Desde el día aquel que determiné que sería una mejor madre me dediqué a serlo y en el camino me topé con los demonios que han dominado mi vida, y gracias a los cuales, he sido un fiasco en ese ámbito por los pasados 9 años.
Como no estoy dispuesta a vivir de lamentaciones, hice lo que tenía que hacer sin darle demasiadas vueltas al asunto y hoy me encuentro adolorida y consternada.
Hoy por la mañana lo platicaba con mi tocayita del alma y llegamos a la conclusión de que todo esto era un maquiavélico coctel de estrés con hormonas fuera de control; además de lo anterior, yo le agregué la locura que produce remover los demonios del corazón.
No lo sé, tal vez este nudo que estoy sintiendo es producto de la salida a la superficie de todo lo malo que uno guarda en el corazón y que tiene que confesar para vida de comulgar como es debido. Ver con tanta claridad el lado obscuro puede llegar a ser aterrador.
Sé que no soy un Dexter que tiene la certeza de ser un monstruo, pero sé que envidio, que codicio (aunque no en el plano material), que guardo resentimientos y por una extraña razón me resisto a abandonar esos malos hábitos... no lo sé, es como si disfrutara esa maldad que guarda el corazón.
¿Por qué me siento así? ¿Por qué creo que algunas personas merecen de mí esa parte maligna? ¿Hasta cuándo regresará la calma?
Supongo entonces que lo que me hace falta es llorar y llorar en busca del consuelo que mi corazón necesita.
Sí, ya sé que con llorar no arreglo nada... en realidad no estoy buscando arreglar algo.
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