miércoles, 6 de mayo de 2009

El amigo que no fue

Cuando era niña anhelé un hermano mayor, me habría gustado tener una guía, un precedente masculino. Siempre he buscado más la compañía de los hombres que la del género al que pertenezco y eso funcionó durante algún tiempo, básicamente en mi adolescencia y juventud. Puedo agradecerle a la vida el haberme regalado la amistad de chavos muy valiosos que me acompañaron a lo largo del camino aunque en diferentes tramos; lamentablemente en todos los casos la amistad se terminó porque el amor metió las narices, ellos dejaron de verme como amiga y yo no fui capaz de corresponder a sus sentimientos. Una vez casada las cosas cambiaron, las amistades comenzaron a ser de pareja y renuncié a la posibilidad de tener un amigo personal, mi esposo llenó el hueco.
Hace poco el destino pareció regalarme una nueva oportunidad y me sentí feliz por ello, la euforia vivió conmigo durante algunas semanas y me entregué de lleno al cuidado de esa semilla de amistad que prometía convertirse en un sauce llorón en el que podría encontrar buena sombra, un tronco fuerte y varias ramas para colgar columpios.
Quimera.
Utopía.
Algo pasó.
Algo que desconozco.
Tristemente la semilla se secó a pesar de mis cuidados y eso duele. Sé que el proceso de mi recuperación seguirá su curso normal, en algunas semanas dejará de punzar y en algunos meses todo será un recuerdo más; pero mientras ese día llega, la melancolía del hubiera se ensañará conmigo a momentos y tal vez hasta me haga derramar alguna lágrima.
Nada que no haya superado antes. Y como bien dice una rolita de The Script: sometimes we've no choice but to walk away (a veces no nos queda más opción que alejarnos). Estoy en el camino.

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