplir el capricho de mi cuerpo agotado, el haberme obligado a quedarme para recibir el regalo de sus brazos, aun pequeños pero no por mucho tiempo, al rededor de mi cuello y escuchar su vocecilla dulce preguntarme:
- ¿Qué es lo que más te gustaba hacer cuando eras niña? Claro, además de leer.
¿Por qué siempre preguntas cosas tan complicadas de responder? Le pregunté en silencio.
No fue la primera vez que mi hijo me sometió a ese tipo de interrogatorio complejísimo en el que las respuestas no están a la mano de la memoria, sino escondidas en algún recoveco lejano de mis archivos más empolvados en el mejor de los casos, en el peor, simplemente no existen.
- Comer capulines.
- Pero... algo diferente de comer. No se vale que me digas que leer o comer o jugar, eso es algo que a todos los niños nos gusta -dijo condecendiente con esa madre suya que no entendió el sentido primario de su pregunta.
Busqué nuevamente en mi memoria y de a poco comencé a despertar hacia algunas respuestas dormidas por años. Recordé ver la lluvia desde la cocina de mi abuela, detrás de esa puertita verde a media altura sobre cuyo borde recargaba mis brazos cruzados y mi barbilla para contemplar las "ranitas", que no eran otra cosa que el caer y rebotar de las gotas sobre los charcos multiplicadas por cientos. Me gustaba contarlas aunque debo admitir que nunca llegué a más de cuarenta. Imaginaba que eran ranitas que saltaban y croaban en medio de una fiesta animadísima. Recordé también los pasteles de lodo, el olor a eucalipto en el patio de mi abuela, un calentador viejo e inservible que mis primas y yo jurábamos era una especie de receptor de mensajes extraterrestres, ver los aviones chiquitos en el cielo perderse entre las nubes y aparecer de nuevo segundos después mientras trataba de imaginarme qué se sentiría viajar en uno de ellos, ¿se haría "la panza chiquita"?, ¿se sentiría feo?, ¿bonito?
Uno a uno los recuerdos se desgranaron en mi mente y de ahí viajaron a mi boca para, finalmente, contarle a mi hijo lo que me gustaba hacer de niña. Él escuchó atento cada palabra y después de un largo rato, interrumpido por el "¡Ya son veinte para las diez y ese niño sigue despierto!" de mi esposo siempre atento a los horarios, me despedí de Ger sin sentir más el cansancio del día y con una sonrisa enorme en mi boca y en mi corazón.
Gracias, hijo, por haberme hecho voltear hacia mí misma una vez más.

lunes, 17 de agosto de 2009

El día de Dios en nosotros

Tus ojitos miran absortos hacia arriba, a Jesús en su cruz de madera, de pecados, de perdón; escuchas con atención, al mismo tiempo, lo que el sacerdote te cuenta desde el altar; vibras con las notas de las guitarras y las voces de soprano y tenor que llegan desde arriba.

Finalmente llegó el día y recibes a Dios en tu corazón de niño, bueno y sensible.

La felicidad se me desborda desde dentro mientras te miro, a un metro de mí, llenarte de luz y de plenitud... todo tú eres luz, mi niño, todo tú, y me contagias las ganas y la fe perdidas hace tanto, tanto que ni siquiera recuerdo; parece como si el tiempo no hubiera pasado y de pronto me veo niña, en ese mismo lugar, treinta años atrás, recibiendo la comunión por primera vez en medio de la sorpresa y el estupor, sin saber qué hacer o qué pensar, pero a fin de cuentas llena de Dios.

Hoy, Ger, nos llenaste a todos, nos contagiaste, nos regalaste tu sonrisa, de por sí maravillosa, pero hoy, luminosa al extremo, franca, sencilla... feliz, porque Dios estuvo en ti y en nostros a través tuyo.

¡Felicidades, mi niño! Te amo.

Aio maio

La parte baja de la noria

Hace rato que mi noria no se mueve, por lo menos no hacia arriba. Sé que la vida es un constante arriba-abajo que nos lleva a diferentes experiencias a fin generarnos un aprendizaje necesario para adquirir sabiduría.
Creo que he aprendido, ¿cuándo me tocará volver a las alturas?

martes, 11 de agosto de 2009

Placeres culpables

Anoche pensé que tal vez si los escribo me sea más fácil empezar a desprenderme de ellos. El orden es aleatorio, hay algunos más estúpidos que otros, hay algunos menos, pero todos en algún punto de la existencia me han significado momentos placenteros que después me heredan un dejo de culpa; claro que de acuerdo al sapo, la pedrada.

- Comer medio bote de Nutella a cucharadas
- Leer las cartas de antiguos amores
- Una buena escena erótica, leída, "escrebida", visualizada en la pantalla o en mi mente, y que mi imaginación no le dé a mi marido el protagónico masculino
- Odiar a Liz
- Disfrutar cuando pierde el América
- Escuchar y adorar la voz de Jorge
- Saborear cuando las cosas no le salen bien a quien no me cae bien (sí, ya sé que esto es horrible)
- Comer hasta el hartazgo en Tulan
- Que me caiga gorda la gente como Gi
- Fumar hasta que me duela todo el sistema respiratorio
- Comprar, comprar y comprar

Es curioso, pero cuando leo la lista no me suena tan terrible. Parece que no soy tan mala después de todo.

lunes, 10 de agosto de 2009

Verde

El magnetismo que ejerce sobre mí un pasiaje pintado de verde es arrollador. Ayer volví al origen y encontré todo verde; me dolió no poder quedarme. ¿Por qué debo esperar tanto para hacer realidad mi sueño de despertar y ver árboles y flores a través de mi ventana? Supongo que son los tiempos de la vida, ahora mismo es momento de generar, el disfrute vendrá despues... creo.

viernes, 7 de agosto de 2009

Tiempos y espacios

Me gustan los espacios mágicos, interiores o exteriores, grandes o pequeños. He descubierto que no sólo me mueven el bosque y el mar con todos los pequeños detalles que los llenan, también esos rincones que muestran con franqueza lo que sus habitantes son, aman o sueñan.
Hace un par de días estuve en un sitio así. A nadie que entre a ese lugar le puede caber la más ínfima duda de que quien lo habita es una persona que no sólo ama la música en todas sus manifestaciones, si no que la vive y la respira; alguien que disfruta de los cielos abiertos y que aprecia la luna, las nubes, la lluvia, el viento, los árboles y la lluvia.
Me gustan los fragmentos de tiempo en los que éste parece desdibujarse, en los que nada perturba una plática agradable y variada con alguien a quien se le tiene un afecto verdadero. Hace un par de días disfruté de una tarde así.
Tiempos y espacios, a veces todo se conjuga para crear momentos perfectos.

jueves, 6 de agosto de 2009

La luna ese paréntesis


Mi vida con sus dificultades cotidianas, la crisis económica, mi relación matrimonial que madura y a veces pareciera apuntar hacia el hastío pero sin llegar a él en realidad, mis hijos que crecen y me enfrentan a mi propio declive natural, el peso (a veces insostenible) que mi familia de origen deposita sobre mí a cada paso que doy, mis miedos, mis llantos, mis carencias... y en medio de esa especie de tómbola en la que todo parece negro a veces, un paréntesis, una luna llena brillantísima enmarcada por nubes ligeras, un viento suave, el susurro de los árboles, el aroma de la tierra recién mojada, la compañía de un buen amigo que aprecia junto conmigo el espectáculo que la naturaleza ha decidido regalarnos; un paréntesis lleno de luna llena que me llena, que me desborda, que me rebasa; un paréntesis que me trae de regreso la capacidad de comprender que Dios me regala a cada instante, INSTANTES y que sólo es cuestión de estar atenta a ellos, porque no puedo dejar de pensar en todos aquellos que anoche no miraron al cielo y se perdieron de la belleza que estaba al alcance de sus ojos. ¡Quiero mirar al cielo cada noche!, ¡quiero encontrarme con cada luna llena que haya desde hoy y hasta el fin de mis días!, ¡quiero muchos más paréntesis lunares!

martes, 4 de agosto de 2009

Mi tío Pepe

Se dice que en todas las familias hay un tío Pepe. La mía no podía ser la excepción, pero mi tío Pepe no es como cualquiera, el mío es olvidadizo, pausado, sencillo; seguramente es una de las personas que más admiro en el mundo porque es simple y feliz. Nunca hizo gran fortuna, tal vez porque nunca lo necesitó. Es la viva imagen del dicho popular "No es más rico el que tiene más sino el que necesita menos". Hombre de familia, íntegro, hogareño, buen padre, buen esposo, buen tío, estupendo abuelo, un gran hombre en resumen.
Recién regreso de departir con él y su familia por su cumpleaños y, como siempre, salí de esa casa con el ánimo renovado y las ganas de enfrentar con entereza la crisis económica que se me viene encima porque acabo de ver el claro ejemplo de un hombre que vive en carne propia una aún más dura y sin embargo le regala al mundo toda la paz que lleva dentro, con una simple sonrisa.
Creo que, malamente, nunca he dicho esto, pero en verdad quiero mucho al tío Pepe que la vida me regaló.

lunes, 3 de agosto de 2009

Joel

Abuelo querido:

Hoy se ha cumplido un año más de tu partida y quiero decirte que aunque te extraño, sé que ahora estás en un lugar sin sombras, sin miedo, sin dolor y eso me hace feliz.

Sé que por tus errores te ganaste más enemistades que amistades, pero por mi parte sólo guardo buenos recuerdos de aquellos días en los que me consentiste como a nadie.

Por eso y por todas las cosas buenas que me diste... por las cosas malas que han sido ejemplo también (de lo que no se debe hacer), gracias abuelo.

Te quiero mucho Don Joel Perales González.

Lidia

No creas que ha pasado otro 3 de agosto sin que me acuerde de ti.

Sin que recuerde todas las tardes en las que me fui a refugiar a tu casa para hacer de tu soledad y la mia, una compañía.

No pasa un 3 de agosto y muchos otros días, amiga querida, sin que recuerde nuestras charlas, las cartas a tus queridas amigas y las anécdotas sobre tu chapis adorado.

Hoy que es día de tu santo te recuerdo Lidia, y te digo que aunque no te haya podido ver en los instantes previos a tu partida, nunca he dejado de quererte y de extrañarte.

Te me has adelantado un poco, pero sé que cuando "azote la res manita", te volveré a ver.

Te quiero mucho, güera querida.

3 de Agosto

Otro 3 de agosto llegó y yo no tengo más que decir que lo he pasado genial. Ya no son aquellos cumpleaños en casa de mi abuela con piñatas y un montón de niños que no conocía pero que eran los primos, hijos de aquellos tíos que nunca en la vida veía más que el 3 de agosto de cada año.

Ya están algo lejanos aquellos 15 donde con ilusión fui a mi misa a dar gracias a Dios por dejarme vivir tantos años, jajajajaja, sin duda cumplir 15 eran ya muchos años.

Después vinieron otros cumpleaños en donde no hubo más que la felicitación de mamá y papá y una que otra llamada telefónica y eso era todo.

Los años que siguieron fueron al lado del novio, tomando nieve o comiendo en casa de alguien. Eran festejos sencillos pero no dudo que estuvieran llenos de cariño.

Luego vinieron los festejos con la banda en donde además de mi cumpleaños, celebrábamos el de Jorge... desde entonces y hasta la fecha, aunque sea con algo sencillo, mi amigo Jorge y yo celebramos que un día de agosto, vimos por primera vez la luz del mundo.

Hoy mis cumpleaños son geniales por una razón: tengo una familia. No digo que mis otros cumpleaños no hayan sido geniales, simplemente digo que estos tienen el toque especial que le da el escuchar de esas boquitas que un día alimentaste decir: ¡Feliz Cumpleaños Mamá!

¿Qué más puedo pedirle a la vida que disfrutar de momentos como este en compañía de la familia y de los amigos?

Este 3 de agosto está por terminar pero por alguna razón en mi corazón sé que me quedan algunos más, ojalá que esté en lo cierto y que pueda disfrutarlos en compañía de todos los que se han cruzado por mi camino, de aquellos que me han llenado de alegrías y quienes me han hecho olvidar las decepciones.

¿Un perrito?

Los perros nunca han formado parte de mi panorama familiar. Cuando era niña mi papá trajo a casa una pareja de bóxers que terminó regalando después de pagar las gallinas de medio pueblo que los "perritos" tuvieron a bien comerse. Por ahí de los dieciocho compré un cachorro de maltés junto con mi novio de entonces, segura de que sería muy sencillo enseñarle a hacer monería y media, ya no digamos a mear y cagar en un lugar distinto al sillón de la sala de la casa; no sucedió ni lo primero ni lo segundo, así que ese pobre animalito también terminó regalado. Hace cosa de cinco años lo intenté por última vez; compramos un cachorrito de labrador a-d-o-r-a-b-l-e, ilusos de nosotros (por no decir tontos) porque el perro creció a mucha mayor velocidad que los niños y para cuando el primero tenía seis meses, los segundos seguían teniendo cuatro y seis años, así que cada que salían al jardín y el Bono (que así se llamaba) se les paraba de manos y los tiraba de espaldas, todo terminaba en un desastre donde reinaban el miedo y el llanto en lugar de las risas y los juegos. ¿Hace falta decir el fin del Bono? En casa de unos amigos que a su vez lo regalaron porque tampoco pudieron con él.
El caso es que cada que lo he intentado el resultado ha sido el fracaso con su buena dosis de culpa.
Hablo sobre esto porque en las últimas semanas mis hijos desean un perro "más que a nada en el mundo" y estos días en que los he visto convivir con Lucas, el maltés de mi hermana, me ha conmovido el compañerismo que han desarrollado y cómo el perrito ha sido una compañía real, efectiva y afectiva para ellos. Entiendo que a la edad que tienen ya son capaces de asumir la responsabilidad del cuidado de una mascota pero no deja de preocuparme el poco tiempo que paso en casa, mi probada incapacidad para enseñarle nada a un perro y el que la experiencia resulte frustrante en lugar de enriquecedora. Creo que en realidad le tengo miedo a un nuevo fracaso porque esta vez regalar al posible perrito de nuestra familia implicaría un dolor de cuatro.
Lo más probable es que al final mi esposo y yo terminemos cediendo y que en pocas semanas venga a contar que mis zapatos favoritos fueron destrozados por el nuevo miembro cuadrípedo de la familia.
A saber...