Nota importante: Esta entrada contiene referencias al capítulo “The Social Contract” de la serie Dr. House. Este capítulo no ha sido transmitido todavía por el canal Universal ni por el canal 5 de Televisa en México.
Este es el primero de una serie de escritos que tengo rondando por la cabeza y a los que identificaré con la etiqueta: “The TV that I love” (“La TV que amo”). No es mi intención derramar presunción al usar una frase en inglés, simplemente quiero ligarla con aquello que le dio origen: la televisión extranjera, principalmente la norteamericana y que obviamente es de habla inglesa.
A lo largo de los años me he topado con muchas personas que expresan con cierta frecuencia lo influyentemente positiva que ha sido la lectura en su vida. Al principio consideraba una vergüenza decir que yo no pertenezco a ese selecto club de lectores, y digo selecto, porque en este país no es popular dedicarse a la lectura como un hábito recreativo, pero la vida me ha enseñado que existen otros caminos para cultivarse además de la lectura, el punto es saber cuáles de ellos sirven para cumplir el objetivo.
Confieso abiertamente que la televisión fue mi nana (niñera) y aunque por algún tiempo tuve no solo una sino muchas, la televisión fue la más fiel y constante compañera.
En 36 años he visto de todo y aunque pudiera haber cientos de cosas consideradas como basura televisiva, también he visto diversas series, documentales, noticieros y películas para televisión que en algún punto del camino me movieron las emociones y/o me invitaron a la reflexión.
El caso concreto motivo de esta entrada me lo dio el capítulo “The Social Contract” (“El Contrato Social”) de la serie Dr. House y del cual les contaré a continuación los aspectos que más me impactaron.
Todo comenzó cuando Nick Greenwald, el paciente en turno, manifestó los síntomas de su enfermedad a través de un brutal y ácido acto de sinceridad durante una cena de presentación de un libro de cuentos cortos. De la nada, el tipo que por cierto es el editor, criticó severamente al autor y al trabajo de éste mientras la esposa, asustada y sorprendida por sus comentarios, le pedía que se controlara pero él no podía hacerlo y así, todo lo que pasó por su cabeza salió por su boca en un festín de crueles y dolorosas verdades.
Por supuesto la primera impresión que recibimos de Nick es la de un tipo insufrible y tremendamente amargado, quizás celoso o envidioso del momento en el que el autor es el centro de la atención. La verdad es que no hay nada más falso que esto. El tipo simplemente dice lo que piensa, tiene un criterio y expresa abiertamente lo que considera que no funciona.
¿Cuántas veces hemos ido por la vida pensando?: “Ay, qué mal gusto tiene fulano para la ropa”, “cuánto ha engorado sultanita” o “pero qué re-buena está la vecina” (en el caso de los caballeros que por naturaleza, piensan gran parte del tiempo en cualquier cosa relacionada con el sexo), pero de todas estas, ¿cuántas han sido dichas en voz alta? Y esto no sólo dirigido a un extraño, algunas veces también a las personas que amamos.
El buen Dr.Taub afirma que la gente no dice todo lo que piensa porque la cortesía es parte de un contrato social, gracias al cual, las personas pueden coexistir en paz, tal como lo expuso el libro del mismo nombre escrito por Jean-Jacques Rousseau en 1762.
Lo más común en la naturaleza humana es ejercitar la crítica, siempre (o casi siempre) teniendo cuidado de que el objeto de ésta no se encuentre presente para evitar “pisar callos” o dicho en otras palabras, lastimar sus sentimientos.
El padecimiento de Nick fue relacionado con el caso de Phineas Gage, quien al ser víctima de un accidente donde una barra de metal de 3 centímetros de diámetro y 1 metro de largo se le incrustó en el cráneo, sufrió severos daños en el cerebro, específicamente en una parte del lóbulo frontal.
Por increíble que parezca, Phineas no solo no murió a consecuencia del accidente, sino que permaneció consciente en todo momento y se dice que hasta comenzó a hablar pocos minutos después de lo ocurrido.
Después de un tiempo, el médico que atendió a Phineas tras el accidente, lo dio de alta pensando que éste se había recuperado por completo, al menos eso manifestaba su aspecto físico, pero poco tiempo después descubrieron que Phineas jamás volvió a ser el mismo ya que su personalidad y temperamento cambiaron de forma radical.
Esta situación hizo que la esposa de Phineas lo dejara, argumentando que él ya no era el mismo con quien se había casado y porque lo consideraba peligroso dado lo agresivo de su carácter.
Por si esto hubiera sido poco, Gage también se quedó sin trabajo en diversas ocasiones gracias a su inconstancia, irreverencia, blasfemia e impaciencia, todas características que antes del accidente no tenía.
Finalmente el cielo se apiadó de él y Phineas Gage murió a los 38 años de edad resultado de una serie de crisis epilépticas.
Gracias a Phineas, los neurólogos lograron llegar a la conclusión de que existe una relación directa entre los lóbulos frontales, las emociones y la toma de decisiones, todo esto encaminado a controlar nuestra conducta y a corregir errores.
De un modo hipotéticamente similar a lo ocurrido con Phineas, la relación de Nick con su esposa e hija, a quienes señala constantemente sus fallas y limitaciones, se va deteriorando dramáticamente. Pero no todo resulta tan malo después de todo, por lo menos para Cuddy, quien fue blanco directo de la predilección sexual de Nick por encima del gusto que le provocó en primera estancia “Thirteen”.
Sin duda es extremadamente halagador ser el blanco de un pensamiento o creencia positiva, pues aunque pueda resultar embarazoso, el hecho en si resalta lo positivo que tenemos o lo bellos que podemos ser a los ojos de otros.
Estas son las dos caras de la misma moneda, lo triste es que si todos sufriéramos del padecimiento que atormentó a Nick, la mayoría del tiempo nuestros pensamientos estarían encaminados a destruir en lugar de construir, y es por esto que lo mejor que nos pudo pasar fue haber sido diseñados con un área que se encargue de controlarnos volviéndonos en cierta medida “hipócritas” en aras de mantener nuestro Contrato Social intacto.
Amamos es verdad, admiramos también lo es, pero no somos perfectos y en medio de esa imperfección no podemos dejar de notar las fallas del mundo. Lo que nunca debemos perder de vista es que el mundo también tiene una opinión sobre nosotros y ésta puede ser incluso más aterradora de la que nosotros podamos tener de él.
"It's amazing the way people cling to insults. Or what they think are insults." – Gregory House – The Social Contract.
Gracias por leer, gracias por comprender.
P.D. Hasta House aprendió algo de todo esto.
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