Hoy desperté preguntándome hasta dónde llega mi libertad e incluso si esta realmente existe, hasta dónde decido yo la vida que llevo, por qué si no me gusta no hago nada para cambiarla. Cada vez que veo un paisaje boscoso me entra la melancolía de la vida que anhelo y que por ahora sólo puedo abrazar en mis planes de retiro cuando cumpla cincuenta (si llego). Y así cada cosa, cada deseo, cada sueño debe ser postergado. ¿Será que sueño con imposibles? El futuro de los hijos pesa mucho y el mundo indica que es obligación de los padres proveerles una educación privada para que puedan alcanzar el éxito. Me pregunto también si ese éxito es algo real o sólo un cliché viejo y gastado al que nos aferramos con los ojos cerrados. El caso es que, en pos del cumplimiento de ese mandato universal, me sumerjo día a día en una vida cargada de estrés y muy lejana a lo que es mi ideal.
Entonces... ¿soy libre? El tiempo me dará la respuesta, pero la mía en este instante es un rotundo no.
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