Crisis aquí y allá, dentro y fuera de mí, del país, del mundo. Crisis de palabras, de liquidez, de valores, de inspiración, de hijos que crecen y padres que se hacen viejos, de falta de trabajo y de hierro en la sangre, de exceso de plantones y fuegos cruzados. Crisis de mitad de los treintas, de sueños que amenazan con quebrarse, de fortaleza (a veces, sólo a veces).
Ni hablar. Las crisis son eso. Supongo que tienen su propio proceso evolutivo que incluye al inicio un dejo de depresión, luego un momento de conciencia en el que tomas fuerza para no dejarte abatir, y por último, la recuperación del optimismo y la vitalidad. Vaya pues, mi esfuerzo por salir de la primera fase. ¿Será?
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