Hoy me remonto con felicidad a la lejana tarde de mi primer beso, hace hoy 17 años exactos. Uno de mis más "realmente momentos"... imposible negarlo o evitarlo. Supongo que a la mayoría, si no es que a todas, nos pasa lo mismo.
Ese breve instante de humedades encontradas, expectantes, deseadas y nerviosamente temidas, nos cambia la mente y el cuerpo. Sin duda nunca volvemos a ser las mismas después de la sensual experiencia, inicio de una cadena de descubrimientos que nos llevarán, sin remedio, al intercambio sexual en plenitud. Es el comienzo de la aventura erótica de nuestras vidas.
A mí me llegó más tarde que a la mayoría. Tenía ya 18 años y llevaba varios esperando por aquel chico guapo que reuniera cierta cantidad de cualidades que lo hicieran irresistible ante mis ojos, pero sobre todo, ante mi necio corazón que había decidido pasarse la vida rechazando oportunidades de abrirse al amor después de un primer intento de enamoramiento fallido y doloroso.
Finalmente ese chico llegó, y resultó que ni era tan guapo ni reunía tantas cualidades, pero me flechó y algunos meses después descubrí que mi corazón era no sólo necio, sino también ciego y estúpido. Tuvieron que pasar varios años para que las heridas sanaran y me diera una nueva oportunidad para amar.
En fin, que el punto aquí es el primer beso y de eso no me puedo quejar (honor a quien honor merece), fue una experiencia tierna, amorosa, sorpresiva y sorprendente, audaz, natural y con un entorno boscoso de ensueño. Definitivamente algo sin precedente en mi vida y digno de una nena irremediablemente romántica como era yo entonces.
Recuerdo claramente la sensación de la hierba nueva bajo mis manos, el olor del encino, podía olerlo a él y sentirlo acortando la distancia, acercándose lentamente, amenazando con iniciarme en el juego del deseo. Unos segundos más y el mundo dejó de girar, y todo lo demás dejó de existir. Sus labios estaban sobre los míos, gentiles, cálidos, suaves; mostrándome el camino y calmando mis titubeos, llenándome de vida y atándome a la suya, porque pasara lo que pasara después, vinieran los besos que vinieran, ese sería para siempre el primero y gracias a ello, él ha permanecido y permanecerá inmerso en esa memoria selectiva que mi corazón ha desarrollado alrededor suyo, guardando lo bueno y desechando lo malo, atesorando los momentos mágicos en los que me ayudó a descubrir a la mujer apasionada que llevo dentro hasta hoy y olvidando aquellos en los que me enseñó lo que es sentirse una mierda. En fin, un buen recuerdo para este día de marzo.
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