Soy un ente anónimo, sin embargo hay gente, bajo los reflectores y sobre las canchas o las alfombras rojas, en la que voy encontrando el paso de los años sobre mí misma. Me explico:
Cuando debutó, hace veintitrés años, yo tenía doce; y no es que recuerde el debut, pero sí la primera vez que Sacchi lo alineó en una semifinal de la entonces Copa Europea de Campeones de Liga (hoy conocida como Champions League), contra aquel Real Madrid de ensueño en el que Hugo Sánchez derrochaba efectividad frente a las porterías contrarias arropado por la majestuosa "Quinta del Buitre". Recuerdo que, de inicio, me llamó la atención (sí, puberta al fin y al cabo) su belleza, pero como era parte de la odiada oncena rival y el marcador final fue una estrepitosa goleada en favor suyo, no me detuve a observar sus atributos técnicos. Su nombre se fue haciendo más familiar conforme pasaban los meses y se ganaba la titularidad, y sobre todo en cuanto se llegó el mundial de Italia '90, en el que brilló plenamente y el mundo se dio cuenta (yo incluída) de que no se trataba de un niño bonito usando las influencias de "papi", sino de un tipo duro, entregado y dotado de una gran capacidad técnica, un verdadero lateral izquierdo. El paso de los años se encargaría de corroborarlo y de ponerlo en el lugar en el que está hoy, catalogado como uno de los mejores de todos los tiempos en su posición.
Ayer escuché que Paolo Maldini se retira de las canchas con sus cuarenta años a cuestas y me cayó el veinte de que esos veintitrés no pasaron sólo para él. Ayer lo miré y me miré (sí, guardando todas las proporciones) y entendí en el paso de sus años, el paso de los míos.
Y yo que lo pensé eterno en esa banda izquierda rossonera...
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