Ayer que te perdí
Muchos sustos he vivido desde que te conocí, pero ninguno de ellos llegó a ser tan doloroso como saber que te perdí.
Miles de cosas, todas ellas terribles pasaron por mi mente en cuestión de segundos, incluso la posibilidad de no volverte a ver y eso acabó con mi entereza.
Le pedí a dios que cuidara de ti donde quiera que estuvieras y una vez más confirmé que el rezo de una madre es la voz que mueve a los ángeles en la tierra.
Poco después te encontré y mi alma volvió al cuerpo, quise regañarte por haberte apartado de mí, pero no pude y solamente te abracé.
Hoy me doy cuenta que no importa que ya no seas un bebé, todavía no es momento para que tu manita se suelte de la mía.
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