Un año ha pasado, un año completito desde que ella fue arrancada de mi vida.
A pesar de que nunca nos llevamos del todo bien, debo reconocer que sin ella mis hijos no hubieran podido jamás ver la luz del día. Durante un breve espacio de tiempo, fue nido que los arropó y los preparó para la vida en el mundo y eso es algo que siempre le agradeceré.
Nunca es fácil decirle adiós a lo que ha sido parte de ti desde siempre, pero para nosotras las cosas se habían complicado demasiado así que no hubo mayor drama cuando llegó el momento de partir.
Pensé que nunca la extrañaría y por eso no acepté la ayuda psicológica que me ofrecieron para que me fuera más sencillo superar la pérdida, pero la verdad de las cosas es que la extraño, por lo menos eso es lo que mi subconsciente me dice a través de los sueños que a veces tengo.
Lo triste de esto es que sólo puedo recordarla en su agonía carmesí, en las horas de angustia que me hizo vivir desde que se enfermó y en el agotamiento que me dejaron las noches insomnes previas a su fin.
Hoy, a un año de su partida, miro su fotografía y le agradezco los buenos momentos y le pido perdón por los malos; recuerdo que a pesar de todo seguimos siendo parte una de la otra y que eventualmente nos reuniremos al final de los tiempos.
A pesar de que nunca nos llevamos del todo bien, debo reconocer que sin ella mis hijos no hubieran podido jamás ver la luz del día. Durante un breve espacio de tiempo, fue nido que los arropó y los preparó para la vida en el mundo y eso es algo que siempre le agradeceré.
Nunca es fácil decirle adiós a lo que ha sido parte de ti desde siempre, pero para nosotras las cosas se habían complicado demasiado así que no hubo mayor drama cuando llegó el momento de partir.
Pensé que nunca la extrañaría y por eso no acepté la ayuda psicológica que me ofrecieron para que me fuera más sencillo superar la pérdida, pero la verdad de las cosas es que la extraño, por lo menos eso es lo que mi subconsciente me dice a través de los sueños que a veces tengo.
Lo triste de esto es que sólo puedo recordarla en su agonía carmesí, en las horas de angustia que me hizo vivir desde que se enfermó y en el agotamiento que me dejaron las noches insomnes previas a su fin.
Hoy, a un año de su partida, miro su fotografía y le agradezco los buenos momentos y le pido perdón por los malos; recuerdo que a pesar de todo seguimos siendo parte una de la otra y que eventualmente nos reuniremos al final de los tiempos.
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