jueves, 31 de diciembre de 2009

Los abandonados

"¡Cómo me dan pena las abandonadas,
que amaron creyendo ser también amadas,
y van por la vida llorando un cariño,
recordando un hombre y arrastrando un niño!..."

Recuerdo que así rezaba el poema de Julio Sexto que mi madre solía escuchar en la voz de Manuel Bernal cuando yo era niña.

Mi marido dice que en mi familia somos tirados al drama porque nuestra vida ha sido material digno de una película de Emilio el Indio Fernández, protagonizada por una Dolores del Río, una Marga López o una Libertad Lamarque en compañía de alguno de los hermanos Soler o de Joaquín Pardavé.

Sí, seguramente por eso me dan pena las abandonadas... y los abandonados también.

Muchas veces me he sentado a pensar en cuál es la verdadera razón por la que vengo aquí a vaciar el sentimiento, la reflexión, el dolor, la alegría, el coraje, la desolación, la emoción y todas las cosas de las que suelo hablar.

Aquí casi nadie me conoce y por esa razón creo que no siempre tienen sentido mis palabras más que para mí misma, para la amiga con la que comparto este espacio y para una o dos amigas que sé que de vez en cuando vienen a leer.

¿Compartir? Durante algún tiempo pensé que este espacio servía para compartir pero, ¿realmente tengo algo qué compartir?

La verdad es que no lo sé. Hablo porque tengo algo qué decir y creo que a estas alturas de la vida no necesito justificación para hacerlo. Simplemente ahí está para el que quiera tomar algo si le sirve y lo que no, pues que lo pase de largo.

De repente miro mis propios proyectos y veo que en algún momento los he abandonado. Casi siempre porque siento que no tiene caso seguir adelante con sueños que a nadie le importan.

En el recuento de lo que hice durante el 2009 me encuentro con que dejé pasar mucho tiempo antes de venir a dejar alguna entrada en este espacio. Siempre tengo algo qué decir, pero a veces no tengo tiempo, a veces no tengo ánimo y en ocasiones no tengo seso para expresar correctamente las ideas.

En fin... ¡Qué importa si lo que digo son tonterías o cosas sin sentido! Para mí, expresar lo que siento es comolanzar al viento la voz de la persona que vive aquí adentro y que es más que una hija, una esposa, una madre, una amiga o una trabajadora.

Que no sea yo, la primera en abandonar mis sueños.

martes, 29 de diciembre de 2009

No basta ser bien portada...

Una de las cosas que más recuerdo de mi difunta abuela Ana María es que siempre hizo énfasis en que deberíamos ser bien portados porque la gente que se porta bien, siempre es bienvenida en todas partes y por todo el mundo.


Crecí bajo este precepto y al final me hice una persona de bien, aunque nunca he sido capaz de dejar de lado mis defectos. ¿Quién puede?


Han tenido que pasar 37 años para que aprendiera que no basta con ser bien portada para que el mundo te acepte. Muchos sinsabores tuve pasar para darme cuenta de que no es mi culpa si no soy bienvenida en todos lados, el mundo y la vida son así. Bien lo dice el dicho: "No somos monedita de oro para caerle bien a todos".


Sé que esto es una tontería porque, ¿quién diablos en este mundo vive deseando ser querido por todos a su alrededor?


"Meet that fool."



Para mí, tener la aceptación de la gente es importante porque habla de que he hecho un buen trabajo en la vida; en cierto sentido minimiza mis defectos y me hace sentir mejor conmigo misma.


Si hubiera tenido hermanos, tal vez hubiera aprendido desde pequeña que el cariño, la aceptación, el respeto y muchas otras cosas no necesariamente se reciben por méritos; existe una opinión y una forma de ser y de pensar del otro lado que definen qué te dan (si te dan) y en qué medida, y que no necesitas que el mundo te quiera o acepte porque lo que vales no está definido por el número de personas que te quieren.


He luchado mucho por quitarme de encima la tristeza que me invade cuando siento que la gente no me quiere o no me acepta. La cabeza sabe bien que eso no es importante, pero el corazón se empeña en llorar por el cariño no recibido.


Eso sí, nunca me quedo donde no soy bien recibida y eso es algo que tiene que cambiar.


¿Por qué? Porque la única persona que define quien soy, soy yo misma. Retirarse es aceptar que son otros los que dictan quién soy y cómo me muevo. Eso eventualmente te lleva al resentimiento y bueno, ese es un sentimiento que deberíamos combatir porque corroe el alma.



Terminas por no quererte porque te crees estúpida, porque seguramente por eso la gente te da la espalda (incluso aquella que alguna vez te dijo que te quería) o te ignora y al final sólo puedes "ver Moros con tranchete".



¿Qué se siente que te valga madre lo que el mundo piense de ti? Bueno, eso es algo que estoy por averiguar.



Nunca es tarde para hacer las cosas por las razones correctas.

lunes, 28 de diciembre de 2009

A punto

Estoy a unas horas de subirme a un avión rumbo a Europa. Hay mucho dentro pero poca claridad para expresarlo. En general temo a los aviones (nunca tanto como para uno subirme a uno) así que no empezaré a disfrutar del viaje hasta que esté finalmente en Florencia y pise de nuevo tierra firme.
No ha sido fácil, la decisión de viajar no la tomé yo pero mi marido me ha visto tan estresada a últimas fechas que decidió que era un buen momento para alejarme de todo y despejar mi atribulada mente por unos días. Tiempo, distancia, frío y escenarios nuevos es una mezcla que ayuda a la mayoría; espero sinceramente que funcione conmigo.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Que alguien me despierte cuando diciembre termine

Una vez más llegó diciembre, en medio de una especie de embrujo de tiempo que nos hace percibir que un año transcurre en un par de semanas. Ya he dicho antes que para mí las luces, los árboles adornados y todos los etcéteras que adornan el mundo occidental (o por lo menos su hemisferio norte) no hacen más que provocarme una especie de mini depresión, y éste que transcurre no podía ser la excepción.

A lo largo de mi vida (desde que abandoné la niñez) los diciembres me han significado todo menos fiesta: a los once años me pegó la varicela y pasé gran parte de las posadas, y la Noche Buena misma, obligada a una cuarentena con toda la soledad y aislamiento que eso supone; a los quince tuve el doloroso deseo incumplido de recorrer el típico tianguis navideño de la Industrial (si remotamente alguien, que tenga o haya tenido que ver con la zona de la Basílica de Guadalupe, lee esta loquera, sabrá de lo que hablo) con un amorcito frustrado de juventud; a los dieciocho una amiga "aderezó" mi cena de Navidad con la noticia de que mi reciente ex novio había vuelto con la niña con la que tronó para andar conmigo durante seis meses; a los diecinueve, veinte y veintiuno me pasé toda la temporada navideña luchando con el fantasma de carne y hueso de ese mismo ex por todo el Puerto de Veracruz; a los veinticuatro comenzó el viacrucis (finalizado a mis treinta y tres) de las hospitalizaciones anuales recurrentes, sino de mi hijo, de mi hija, bien por neumonía, bien por bronquiolitis, bien por rotavirus, bien por apendicitis pero siempre en los últimos días de Diciembre; en ese mismo período la soledad era nuestra constante como familia, muchas noches de Navidad y Año nuevo la pasamos los cuatro solos, lejos del resto del clan a causa de la distancia y de que el trabajo de entonces no nos permitía el tiempo suficiente para trasladarnos a los lugares de reunión familiar; a mis treinta y cuatro, mi hija recién operada de mastoidectomía tuvo una complicación infecciosa y cada uno de los últimos días de diciembre lo pasamos inmersos en la angustia de las dolorosas curaciones y de la incertidumbre sobre si servirían de algo o si sería necesaria una nueva cirugía. El fin de año de mis treinta y cinco me dio una tregua pero éste que transcurre me ha mostrado su feo rostro desde su mismo comienzo, así que a pesar de mis intentos no logro contagiarme del espíritu festivo, por el contrario, quisiera dormir ahora mismo y, como dice la canción de Green Day, que alguien me despierte cuando diciembre termine (sí ya sé que la rola dice "septiembre", pero permítanme el beneficio de la "licencia literiaria").

jueves, 10 de diciembre de 2009

La luz al final del túnel

Llevo varias semanas caminando en un túnel oscuro. He tropezado varias veces y la mayoría de ellas he sentido que no me queda fuerza para levantarme. Los viernes son los días más crueles, por lo tanto caer en viernes es lo más común. En más de una ocasión he estado a punto de rendirme y quedarme recostada boca abajo, en el fango, sin mover una pestaña, inmersa en el silencio oscuro y deprimente que parece llenarlo todo junto con el fango frío que me cubre. Me sorprende no haber sido capaz de permitírmelo ni siquiera una vez, me impresiona voltear hacia atrás y ver que esa mujercilla ojerosa y débil no se ha rendido, y no se ha permitido a sí misma la comodidad de la derrota. Me miro y me desconozco: fuerte, optimista, entrona, sonriente a pesar de que a veces parece que voy perdiendo la batalla contra esta crisis maloliente que ha llevado a la tumba a más de tres competidores directos. Me miro y siento en la cara el orgullo de mujer y de madre capaz de regresar a casa con una buena actitud a pesar de haber tenido un día de perros, para mostrarle a mis hijos cómo se enfrenta la vida con toda su problemática. Ese ha sido mi motor, la esperanza de enseñarles con mi ejemplo de vida que no hay problema en el mundo capaz de quitarle las agallas a su madre. En medio del fango he visto sus caritas y eso me ha dado la fuerza para levantar los hombros y volver a caminar hacia el final del túnel, porque todos, por largos que sean, tienen un final. La lucecilla ha aparecido esta semana, cada día se hace más grande y me alumbra mejor el camino. Faltan pocos días para que al fin pueda quitar de mis hombros el peso de este año que ha resultado de pesadilla en el aspecto económico. Falta poco para llegar al final que no será más que un nuevo principio, pero con la certeza de que si este año no me mató, no creo que nada pueda hacerlo ahora.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Hasta aquí

A veces me enfada lo cursi que puedo llegar a ser cuando me dejo llevar por ese estúpido estado de arrobamiento del corazón. Uno de mis propósitos de vida, para lo que me resta de la misma, es ser mucho más práctica, dejar el pasado en el lugar que le corresponde y parar de dolerme por cosas que sucedieron hace años. La esclavitud no es permisible ni siquiera cuando es uno mismo quien se la ejerce. El que se fue, se fue; el que no amó, no amó; el que decepcionó, decepcionó; el que se va sin decir adiós es porque así lo quiere; la amiga de antes que no quiere serlo más sus motivos tendrá. ¿Y? ¿Qué gano con sufrir y desgarrarme? ¿No me convierto acaso en la más grande estúpida al hacerlo?
¡Basta! ¡No más! Hasta aquí.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Un hijo y una hija

Un varón era mi sueño mucho antes de ser madre; imaginaba un chaparrito con amplia botija y cachetes apachurrables, vestido de futbolista e inseparable de un balón con el que destrozaría todos los adornos de cristal cortado y demás artilugios propios de las mesas de centro. Sin embargo la vida me regaló primero una nena. No fue fácil aceptarlo de inicio, la imagen del varoncito había estado demasiado tiempo en mi mente abyecta de pre-madre, pero eso pasó pronto y antes de un par de semanas la idea de una compañerita de vida me había seducido. Comencé a imaginar todas las cosas que podríamos compartir bajo nuestra condición de mujeres: las idas de compras, las historias cursis, los "tacos de ojo", las películas de princesas y demás. Ger llegó dos años después a mostrarme el mundo masculino. Una vez más debí pasar por un proceso de adaptación, ¡los niños son tan diferentes de las niñas!
El punto es compartir mi felicidad por haber sido bendecida con un hijo y una hija, por poder disfrutar de cada uno de esos mundos tan distintos.
Ana tiene hoy doce años y ha resultado una extraordinaria compañera de camino, compartimos cientos de cosas, hemos llorado y reído juntas, ir de compras con ella es genial aunque tal vez lo que más disfrutamos es las idas a Coyoacán con su chachareo y ese dilatado espulgar de librerías, con sus quesadillas y gorditas de papa del mercado y el churro relleno de lechera con el que siempre rematamos. ¡Ah! Y el ritual del crujito sagrado que consiste en asistir a las exposiciones temporales del Museo de Antropología e Historia y a la salida comprar una bolsa de crujitos y comerla despacito sentadas en algún punto de Reforma mientras vemos la vida pasar y hablamos de lo que sea.
Ger tiene hoy nueve años y es un niño inquietísimo y adorable, el terror de las maestras de su escuela y el gallo de su profe de Tae; es un chavito con una energía inagotable y un corazón gigante. Cada noche compartimos unos minutos antes de dormir, igual contamos historias que me formula preguntas dignas de las más profunda reflexiones, a veces corremos juntos y siempre se burla de mi precaria condición física pero corre más despacio para que podamos ir juntos todo el recorrido, le encanta bailar conmigo (todavía, y como no sé cuánto durará, lo estoy disfrutando a tope) y darme vueltas hasta que me mareo. Adoro ir con él al fut y ver cómo da todo de sí en cada entrenamiento, cómo enfrenta sus miedos sin reparos y cómo sonríe también con los ojos.
Estoy convencida de que si no hubiera tenido una y uno, lo habría necesitado aún sin saberlo; así que al tener conciencia de mi fortuna la disfruto intensamente a cada minuto.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

El frío y yo


Por muchos años viví sintiendo un profundo temor al frío, seguramente porque muchos inviernos en mi vida estuvieron enmarcados por cuadros severos de enfermedades respiratorias.

Nací un día de agosto y cuando mi papá fue por mí al hospital, me llevó envuelta en cientos de cobijas y por si eso le hubiera parecido poco, le pidió al taxista que lo trasladó a casa, que por favor subiera los vidrios de su coche porque llevaba a su niña recién nacida y prematura.

Mis papás, como buenos primerizos nunca dejaron ni que me diera el aire, mucho menos que caminara descalza o me mojara en la lluvia, y durante los inviernos, llevaba dos mochilas a la escuela, una para mis útiles y otra para el suéter, la bufanda, los guantes, el gorro y la chamarra, y no, Guadalajara nunca ha sido tan helada como para tanto trapo.

Recuerdo haber pasado algunas Navidades en Agua Prieta, Sonora y en Ensenada, Baja California (ahí sí hace frío de a de veras), pero no recuerdo el haber convivido con mis tíos ni primos, recuerdo haber estado con tos, afónica y tomando jarabes, pastillas y en el peor de los casos, siendo víctima de la jeringa.

Es triste que todas las buenas intenciones de mis papás por evitarme riesgos de algunas enfermedades, hayan derivado en cuadros que tal vez fueron peores que los que hubiera tenido en circunstancias normales.

Desde hace algunos años (quizá desde que me casé hace 10), me he dado permiso de disfrutar el frío y no siempre he terminado mal.

Mi recuerdo más reciente es haber caminado por el bosque en Mazamitla sintiendo en mi cuerpo esa humedad llena de olor a pino para después ir a refugiarme al calor del fuego en mi cabañita.

Es curioso pero la vida en general es así... hay que aprender a disfrutar el frío para que cuando te llegue el calor de un fuego o el de un abrazo, te llenes de esa maravillosa sensación que significa estar vivo.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Una segunda despedida

Hay despedidas que se llevan en el corazón por siempre. Aquí he vertido alguna de mis más dolorosas. Sin embargo la primera me sucedió a los dieciseis. La he recordado siempre e igualmente siempre me ha dolido.

La mañana del fin de mi etapa preparatoriana fue gris, como gris fui yo en todo su transcurso, como gris fue la generación a la que pertenecí, igual de gris que la ceremonia de clausura y la entrega de certificados en la que participaba. De alguna manera sobriviví a la parafernalia de la toga y el birrete, y mis ojos lograron no hacer agua. Nada me importaba lo que se decía, los diplomas de excelencia entregados, los familiares de los graduados sentados en masa frente a nosotros, sonrientes todos por el logro de sus hijos; nada. Lo único que martillaba en mi cabeza era que ese sería el último día que lo vería.

Lo amé en silencio por dos años y siempre me conformé con la esperanza diaria de verlo de lejos. Estudiaba sus gestos con la misma dedicación con la que leía a Shakespeare, miraba los movimientos de sus manos con la misma pasión con la que resolvía mis ejercicios de álgebra. Me gustaba mirar su cabello negro, amaba ver su andar lento y beberme la estela de su aroma (una mezcla perfecta de loción y cigarrillo), deliraba al escuchar su voz. Así que al finalizar aquella ceremonia mi vida dejaría de tener sentido. No lo vería más. "NUNCA" retumbaba en mi cabeza como la única palabra posible. ¿A qué me dedicaría después si ya no podría verle ni de lejos ni de cerca?, ¿qué interés podía tener la universidad si no me ofrecía la posibilidad de pasar a su lado y temblar ante el "hola" casual que podría regalarme en medio de una sonrisa piadosa?, ¿qué me quedaría después de que ese medio día terminara de asesinarme las esperanzas?

La ceremonia finalizó. No recuerdo bien si me despedí o no de los que fueron mis amigos durante tres años, no sé si hubo algún festejo; sólo recuerdo que salí al estacionamiento y subí al coche que mis padres me habían prestado como premio a mis múltiples diplomas de excelencia académica, y que también era gris. Sólo entonces pude abrir las compuertas y las lágrimas se desbordaron sobre mi rostro adolescente. Todo había terminado y yo ni siquiera me había despedido de él.

¡La vida era tan injusta y triste y dolorosa!

Minutos después le vi aparecer junto con otro amigo, caminaron hacia mi auto, me limpié las lágrimas como pude, nos saludamos, nos despedimos como si cualquier cosa, como si nada, como si al día siguiente la rutina de los últimos tres años de nuestras vidas fuera a repetirse, como si no estuviéramos terminando un ciclo y abriendo otro nuevo y distinto en el que ya no compartiríamos aula ni maestros. Después vino ese momento que he guardado en mi memoria con una nitidez extraordinaria: él alejándose, yo mirando su espalda y su cabello ondulado mientras sus pies avanzaban con esa lentitud tan suya, en una especie de cámara lenta que sólo yo, entre la inundación de mis ojos, era capaz de observar; puso un pie tras otro sin mirar atrás, sin dejar nada para mí. No pude decirle adiós como hubiera querido, no pude abrazarlo una sola vez, no pude gritarle cuánto lo amaba y cuánto iba a extrañar su compañía distante y sus ojos aunque no me miraran y su sonrisa aunque no me sonriera y su voz aunque no me hablara.

Diecinueve años después, la vida o mejor dicho Facebook, nos puso frente a frente de nuevo. Yo sané algunas heridas, él confesó tardíamente lo que no se atrevió en su momento y ambos construímos una especie de amistad con fuertes reminicencias de aquel pasado en el que las mariposas se nos agitaban en el estómago al ver al otro. Los pocos momentos compartidos parecían estar suspendidos en un limbo ligero y perfecto en el que no había silencios incómodos y se podía hablar sin ataduras de cualquier tema, en el que se podía ser un alguien distinto al que caminaba por la calle cada día, un alguien único y libre que sólo podía existir en la compañía del otro.

Vivir en la misma ciudad nos permitió vernos de vez en cuando, la segunda despedida viene como resultado de su cambio de residencia. El amor tocó a su puerta y, como suele suceder con las personas que esperan demasiado, lo hizo de una forma avasallante. En tres meses pasó de ser un soltero empedernido a un loco enamorado capaz de dejarlo todo para seguir al amor de su vida a un pueblo lejano. Me alegró el fin de su soledad, me hizo feliz saberlo feliz, sin embargo no puedo negar que me dolió saber que esos limbos ligeros dejarían de ser posibles para mí, que no habría más de esas conversaciones largas y variadas, que la música una vez más llegaba a su fin. Esta vez es diferente porque no soy una adolescente enamorada sino una mujer casada y comprometida con su matrimonio, madre de dos hijos, con un sin fin de responsabilidades sobre los hombros, una mujer que siempre ha creído que el amor no se destruye, que si alguna vez amaste con intensidad ese amor se convierte en algo más sereno con el paso de los años pero no deja de existir; bajo esa premisa puedo decir sin miendo ni vergüenza que siento por él un cariño inmenso, que su nombre jamás pasará sin pena ni gloria frente a mis ojos y que su sonrisa vivirá por siempre en mis recuerdos más básicos.

Una segunda despedida se acerca y no es el amor ni el desamor lo que me duele, es la certeza de que nunca más nos veremos, pero sobre todo, la inminencia de un nuevo adiós sin una mirada, sin un abrazo, sin un apretón de manos, sin un último limbo. Siento que vivo una y otra vez ese momento en cámara lenta en el que lo veo alejarse y no puedo hacer ni decir nada, vuelvo a tener dieciseis y a sentir una punzada en el corazón.

Entiendo que organizar un cambio de vida tan dramático en menos de un mes es algo que no deja tiempo para despedirse de las amigas ñoñas de la prepa. No reprocho, es sólo que me habría encantado poder decirle adiós mirándolo... tal vez entonces aquella mañana gris de hace diecinueve años dejaría de doler.


viernes, 27 de noviembre de 2009

Disyuntivas

He notado que cada determinado tiempo la vida me presenta disyuntivas de alto impacto. El viernes pasado fue uno de esos días en los que se siente en el aire la necesidad imperiosa de una redefinición, de un cambio de rumbo, de un nuevo derrotero. Parada en la fila del banco comencé a sentirme pequeñita, extraña, con la garganta hecha un nudo ciego, como años antes en tantas ocasiones: en la recámara de mis padres, exponiendo mi necesidad por alejarme del dolor, anhelando que se me permitiera volver a Ciudad de México para comenzar una vida nueva y sola. En el balcón de la casa de Veracruz, deseando con todas mis fuerzas estar al otro lado del teléfono con el hombre al que amaba y amo, inmersa en la ansiedad de verlo, de abrazarlo y decirle a los ojos que sí, que aceptaba pasar el resto de la vida a su lado. En mi oficina aceptando el trato de ir a vivir a León a comenzar una vida nueva en completa soledad de pareja. Empacando mis cosas y saliendo de casa de mis padres rumbo a los preparativos finales de mi boda, para nunca más volver como hija de familia. Frente a un predictor con dos rayas rosas y con mi incipiente matrimonio colapsando a mi alrededor. A doscientos metros de la casa qe siempre soñé y que construimos con tantos esfuerzos, caminando después de la comida en medio del frío sutil de finales del invierno leonés, aceptando el duro revés que significaba volver a Ciudad de México a pesar de haber jurado que nunca más.
La experiencia me dice que no debo dejarme intimidar porque la tempestad dura poco y depende de mi convicción el salir con más o menos respones; tantas idas y venidas deben haberme dejado algo bueno, las renuncias incomprensibles del pasado deben ahora ser mi acicate y mostrarme el camino; debo asimilar, aceptar y, una vez más, decidir, escojer el camino. Espero que esta vez también sea el correcto.

martes, 24 de noviembre de 2009

Hojas secas

El otro día iba de camino al colegio de mis hijos cuando en un semáforo rojo que me tocó vi sobre el camellón un rastro de hojas secas. Sentí la necesidad de escribir sobre ello y esto fue lo que resultó.


Hojas secas, hojas que pintan mi vida con el color de la experiencia.

Hojas secas, hojas muertas, claro indicio del fin de un ciclo.

Hoy son hojas secas las que cubren este camino lleno de otoño, pero mañana vendrán las verdes a decorar en otro tono el paisaje de mi vida.




jueves, 19 de noviembre de 2009

Espejismos

Un día despiertas y sientes que nada encaja, que te pones vieja y fea y aguada, que tus hijos no te pelan y tu marido te da flojera. Un día la vida te pone pruebas y sientes que no tienes la fuerza para superarlas, entonces buscas estímulos o la vida misma te los pone en el camino y encuentras espejismos baratos, paraísos efímeros, te embotas con ellos y lo que te sostiene (tu familia) es lo único que no observas ni sientes ni comprendes.
Siempre he dicho que Dios me ha protegido miles de veces de mí misma, mi umbral de estupidez es tan alto que de haberme permitido tomar decisiones habría hecho un muladar de mi propia existencia; así que históricamente me ha quitado de encima las tentaciones para que no pueda, aunque quiera, joderme los días que me quedan. Así, sin darme cuenta, y aunque mentando madres al inicio, todo vuelve a su lugar, las sonrisas de siempre regresan, los amores que no se van nunca son vistos de nuevo, el protagonista de mis sueños brilla otra vez sobre su escenario, regresan a casa los soles y las lunas y yo misma. Sé que suena extraño pero ese día, el del retorno, el de la vuelta a casa, y las semanas que le siguen son tan placenteros que hacen que valga la pena el efímero extravío, después de todo dicen que lo mejor de los pleitos son las reconciliaciones ¿no?, pues en este caso aplica con sus asegunes: lo mejor de mis espejismos es cuando desaparecen tras la barba de tres días de mi marido.

martes, 10 de noviembre de 2009

Ayer cumplí treinta y seis

Ayer cumplí treinta y seis. A pesar de que ha sido un año difícil y que la fecha llega en un momento en el que mi vida está bajo una intensa presión, puedo decir que estoy plena. Físicamente nunca me había sentido mejor, veo mi rostro en algunas fotografías y me parece que reflejo serenidad, un buen mix de madurez y juventud, y un bienestar que a veces me sorprende encontrar ahí porque no tengo conciencia de sentirlo realmente. Este año resolví cuentas pendientes con el pasado y le he ganado la partida (no sin raspones y madrazos) a la dichosa crisis económica mundial, adquirí mejores hábitos, me enamoré del ejercicio y bajé mi consumo de cigarrillos a un par por reunión social. El balance es positivo, creo, sin embargo el fantasma del tiempo avanzando como un F1 incontenible me ha golpeado el cerebro y la entraña, me ha dejado pensando en la fugacidad de la vida y sintiéndome pequeña ante ello. He llegado hasta aquí sin sentirlo siquiera; en lo que me ha parecido un parpadeo pasé de los quince a los treinta y seis, en un suspiro mi nena pasó de mis brazos a los de la pubertad y mi enano, de usar pañales a jeans entubados y playeras negras con insignias de Metallica. No me quejo de ello, de verdad que no, es sólo que me aterra que los próximos viente años se me vayan igual que los anteriores y que en otro parpadeo me encuentre arañando los sesenta y temblando ante lo inminente de mi propia decadencia, pero sobre todo si en ese momento volteo al pasado y encuentro que he malgastado mis días, mis sonrisas, mis besos y mis abrazos, que no hice nada realmente bueno para mí y los que amo y los que no amo, que mis acciones o pensamientos no trascendieron en el corazón de por lo menos una persona.
Ayer cumplí treinta y seis, y me hice la promesa de costumbre: vivir a tope. Sigo tratando, sigo intentando...

sábado, 31 de octubre de 2009

El Cuervo

¿Qué sería de un día de brujas sin la historia del Cuervo de Poe?

No es propiamente el poema, pero es una adaptación hecha para un capítulo de Halloween de Los Simpson que francamente encuentro muy entretenido.

Aquí les dejo mi último cuento del día.

"The Raven" por Edgar Allan Poe en la voz de James Earl Jones.

El gato negro

Tengo varios animales favoritos pero el rey de reyes siempre será el minino y más si es negro.

Aquí está esta triste historia del gato negro de Edgar Allan Poe. El concpeto es interesante porque se usa la técnica del cine mudo y en blanco y negro.

Para los que no conocen esta historia de Poe o no le agarran al portugués, les dejo la liga al cuento para que sepan con detalle lo que sucede, aunque la sola animación dice muuuucho.
Cortesía de: crisigner en Youtube, "The Black Cat", por Edgar Allan Poe.
Adaptação do conto de Edgar Alan Poe, OGato Preto, realizado durante Escola Animada de Contagem/mg. Uma oficina de animação da qual fui instrutora.O projeto foi realizado com técnica de animação de recorte e teve seu conceito embasado nos filmes mudos do inicio do século XX. Principalmente os filmes expressionistas alemães. Contou com a efetiva participação de Léa Cardenas, Rodrigo Liberato, Janine Brioude e Felipe Augusto. Apoio e edição de áudio, Leonardo Arantes. Direção e edição, Cristiane Fariah.

Vincent

Esta es una historia que me compartió hace algún tiempo mi querida amiga Marisol. Conocedora de mis gustos por las buenas historias de terror me dijo: "¡Vincent te va a encantar!"... y no se equivocó.
Como es de esperar, el trabajo de Tim Burton es extraordinario y extrañamente conmovedor.
Me gusta porque es hermoso y porque en cierto sentido ha retratado una pequeña parte de mi... en realidad no sólo de mi, sino la de todos los que somos así.

Cortesía de calcetinsudao en youtube: Vincent, de Tim Burton

Corazón Delator

Noche de brujas, noche de terror que precede a la paz que te trae la muerte.

Quien me conoció de niña jamás podría decir que detrás de esta carita llena de ternura, se escondía una gran fascinación por las historias de terror.

No el de las películas como "Halloween"0 "Viernes 13"... Esas me dan pena ajena cuando no me dan risa.

Las historias de terror que me gustan no necesariamente vienen de seres sobre naturales (aunque admito que la historia de Drácula es una de mis favoritas), sino las que vienen de tipos ordinarios, de hombres que han perdido la razón y no lo saben, de aquellos que se ven atormentados por sus demonios internos, esos que conviven en el mismo cuerpo junto con los sentimientos de amor y de caridad.

Porque no somos ciento por ciento buenos, ni tampoco somos ciento por ciento malos.... porque todos tenemos un lado bueno, lleno de amor y de comprensión, pero también sucumbimos ante una obsesión que se instala en nuestro cerebro para llevarnos a un punto oscuro del universo.

Porque muchas veces nos ha enloquecido el latir de un corazón delator.

Cortesía de
cykopsiv en youtube: "Tell Tale Heart " de Edgar Allan Poe, un film de Columbia Pictures.

jueves, 29 de octubre de 2009

Hoy, hoy, hoy

La calma ha vuelto junto con la certeza del sitio al que pertenezco. Durante varias semanas me dejé llevar por una especie de dolorcillo virtual que yo misma me he creado desde tiempos inmemoriales (o sea desde hace unos veinte años). Siempre me ha dolido que la gente a la que quiero no cumpla con su parte, sobre todo cuando esa parte significa que me quieran también, que yo sea importante en sus vidas, que me tengan presente, que no me olviden. Invariablemente cuando el objeto de mi afecto no cumple con esas sencillas premisas, me vienen el sufrimiento emocional, la tristeza, la melancolía y una especie de proceso auto devaluatorio en el que trato de encontrar todos aquellos defectos o carencias que llevaron a aquella persona a no quererme o a no desear mi compañía. Entonces me siento tonta y pequeña y fea y simple y estúpida y etcétera, entonces me la paso haciendo recuentos interminables de los momentos compartidos hasta sublimarlos, entonces dejo de lado mi presente para instalarme en ese pasado glorioso e irremediablemente perdido. Esa es mi especialidad, el pasado y lo que contiene, el ayer o antier o hace meses o años o décadas. Suena bastante psicótico y no dudo que lo sea. La parte buena empieza cuando me canso de toda esa mierda y empiezo la reconstrucción de mi porción de alma dañada y eso sucede cada vez con mayor velocidad. Hoy he decidido empezar. Hoy, hoy, hoy, como el necio dicho foxiano.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Triste por México

Hoy me duele México y me siento impotente ante la devastadora evidencia que me embarra en la cara un futuro miserable y mediocre para el país que piso, que me vio nacer y que amo (a pesar de que reniegue una y mil veces). Me mata las esperanzas el comprender que por más esfuerzos que haga para sacar adelante a mi empresa, a mi familia y a mi país (desde mi pequeña trinchera de lucha diaria), estoy supeditada a las decisiones que toman personas sin compromiso, sin amor por México, sin visión de estado y demasiado cobardes para asumir el costo político de las reformas indispensables para que a este país no se lo cargue la chingada.
Los ricos tienen recursos e influencias para defenderse solos, los pobres son la bandera favorita en la que se enredan los politiqueros mesiánicos que siguen sosteniendo la idea de un pueblo que tiene todos los derechos y ninguna obligación, de un pueblo mal educado y acostumbrado a estirar la mano para que se les otorgue por el simple hecho de ser "pobrecitos"; y los de en medio, los que generan los empleos y se la juegan día a día en un país que no ofrece ventajas competitivas, los que pagan impuestos, los que sostienen la endeble economía, los que transforman, los que manufacturan, los que ofrecen servicios, los que ahorran (o por lo menos lo intentan) en bancos nacionales y no en instituciones de Suiza o Luxemburgo, ¿a nosotros quién diablos nos representa?, ¿a nosotros quién carajos nos defiende en las Cámaras? Estamos solos, con nuestras manos, nuestro trabajo y una determinación a prueba de todo para seguir luchando por nuestros hijos a pesar de que cada año nos aprieten más la bota que tenemos permanentemente sobre la cara.
Lo dije en la mañana en Facebook y lo repito aquí: hoy me siento triste, impotente, desesperanzada y vulnerable, pero no derrotada, mis hijos me sostienen.

viernes, 9 de octubre de 2009

Como quiera que sea

Después de un momento de locura y desesperación ante lo que parece no tener solución, puedes experimentar una profunda depresión.

Caer en la depresión es la cosa más sencilla que existe, salir de ella es lo complicado porque automáticamente todo (o la gran mayoría de las cosas que te rodean) pierden sentido.
Se tiene al marido, a los hijos, a la familia y a los amigos es verdad, pero también se tiene un vacío en la boca del estómago que uno no sabe cómo o con qué llenarlo.

Desde que tengo este espacio he desahogado en él muchas de las emociones buenas y malas que he vivido de un tiempo para acá, no en plan de queja, sino en plan de sacar de mi sistema lo que me atormenta o lo que me hace vibrar, con la intención de compartir con otro ser humano (el que está del otro lado del monitor), un poco de mi humanidad con sus carencias, debilidades o cosas buenas.
Esta última mala racha me llevó a alejarme de muchas cosas. “No tengo tiempo”, “no estoy de humor” y “no tengo nada bueno que decir o compartir”, fueron las constantes de esos días.

Pensé que no era la única persona que tiene mil cosas por las cuales preocuparse o sentirse agobiada y que lo que menos necesitaba el mundo era tener que cargar conmigo y mi depresión.
Encontré respuesta a algunas de las interrogantes que minaban mi existencia en los lugares menos esperados. Nunca porque haya salido a buscarlas, siempre porque las circunstancias me pusieron en el momento y en el lugar indicado para recibirlas.
Por primera vez en mi vida me revelé contra Dios y renegué de mi suerte. Por primera vez le dije que si él todo lo podía, por qué no me ayudaba aunque fuera un poco.
Cuestioné en dónde se encontraba la línea que dividía la caridad del egoísmo en su más pura expresión y aprendí que en aras de buscar el equilibrio y la justicia, siempre iba a meter la pata en alguno de estos dos extremos del comportamiento humano.
¿Dónde está la justicia? ¿Dónde está la felicidad?
La justicia no es de este mundo así que no puedo basar la felicidad o la desgracia en la medida en la que la justicia se manifiesta.
Hay que aceptar lo que se tiene enfrente sea merecido o no, y hay que hacer un esfuerzo enorme para romper con el círculo vicioso que te mantiene en la oscuridad porque no es con soledad como se llena el vacío que te deja una mala racha.
Hay que romper paradigmas, no para alcanzar la felicidad ideal porque los problemas nunca desaparecerán; hay que romperlos para crear un estado interior en el que los problemas no sean más que una situación pasajera que se puede sortear con éxito.
Hay que pedir ayuda, no porque necesitemos que los demás nos tengan lástima o nos sepan débiles, sino porque si el ser humano fuera autosuficiente, no habría necesidad de que existiera nadie distinto a Adán.
Porque cuando soy capaz de romper el silencio para propiciar un momento de encuentro, me alimento es verdad, pero también se alimenta el que está del otro lado cuando me tiende la mano, por lo tanto, en ese instante dejo de representar una carga.
Aprendí que hay que abrir la puerta aun cuando eso signifique la posibilidad de salir lastimado por la ingratitud, la injusticia o el desamor.
Fue entonces que entendí por qué Dios ama más el bien de lo que detesta el mal…

viernes, 2 de octubre de 2009

Fragile (¡Feliz cumpleaños, Sting!)

On and on the rain will fall like tears from a star, like tears from a star. On and on the rain will say how fragile we are, how fragile we are...

Fragile. Rola icónica, de lírica poética y pacifista, humana, con una guitarra dulce y clamorosa de conciencia. La primera vez que la escuché fue por ahí de 1989. Atrapada ya por la música de The Police pero sin saber mayor cosa sobre el estatus de la banda o sus ex integrantes, un día miraba un programa de videos en la tele cuando escuché la, para entonces ya muy identificable por mi oído, voz de Sting. Mi atención se centró inevitablemente en ese hombre descalzo envuelto por una nada brumosa, sentado sobre un banco que parecía un cubo de madera, con el pelo largo atado en la nuca y varios mechones rubios sueltos sobre la cara, una camisa blanca y un pantalón oscuro, holgados, arremangados, gritando ambos austeridad, libertad; con una guitarra acústica como única compañía. Un hombre tan distinto en apariencia de aquel Sting apocalíptico de Synchronicity, o del otro semi punk de los inicios de The Police, los dos únicos que conocía a mis quince años. Un Sting sereno, con las finas facciones turbadas a medias por un dejo de reflexión, acaso por la dureza de la letra escondida entre estrellas, lluvia y figuras poéticas. Un Sting personificando la fragilidad humana.
Fue imposible que no cayera en las redes de aquel poeta con guitarra, inevitable que me enamorara hasta la médula de su arte; y así hoy, veinte años después, vengo a felicitarle nuevamente por su cumpleaños, recordando el embrujo inicial y todos los subsecuentes.

¡Feliz cumpleaños, Sting!

Lamentablemente no se puede insertar el video original, pero dejo el link:

http://www.youtube.com/watch?v=x0dMBqtGtOU

Y dejo también una versión en vivo, parte del Brand New Day Tour (que tuve la fortuna de ver desde una butaca del Auditorio Nacional):

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Después de la tormenta

Pasado el bajón de las últimas semanas en mi estado emocional e inmersa en el intento de mantenerme fuera del alcance de la depre, quiero escribir sobre algo positivo.
Escribir... creo que escribir es un término que uso cuando me refiero a plasmar en letras algo que contenga sustancia, tal vez por eso me cuesta tanto. Escribir es mucho más que teclear o que dibujar garabatos en un papel en blanco. No sé si escribiré esta entrada o sólo la garabatearé. Ya lo veremos al final.
He leído a muchos autores a lo largo de mi vida. Algunos me han dejado huella, otros, escuela y varios más han pasado de largo sin pena ni gloria. Creo que los que escriben en serio son los que te tocan el corazón y hacen que la vida del lector cobre un sentido nuevo, aunque sea en un aspecto ínfimo. Sin duda Mario Benedetti se lleva el puesto de honor en mi cuadro de preferencias. Él ha llenado todos los espacios en la requisición que me hago sin conciencia cuando abro un libro (sea de prosa o de poesía): ha dejado en mí una huella profunda, me ha sembrado el amor por la literatura hispanoamericana, me ha enseñado que las palabras son poderosas, demoledoras, capaces de generar cualquier emoción en quien las lee; Benedetti ha sido mi maestro, claro, clandestinamente y en el grado de Maternal I en el que me encuentro. Isabel Allende viene después, con su claridad y ese toque de realismo mágico que no empalaga, que se muestra sólo en destellos regados aquí y allá en sus novelas. Claro que la chilena es menos política y sus novelas adoptan un estilo mucho más clásico que las del uruguayo, pero encuentro en ella cierta exquisitez, una sutileza bárbara para llevarte de una escena a otra sin que apenas lo notes. Pretendo comenzar a leer Paula en un par de semanas. Ernest Heminway, no sé si por mi fijación sobre la superioridad de una obra leída en el idioma en que fue concebida, pero en ninguno de los dos libros que le he leído me ha dejado mayor cosa.
En fin. Hora de ir a comer. Sé que es una entrada medio loca, pero necesito sentir que la tormenta emocional pasó y que puedo escribir sobre algo diferente a mis sentimientos. Me encuentro en una fase de desprendimiento de lo negativo y en un intento por abrazar lo que me pueda llevar hacia esa paz que tanta falta me hace. Mañana escribiré sobre Scarlett O'Hara y Rhett Buttler. Esto leyendo Lo que el viento se llevó, y esos dos personajes me tienen fascinada.

martes, 22 de septiembre de 2009

Tonto corazón

Siempre lo hemos sabido, ¿verdad? Eres tonto. No te lo digo a manera de ofensa, créeme, sino porque en verdad creo que lo eres y porque los años que llevamos juntos (con todas las idas y venidas que hemos compartido) me lo confirman.
Está bien, está bien... si no eres tonto, tampoco podemos decir que eres inteligente; eso sí que jamás lo has sido (me pregunto si algún día aprenderás a serlo aunque sea un poquito), y ¿sabes qué es lo que más me preocupa?, que creo que con cada día que pasa te alejas más de la sabiduría que, se supone, deberías haber acumulado a estas alturas de la vida. A pesar de ello te veo un buen futuro, en verdad; no pongas esa cara, no estoy siendo incoherente, es sólo que necesito creer en ti, porque al final del día y del camino seremos tú y yo y nadie más, y porque lo que te duele me duele en mucho mayor medida.
¿Te acuerdas de la canción que te compuso Benny hace tiempo? Bueno, si, esa que siempre he sentido como si la hubiera escrito pensando en ti. Esa misma. Ayer la escuché de nuevo y ¿qué crees? Efectivamente, nunca como ayer te acomodó tanto. Ok, ok, a los dos. Ya no refunfuñes y escucha...

lunes, 21 de septiembre de 2009

A medio vivir

Tiempo y distancia y mar y lluvia y noches estrelladas y silencio... elementos suficientes para que la calma vuelva, para que la perspectiva sea la correcta, la del pensamiento coherente y no la de la víscera vulgar.
A los treinta y tantos la vida está, teóricamente, a la mitad; se han tomado decisiones que implican cientos de renuncias a cambio de decenas de compensaciones. Hasta aquí hay cierto equilibrio. El problema surge cuando las primeras son mucho mayores cuantitativa y cualitativamente que las segundas, o por lo menos cuando se nos nubla la mente y así lo creemos.
A los treinta y tantos generalmente se es madre, se llevan varios años de matrimonio, se empieza a escapar la lozanía, la gravedad empieza a dejar su huella en más de dos partes del cuerpo y te empieza a caer encima la certeza de que hay cosas que ya nunca más sentirás o harás o te harán o dirás o te dirán o sentirás o te harán o harás sentir. Ver hacia adelante es imprescindible, hacer las renuncias necesarias para la paz mental, pero que al mismo tiempo te van matando sueños e ilusiones, es de lo más complicado que existe.
A los treinta y tantos y a medio vivir (que no es lo mismo que vivir a medias o medio vivir) te enfrentas a la certeza de que mucho de lo que no hiciste no será hecho jamás y a que cada vez te queda menos tiempo para alcanzar los anhelos y volverlos realidad.
Hace algunos días tomé conciencia de que nunca más habrá una mariposilla en mi estómago y que nunca más existirá una primera vez en mi cuerpo o en mis manos, que los sabores conocidos serán los únicos hasta el último aliento, que las renuncias están hechas y no hay posibilidad de que sea de otra manera. No me hizo gracia. En realidad lloré y me desesperé. Después me fui a la playa y tuve oportunidad de pensar.
Hoy veo las cosas con mayor optimismo, no sé cuanto durará; conociéndome, puede que muy poco, pero mientras tanto, trato, intento.

lunes, 14 de septiembre de 2009

De tiempo, miedos y mal de amores

El tiempo no para, no muestra misericordia, no es sensible a los estragos que causa ni se envanece de las cosas positivas que provoca. El tiempo nos engaña, corre más rápido de lo que parece, nos traiciona, hace que los miedos se nos cumplan aunque parezca que aún no es el momento adecuado para ello. Cuando eres madre te invaden muchos miedos. El tiempo me hizo realidad, el viernes pasado, uno de los más complejos: Ana tuvo su primer desencanto amoroso, lloró por amor en mis brazos. No puedo decir la cantidad de sentimientos que se me agolparon en las entrañas, de todos tipos y tamaños. ¡Cuánto tiempo temí ese momento! ¡Cuántas veces rogué al tiempo que no se adelantara, que la dejara crecer un poco más antes de enfrentarla a lo inevitable! ¡Qué poco tiempo pasó entre mi primer dolor y el suyo! Veinte años apenas. Pareciera poco y, sin embargo, no lo es, y no sólo no es poco: es nada, porque la actualidad de mis sentimientos hace que el tiempo regrese y entonces soy una madre que intenta curar a su hija de lo mismo que ella padece de algún modo y en algún lugar escondido del corazón. Veinte años no son nada, son minutos, segundos en los que voy de su rostro al mío y los miro mojados; son la misma recámara, antes azul, hoy verde; es el mismo dolor aunque el mío era solitario y hoy le hace compañía al de ella para que no se sienta igual que su madre veinte años (o algunos minutos) atrás.
Ana apenas comienza el camino del amor y sus dolores. Me aterra que sea como yo, pero ¿cómo hago para que no?, ¿cómo le enseño lo que nunca supe, lo que, aún hoy siendo adulta, no soy capaz de interiorizar?, ¿cómo le muestro el camino de la fortaleza y la dignidad cuando nunca he sido capaz de ellas?
Le pido tiempo al tiempo, le ruego muerte al miedo, fuerza al dolor para vencerlo, compañía a la madurez, disciplina a las lealtades. Lo pido para Ana y para mí por igual.

¿Para qué soy buena?


¡Excelente nueva la de hoy! Finalmente he descubierto algo para lo que soy realmente buena, tal vez la mejor del país, o quién sabe si no hasta del mundo.

¡Caray! Durante años busqué sin éxito la respuesta a esa pregunta que me ha rondado el pensamiento sin descanso: ¿hay algo en lo que pueda ser la mejor?; durante años y años la tuve frente a mis ojos y no fui capaz de verla. ¿Tonta? ¿Ciega? ¿Las dos cosas? ¿Ninguna de las anteriores? Creo que todas juntas.

Hoy fui capaz de entender esa verdad, de olerla, de verla, de tragármela y sentir cómo se convertía de nuevo en un vacío a mitad del pecho que empieza pequeño como una nuez pero que de a poco va creciendo hasta llegar a ser un "todo" negro que tiene en mis ojos el efecto de un picar perpetuo de cebollas y que rodea mi corazón, lo aprieta como una garra inmisericorde y lo exprime hasta volverlo adolescente de nuevo con todas las penurias que en mí, eso conlleva.

Hoy descubrí que soy buena para tropezar una y mil veces con la misma piedra. Hoy descubrí que soy buena para llorar eternamente por la misma estupidez aunque la pinte de colores distintos cada día. Hoy descubrí que soy el eterno patiño en la tragicomedia de este lado de mi vida. Sí. Soy muy buena para mirar de lejos, para llorar en silencio, para pasar desapercibida con todo y mis sentimientos. Soy una extraordinaria constructora de castillos de aire y papel, una laureada arquitecta de pendejadas monumentales.

Finalmente he comprendido: soy buena, muy buena para algo... aunque sea para toda esta mierda.

martes, 8 de septiembre de 2009

La semilla que germinó

Erase una vez un hombre y una mujer que un día se unieron con el propósito de cultivar un jardín.

Sembraron su primera semilla y le dieron los cuidados que toda semilla recién sembrada debe recibir.

Sin embargo, y a pesar de los cuidados de esta pareja, la semilla que con tanta ilusión sembraron se vio afectada por la adversidad del clima y en más de una ocasión estuvo a punto de perecer en medio de torrentes de agua implacables y vientos arrebatados.

Algún tiempo después la semilla germinó, pero lo hizo antes del tiempo idóneo para que su pequeña planta tuviera las mejores condiciones para vivir en su nuevo ambiente así que fue necesario, que además de la pareja que la cuidaba, intervinieran en la conservación de la pequeña plantita, un equipo de jardineros experimentados en la materia y quienes a lo largo de su vida, habían ayudado a muchas otras plantitas en condiciones similares a esta que es la estrella de esta historia.

Así, con el favor de Dios y un poco de ayuda de todos a su alrededor, la plantita logró ver las primeras luces del día y recibió las primeras caricias del sol.

A pesar de que todo parecía estar bien, sus jardineros tuvieron una nueva preocupación pues el invierno estaba cada vez más cerca, amenazando de nueva cuenta la existencia de la pequeña. Sin duda necesitaría de muchos cuidados para poder sobrevivir a la amenaza que se avecinaba.

La pareja se convirtió en invernadero y le dieron a su plantita todo el calor y el cuidado que necesitó hasta el día que pudieron soltarla al aire libre para verla crecer bajo los rayos del sol y el baño del rocío.

Hoy, esa plantita se ha convertido en un arbolito que tiene diez años de haber germinado de la semilla que con tanto amor, la pareja sembró. Le falta todavía mucho por crecer antes de convertirse en árbol que de frutos, pero la pareja que un día lo sembró, está segura de que con el paso del tiempo, se convertirá en refugio de pajarillos y ardillas y que bajo su sombra crecerán las semillas que de sus frutos salgan con el propósito de ver todos los días un nuevo amanecer.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Una vez más, por los enfermos

Ayer nos despertó el repicar del teléfono con una mala noticia: un amigo nuestro necesitaba donadores de sangre. Mi marido no hizo preguntas, simplemente se vistió y se fue al hospital.

Al principio pensé que mi amigo había tenido algún accidente o que tal vez ya lo habían programado para alguna cirugía en donde le faltaron donadores de sangre pero no fue así, fue víctima de un derrame cerebral.

Cuando escuché el diagnóstico y lo desalentador de sus expectativas de vida, me sentí devastada.

Un hombre joven (40) al borde de la muerte, una esposa haciendo equilibrio entre la línea que la separa de la viudez y, claro está, sus hijos que pueden quedarse en la horfandad paterna.

Miré al cielo y me puse en el lugar de mi amiga... "Moriré de dolor si él me falta" me dije y llamé a mis hijos para ponernos a rezar.

La muerte es un acto natural e inevitable. Todos habremos de morir y en la mayoría de los casos, no sabremos si lo haremos de un momento a otro o si lo haremos en medio de la vejez, pero por alguna extraña razón nunca estamos preparados para su llegada. Pensar en nuestra muerte nos lleva a una lista interminable de razones por las que no sería conveniente morir: ¿quién cuidará de nuestros hijos mejor que nosotros?, ¿cómo se sostendrá mi familia si yo falto?, ¿qué será de mis viejos si me ven morir?, ¿qué será de todo aquello que soñé llevar a cabo y que por angas o mangas, no hice?

La verdad de las cosas es que no somos impresindibles y que tras nuestra desaparición, el mundo seguirá su curso, tal como ha seguido hasta el día de hoy así que no vale la pena que me agobie por todo eso que ya estará fuera del alcance de mis manos.

Sin duda estoy agobiada porque sé que este es un momento muy difícil para mis amigos, pero también sé que la voluntad de Dios siempre es buena y que en medio del dolor, hay cientos de bondades como el consuelo y el amor.

Hoy fui testigo del amor de tantos y tantos amigos que fueron a dejar una palabra de consuelo, su apoyo y por supuesto su oración y me sentí tranquila porque sé que si yo llegara a estar en ese lugar, sin duda no estaría sola, como mi amiga no está sola.

No sé qué va a pasar, pero tengo fe en que pasará lo que sea mejor para todos y por eso le doy gracias a Dios.

Lo único sensato que nos queda por hacer, es orar para que esa voluntad de Dios se haga realidad entre nosotros.

Por favor, eleven una oración por todos aquellos que están en medio del dolor de la enfermedad.

¡Gracias!

viernes, 4 de septiembre de 2009

Entre Yomara, María Asunción, Siliva y yo

Hace poco leía en Facebook el estatus de Yomara, una mujer de mi edad, ama de casa, recién separada por decisión propia (y sin que nadie más que ella comprenda el motivo ya que su familia era ejemplo de felicidad y bienestar), en donde expresaba el estrés "insoportable" que le generaba el preparar una fiesta de cumpleaños para uno de sus hijos. Mi primera reacción fue de desprecio, ¿cómo puede nadie morirse de estrés por preparar un festejo infantil? ¡Vamos! Ya quisiera yo que algo tan simple como eso fuera el origen de las presiones que me agobian. Después reflexioné y me imaginé que María Asunción Aramburuzabala pensaría lo mismo si tuviera acceso a mi problemática diaria. Sonreí sintiéndome tan estúpida como consideré a Yomara momentos antes.
Y es que es tan fácil sentir que te ahogas en medio de las cosas que no van bien, de las malas noticias, de la falta de lana, del exceso de trabajo, de la falta de inspiración, de la ausencia lascerante de sexo, de las broncas diarias con la hija puberta, del corazón roto y vuelto a romper, de la muerte de algunas ilusiones, de la "culpa" del "sufrimiento" del tío Rubén, de la dolorosa sensación de aislamiento y falta de confianza que percibe la madre, de la responsabilidad de la armonía de la familia de origen y anexos (léase tíos, primos, sobrinos, etc.), de la frustración diaria ante la falta de resultados a pesar de que el trabajo es intenso y desgastante, del peso absoluto de la sustentabilidad de tantas familias sobre los hombros, de la resignación que a veces no llega o no quiere quedarse, de la incertidumbre sobre la renta de la casa, de la cancelación de planes y anhelos, de las procupaciones diarias sobre las broncas operativas de la empresa, de la lucha incesante y casi siempre perdida contra el tabaco.
Sin embargo, aún en medio de esta letanía que puede parecer abrumadora, reconozco que hay personas que darían la vida porque mi cruz fuera la suya en lugar de un hijo enfermo o secuestrado o muerto (pienso en Silvia Escalera y entiendo que no tengo derecho a quejarme), en lugar de la ausencia absoluta de alimento o medicinas para una madre o un padre, en vez de soportar extorción e incertidumbre cada día de la vida.
Sí, en el fondo sería la Yomara de mucha gente, así que retiro lo dicho y le concedo el pleno derecho de sentir la muerte por estrés a causa de una fiesta infantil, y sigo trabajando en aceptar mi día a día con todos sus contenidos auque a veces sienta que no soportaré uno más.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Puede que... II

Una acepción diferente del "Puede que..." que me persigue en cada respiro:



Por un beso robado a pesar de tu boca
colgaría mi vida de un hilo
por mi muerte no quiero otra cosa...

martes, 1 de septiembre de 2009

Puede que

Puede que llegue o que no, que al final decida, en el umbral, que no es esta casa la que desea visitar para quedarse un tiempo y apiadarse de su habitante solitaria.
Puede que una vez dentro cambie de opinión al ver la austeridad del contenido y su dignidad decida que no, que no soportaría estar rodeada de semejante pobreza.
Pero también puede que se pueda, que encuentre detalles, destellos, alguna mota de color fantástico, algo que le haga pensar que si se ordena y limpia un poco, ese espacio puede generar belleza; tal vez no ahora, tal vez ni siquiera mañana, pero sí algún día en el futuro.

lunes, 31 de agosto de 2009

Adiós agosto

Agosto ha llegado a su fin por trigésimo séptima vez y no me queda más que agradecerle todas las cosas hermosas que me dio, como el celebrar mi cumpleaños con mis seres amados y disfrutar de un verano distinto al lado de mis hijos.

Adiós a las vacaciones, adiós a levantarse una hora más tarde, adiós a las escapadas con mi marido para celebrar nuestro décimo aniversario de ultra feliz matrimonio.

Fue un buen agosto; extraordinario diría yo. Un agosto lleno de sueños, anhelos, alegrías, recuerdos y buenos momentos.

Gracias agosto, te veré el año que entra, si Dios me deja.

Cicatrices



Son prueba contundente de nuestras heridas, recordatorio perenne de los sufrimientos acumulados a lo largo de la vida; y a pesar de que cada una tiene su historia única y su profundidad propia, las primeras son las que tardan más en sanar. A veces te llega el fin de la existencia y aún salen de ellas los suspiros y las lágrimas, los desamores o los desprecios, las traiciones, los olvidos.


Mis primeras cicatrices han sido mis compañeras de vida aunque no quiera. Canciones, lugares, aromas, sonidos, las abren de nuevo. Una y otra vez. Hoy sí y mañana también. De ellas, cuando nuevas, brotó sangre también nueva, recién marcada por las ausencias, por las inexistencias, por la compañía única de las letras y los números, por las miradas silenciosas y los besos enviados a escondidas, por la incapacidad de pertenecer a lo que me rodeaba, por la soledad.

Las cicatrices son eso y quien las muestra es porque ha sufrido profundas heridas, como bien decía Shakespeare en Romeo y Julieta.

viernes, 28 de agosto de 2009

Ranitas


- Quédate un rato, mami - me pidió Ger cuando fui a su cama a cobijarlo y bendecirlo antes de dormir. No pude resistirme a la súplica de sus ojitos a pesar de que había tenido un día pesado, y lo único que deseaba era darme un baño y abandonarme al sueño durante horas. Me recosté junto a él y me abrazó, justo entonces agradecí a la culpa que ataca a las madres ausentes de casa el día entero, no haberme permitido cumplir el capricho de mi cuerpo agotado, el haberme obligado a quedarme para recibir el regalo de sus brazos, aun pequeños pero no por mucho tiempo, al rededor de mi cuello y escuchar su vocecilla dulce preguntarme:
- ¿Qué es lo que más te gustaba hacer cuando eras niña? Claro, además de leer.
¿Por qué siempre preguntas cosas tan complicadas de responder? Le pregunté en silencio.
No fue la primera vez que mi hijo me sometió a ese tipo de interrogatorio complejísimo en el que las respuestas no están a la mano de la memoria, sino escondidas en algún recoveco lejano de mis archivos más empolvados en el mejor de los casos, en el peor, simplemente no existen.
- Comer capulines.
- Pero... algo diferente de comer. No se vale que me digas que leer o comer o jugar, eso es algo que a todos los niños nos gusta -dijo condecendiente con esa madre suya que no entendió el sentido primario de su pregunta.
Busqué nuevamente en mi memoria y de a poco comencé a despertar hacia algunas respuestas dormidas por años. Recordé ver la lluvia desde la cocina de mi abuela, detrás de esa puertita verde a media altura sobre cuyo borde recargaba mis brazos cruzados y mi barbilla para contemplar las "ranitas", que no eran otra cosa que el caer y rebotar de las gotas sobre los charcos multiplicadas por cientos. Me gustaba contarlas aunque debo admitir que nunca llegué a más de cuarenta. Imaginaba que eran ranitas que saltaban y croaban en medio de una fiesta animadísima. Recordé también los pasteles de lodo, el olor a eucalipto en el patio de mi abuela, un calentador viejo e inservible que mis primas y yo jurábamos era una especie de receptor de mensajes extraterrestres, ver los aviones chiquitos en el cielo perderse entre las nubes y aparecer de nuevo segundos después mientras trataba de imaginarme qué se sentiría viajar en uno de ellos, ¿se haría "la panza chiquita"?, ¿se sentiría feo?, ¿bonito?
Uno a uno los recuerdos se desgranaron en mi mente y de ahí viajaron a mi boca para, finalmente, contarle a mi hijo lo que me gustaba hacer de niña. Él escuchó atento cada palabra y después de un largo rato, interrumpido por el "¡Ya son veinte para las diez y ese niño sigue despierto!" de mi esposo siempre atento a los horarios, me despedí de Ger sin sentir más el cansancio del día y con una sonrisa enorme en mi boca y en mi corazón.
Gracias, hijo, por haberme hecho voltear hacia mí misma una vez más.

lunes, 17 de agosto de 2009

El día de Dios en nosotros

Tus ojitos miran absortos hacia arriba, a Jesús en su cruz de madera, de pecados, de perdón; escuchas con atención, al mismo tiempo, lo que el sacerdote te cuenta desde el altar; vibras con las notas de las guitarras y las voces de soprano y tenor que llegan desde arriba.

Finalmente llegó el día y recibes a Dios en tu corazón de niño, bueno y sensible.

La felicidad se me desborda desde dentro mientras te miro, a un metro de mí, llenarte de luz y de plenitud... todo tú eres luz, mi niño, todo tú, y me contagias las ganas y la fe perdidas hace tanto, tanto que ni siquiera recuerdo; parece como si el tiempo no hubiera pasado y de pronto me veo niña, en ese mismo lugar, treinta años atrás, recibiendo la comunión por primera vez en medio de la sorpresa y el estupor, sin saber qué hacer o qué pensar, pero a fin de cuentas llena de Dios.

Hoy, Ger, nos llenaste a todos, nos contagiaste, nos regalaste tu sonrisa, de por sí maravillosa, pero hoy, luminosa al extremo, franca, sencilla... feliz, porque Dios estuvo en ti y en nostros a través tuyo.

¡Felicidades, mi niño! Te amo.

Aio maio

La parte baja de la noria

Hace rato que mi noria no se mueve, por lo menos no hacia arriba. Sé que la vida es un constante arriba-abajo que nos lleva a diferentes experiencias a fin generarnos un aprendizaje necesario para adquirir sabiduría.
Creo que he aprendido, ¿cuándo me tocará volver a las alturas?

martes, 11 de agosto de 2009

Placeres culpables

Anoche pensé que tal vez si los escribo me sea más fácil empezar a desprenderme de ellos. El orden es aleatorio, hay algunos más estúpidos que otros, hay algunos menos, pero todos en algún punto de la existencia me han significado momentos placenteros que después me heredan un dejo de culpa; claro que de acuerdo al sapo, la pedrada.

- Comer medio bote de Nutella a cucharadas
- Leer las cartas de antiguos amores
- Una buena escena erótica, leída, "escrebida", visualizada en la pantalla o en mi mente, y que mi imaginación no le dé a mi marido el protagónico masculino
- Odiar a Liz
- Disfrutar cuando pierde el América
- Escuchar y adorar la voz de Jorge
- Saborear cuando las cosas no le salen bien a quien no me cae bien (sí, ya sé que esto es horrible)
- Comer hasta el hartazgo en Tulan
- Que me caiga gorda la gente como Gi
- Fumar hasta que me duela todo el sistema respiratorio
- Comprar, comprar y comprar

Es curioso, pero cuando leo la lista no me suena tan terrible. Parece que no soy tan mala después de todo.

lunes, 10 de agosto de 2009

Verde

El magnetismo que ejerce sobre mí un pasiaje pintado de verde es arrollador. Ayer volví al origen y encontré todo verde; me dolió no poder quedarme. ¿Por qué debo esperar tanto para hacer realidad mi sueño de despertar y ver árboles y flores a través de mi ventana? Supongo que son los tiempos de la vida, ahora mismo es momento de generar, el disfrute vendrá despues... creo.

viernes, 7 de agosto de 2009

Tiempos y espacios

Me gustan los espacios mágicos, interiores o exteriores, grandes o pequeños. He descubierto que no sólo me mueven el bosque y el mar con todos los pequeños detalles que los llenan, también esos rincones que muestran con franqueza lo que sus habitantes son, aman o sueñan.
Hace un par de días estuve en un sitio así. A nadie que entre a ese lugar le puede caber la más ínfima duda de que quien lo habita es una persona que no sólo ama la música en todas sus manifestaciones, si no que la vive y la respira; alguien que disfruta de los cielos abiertos y que aprecia la luna, las nubes, la lluvia, el viento, los árboles y la lluvia.
Me gustan los fragmentos de tiempo en los que éste parece desdibujarse, en los que nada perturba una plática agradable y variada con alguien a quien se le tiene un afecto verdadero. Hace un par de días disfruté de una tarde así.
Tiempos y espacios, a veces todo se conjuga para crear momentos perfectos.

jueves, 6 de agosto de 2009

La luna ese paréntesis


Mi vida con sus dificultades cotidianas, la crisis económica, mi relación matrimonial que madura y a veces pareciera apuntar hacia el hastío pero sin llegar a él en realidad, mis hijos que crecen y me enfrentan a mi propio declive natural, el peso (a veces insostenible) que mi familia de origen deposita sobre mí a cada paso que doy, mis miedos, mis llantos, mis carencias... y en medio de esa especie de tómbola en la que todo parece negro a veces, un paréntesis, una luna llena brillantísima enmarcada por nubes ligeras, un viento suave, el susurro de los árboles, el aroma de la tierra recién mojada, la compañía de un buen amigo que aprecia junto conmigo el espectáculo que la naturaleza ha decidido regalarnos; un paréntesis lleno de luna llena que me llena, que me desborda, que me rebasa; un paréntesis que me trae de regreso la capacidad de comprender que Dios me regala a cada instante, INSTANTES y que sólo es cuestión de estar atenta a ellos, porque no puedo dejar de pensar en todos aquellos que anoche no miraron al cielo y se perdieron de la belleza que estaba al alcance de sus ojos. ¡Quiero mirar al cielo cada noche!, ¡quiero encontrarme con cada luna llena que haya desde hoy y hasta el fin de mis días!, ¡quiero muchos más paréntesis lunares!

martes, 4 de agosto de 2009

Mi tío Pepe

Se dice que en todas las familias hay un tío Pepe. La mía no podía ser la excepción, pero mi tío Pepe no es como cualquiera, el mío es olvidadizo, pausado, sencillo; seguramente es una de las personas que más admiro en el mundo porque es simple y feliz. Nunca hizo gran fortuna, tal vez porque nunca lo necesitó. Es la viva imagen del dicho popular "No es más rico el que tiene más sino el que necesita menos". Hombre de familia, íntegro, hogareño, buen padre, buen esposo, buen tío, estupendo abuelo, un gran hombre en resumen.
Recién regreso de departir con él y su familia por su cumpleaños y, como siempre, salí de esa casa con el ánimo renovado y las ganas de enfrentar con entereza la crisis económica que se me viene encima porque acabo de ver el claro ejemplo de un hombre que vive en carne propia una aún más dura y sin embargo le regala al mundo toda la paz que lleva dentro, con una simple sonrisa.
Creo que, malamente, nunca he dicho esto, pero en verdad quiero mucho al tío Pepe que la vida me regaló.

lunes, 3 de agosto de 2009

Joel

Abuelo querido:

Hoy se ha cumplido un año más de tu partida y quiero decirte que aunque te extraño, sé que ahora estás en un lugar sin sombras, sin miedo, sin dolor y eso me hace feliz.

Sé que por tus errores te ganaste más enemistades que amistades, pero por mi parte sólo guardo buenos recuerdos de aquellos días en los que me consentiste como a nadie.

Por eso y por todas las cosas buenas que me diste... por las cosas malas que han sido ejemplo también (de lo que no se debe hacer), gracias abuelo.

Te quiero mucho Don Joel Perales González.

Lidia

No creas que ha pasado otro 3 de agosto sin que me acuerde de ti.

Sin que recuerde todas las tardes en las que me fui a refugiar a tu casa para hacer de tu soledad y la mia, una compañía.

No pasa un 3 de agosto y muchos otros días, amiga querida, sin que recuerde nuestras charlas, las cartas a tus queridas amigas y las anécdotas sobre tu chapis adorado.

Hoy que es día de tu santo te recuerdo Lidia, y te digo que aunque no te haya podido ver en los instantes previos a tu partida, nunca he dejado de quererte y de extrañarte.

Te me has adelantado un poco, pero sé que cuando "azote la res manita", te volveré a ver.

Te quiero mucho, güera querida.

3 de Agosto

Otro 3 de agosto llegó y yo no tengo más que decir que lo he pasado genial. Ya no son aquellos cumpleaños en casa de mi abuela con piñatas y un montón de niños que no conocía pero que eran los primos, hijos de aquellos tíos que nunca en la vida veía más que el 3 de agosto de cada año.

Ya están algo lejanos aquellos 15 donde con ilusión fui a mi misa a dar gracias a Dios por dejarme vivir tantos años, jajajajaja, sin duda cumplir 15 eran ya muchos años.

Después vinieron otros cumpleaños en donde no hubo más que la felicitación de mamá y papá y una que otra llamada telefónica y eso era todo.

Los años que siguieron fueron al lado del novio, tomando nieve o comiendo en casa de alguien. Eran festejos sencillos pero no dudo que estuvieran llenos de cariño.

Luego vinieron los festejos con la banda en donde además de mi cumpleaños, celebrábamos el de Jorge... desde entonces y hasta la fecha, aunque sea con algo sencillo, mi amigo Jorge y yo celebramos que un día de agosto, vimos por primera vez la luz del mundo.

Hoy mis cumpleaños son geniales por una razón: tengo una familia. No digo que mis otros cumpleaños no hayan sido geniales, simplemente digo que estos tienen el toque especial que le da el escuchar de esas boquitas que un día alimentaste decir: ¡Feliz Cumpleaños Mamá!

¿Qué más puedo pedirle a la vida que disfrutar de momentos como este en compañía de la familia y de los amigos?

Este 3 de agosto está por terminar pero por alguna razón en mi corazón sé que me quedan algunos más, ojalá que esté en lo cierto y que pueda disfrutarlos en compañía de todos los que se han cruzado por mi camino, de aquellos que me han llenado de alegrías y quienes me han hecho olvidar las decepciones.

¿Un perrito?

Los perros nunca han formado parte de mi panorama familiar. Cuando era niña mi papá trajo a casa una pareja de bóxers que terminó regalando después de pagar las gallinas de medio pueblo que los "perritos" tuvieron a bien comerse. Por ahí de los dieciocho compré un cachorro de maltés junto con mi novio de entonces, segura de que sería muy sencillo enseñarle a hacer monería y media, ya no digamos a mear y cagar en un lugar distinto al sillón de la sala de la casa; no sucedió ni lo primero ni lo segundo, así que ese pobre animalito también terminó regalado. Hace cosa de cinco años lo intenté por última vez; compramos un cachorrito de labrador a-d-o-r-a-b-l-e, ilusos de nosotros (por no decir tontos) porque el perro creció a mucha mayor velocidad que los niños y para cuando el primero tenía seis meses, los segundos seguían teniendo cuatro y seis años, así que cada que salían al jardín y el Bono (que así se llamaba) se les paraba de manos y los tiraba de espaldas, todo terminaba en un desastre donde reinaban el miedo y el llanto en lugar de las risas y los juegos. ¿Hace falta decir el fin del Bono? En casa de unos amigos que a su vez lo regalaron porque tampoco pudieron con él.
El caso es que cada que lo he intentado el resultado ha sido el fracaso con su buena dosis de culpa.
Hablo sobre esto porque en las últimas semanas mis hijos desean un perro "más que a nada en el mundo" y estos días en que los he visto convivir con Lucas, el maltés de mi hermana, me ha conmovido el compañerismo que han desarrollado y cómo el perrito ha sido una compañía real, efectiva y afectiva para ellos. Entiendo que a la edad que tienen ya son capaces de asumir la responsabilidad del cuidado de una mascota pero no deja de preocuparme el poco tiempo que paso en casa, mi probada incapacidad para enseñarle nada a un perro y el que la experiencia resulte frustrante en lugar de enriquecedora. Creo que en realidad le tengo miedo a un nuevo fracaso porque esta vez regalar al posible perrito de nuestra familia implicaría un dolor de cuatro.
Lo más probable es que al final mi esposo y yo terminemos cediendo y que en pocas semanas venga a contar que mis zapatos favoritos fueron destrozados por el nuevo miembro cuadrípedo de la familia.
A saber...

viernes, 31 de julio de 2009

Nunca es tarde

Empecemos con un dicho popular: "Nunca es tarde".
Vaya, parece que no empiezo con el pie derecho en mi intento de rescatar de la muerte mi músculo de la capacidad creativa, escribiendo por lo menos una cosa al día. Un dicho popular jamás sería un buen comienzo salvo que estés tan desesperado por contar lo que hay dentro que decidas exponer, en su más resumida expresión, tus intentos por sacar a tu matrimonio del maldito limbo en el que lleva metido los últimos seis meses.
Nunca es tarde para volver a intentar, para retomar las promesas y los compromisos.
Nunca es tarde para mirarle de nuevo a los ojos, con luna llena o sin ella (al fin que a él le importa un carajo la luna), ni para redescubrir todas sus cualidades.
Nunca es tarde para la seducción (me cae que trato de hacer que no lo sea antes de que la gravedad termine con lo que lamentablemente ha iniciado hace un par de años sobre mi cuerpo y sus "encantos").
Nunca es tarde para volver al origen (tal vez acomode una vieja caja de cartón a la mitad de la sala y compre un par de hamburguesas de McDonalds para comerlas sobre ella, como cuando llegamos por primera vez a nuestro nuevo hogar tras la luna de miel y no teníamos nada más que un refri, un micro pequeñito y un colchón sin base ni colcha).
Nunca es tarde para descubrir, después de una larga plática de días de duración con una gran amiga, que a pesar de todo lo que parezca estar funcionando mal, a pesar de las telarañas, las idas y las vueltas mías y de otros, a pesar de los sueños húmedos con luisjavieres enfundados en camisas rojas estilo Raoul Bova, de las decisiones mal tomadas y los acuerdos rotos, a pesar de todo eso y de lo que no me atrevo a teclear ahora mismo, a pesar de los pesares... sigo siendo una mujer enamorada y comprometida con el hombre que escogió para compañero de vida.
Simple, ¿verdad?

jueves, 30 de julio de 2009

Sueño húmedo

Me miras de frente, desde tu camisa roja, con tus ojos de niño que esconden los del hombre desalmado que el tiempo me enseñaría, eres en realidad; me hablas, sonríes, miro las arruguitas que se forman al rededor de tus ojos (esas que tanto me gustaron siempre). Mi corazón presiente su propia explosión si continúa latiendo a esa velocidad pero no sabe cómo revertir el efecto que causas en él. Finalmente sucede, me besas, y el vientre me explota junto con mis arterias y mis neuronas y mi entrepierna. Intensidad roja. Orgasmo inevitable.
Suena el despertador y todo se vuelve blanco. Hace decenas de meses que no soñaba contigo. ¿Por qué volviste?

viernes, 24 de julio de 2009

Sonrisas

Las sonrisas son desobedientes y voluntariosas. No les importa lo que tú quieras o debas, si les da la gana salir a tu boca lo hacen con descaro, sin que puedas hacer nada por evitarlo. Son primas hermanas de las lágrimas que también tienen lo suyo, pero las sonrisas son contagiosas y te rejuvenecen, te alegran la mirada y te quitan años de encima, mientras que sus primas no ofrecen tantas ventajas.
Las sonrisas muestran al mundo la alegría del alma, la euforia de un sentimiento que se te sale de la entraña y que no encuentra otro camino mas que hacerte enseñar la mazorca a cada paso que das.
Creo que es genial que la gente te mire mientras caminas sonriendo, brillando desde dentro.

miércoles, 17 de junio de 2009

Ceguera paterna

¿Por qué los padres tendemos a la ceguera cuando se trata de nuestros hijos? Siempre me he jactado de ser objetiva en cuanto a las virtudes y defectos de mis pequeños. No dudo un instante en reconocer que son hermosos porque en realidad lo son, sin embargo también puedo decir que Ana es un fiasco para cualquier actividad física, que tiende con peligrosidad al egoísmo y que hay que trabajar para mantener su vanidad a raya. Lo mismo pasa con Ger, entiendo que le cuesta concentrarse y que las ondas intelectuales no son lo suyo, pero es muy bueno para todo lo que se trate de usar el cuerpo en movimiento. El caso es que, como cualquier ser humano, tienen de todo.
Ayer me enteré de que los papás de su mejor amiga, han empezado a considerar a Ana una mala influencia para su hija porque "desde que se junta con ella es más amiguera, habla más por teléfono y ha empezado a pedir permisos que antes no" . Entiendo que están en su derecho y me pregunto si esos cambios no serán más producto de una evolución natural (porque, por si no se han dado cuenta, su bebé ya tiene doce años) que de las "malas influencias" que la "malvada de mi hija" pueda ejercer sobre ella; pero no puedo dejar de sentir rabia ante el malestar que esto le ha casuado a Ana, sobre todo porque estoy segura de que es injusto. ¿Por qué no simplemente aceptan que su hija está creciendo y que ha llegado el momento de empezar a soltar algunas amarras? ¿Por qué no dejan de buscar culpables afuera y se concentran en trabajar para ganarse la confianza que su niña NO les tiene?
Todo esto, además de enfurecerme, me ha puesto en alerta para no dejarme seducir por la ceguera aunque sea lo más cómodo.

A veces me pregunto

A veces me pregunto si la vida es complicada por sí misma o si somos nosotros los que nos la complicamos.
Anoche llovió en mi pueblo y como siempre que pasa, los chocados y los "quedados" no pudieron faltar haciendo el tráfico más y más pesado esta mañana. Me estresé cuando vi que eran las 7:43 y el tráfico estaba parado a un kilómetro de distancia del colegio de mis hijos que tienen que estar dentro de edificio a las 7:55 para el primer toque, o a más tardar a las 8:00 para el cierre de la puerta.
Pude haber tomado una salida antes pero corría el riesgo de que la lateral estuviera igual de congestionada y con el inconveniente del semáforo, así que me apegué a mi ruta de siempre y conforme fui avanzando me di cuenta que la lateral no solo no estaba congestionada, estaba VACIA. ¡Plop!
Después de darme de topes contra el parabrisas por no haberme animado a salir, llamé al colegio y les dije que estaba atrapada en el tráfico, que me dejaran entrar a mis hijos aun si ya habían dado el segundo toque de las 8:00.
Muy amablemente la recepcionista me tomó los nombres de mis hijos y me dijo que me quedara sin pendiente.
Después de la llamada, el tráfico (casi casi como por arte de magia) se empezó a mover y recorrí ese último kilómetro en un tiempo razonable. Atravesamos la puerta del colegio a las 8:00 en punto, di las bendiciones a mil por hora, dejé la bendita cooperación para la convivencia familiar del sábado y hablé con la maestra de mi hijo mayor sobre su ansiedad porque su papá está de viaje y en menos de 3 minutos pude volver a respirar de camino a la oficina.
Antes de salir de la escuela pasé a recepción para avisar que sí alcanzamos a entrar y que ya no era necesario que los esperaran en la puerta así que me fui al trabajo con una loza menos de peso de encima.
Esto no es el pan nuestro de cada día porque generalmente mi marido y yo hacemos un muy buen equipo y entre los dos podemos sacar la rutina adelante pero cuando uno falta, el trabajo parece duplicarse para el que se queda y encima de eso, el imponderable siempre hace su aparición. Como bien dicen por ahí: "Murphy no falla" (por aquello de la ley de Murphy que dice que si algo tiene posibilidades de salir mal, saldrá mal).
Habrá quien después de esto diga: "pobre mujer" y habrá quien diga: "ésta se ahoga en un vaso con agua", pero la verdad de las cosas es que con todas las anécdotas de cosas que me han pasado mientras mi marido está de viaje, podría escribir un libro de cuentos llorosos y jocosos para amas de casa.
Lo único que espero es que este año no se me inunde la casa mientras mis hijos estén en cama con alguna infección extraña y afuera esté cayendo un aguacero que me haga sacar un "kayac" para ir a la farmacia a conseguir medicina.
Si algo parecido a esto no pasa, entonces estaré del otro lado. Jajajajajajaja.

domingo, 7 de junio de 2009

Celebra el amor

Celebra que ya pasaste los primeros 9 y él todavía te mueve. ¿Te había pasado antes?

Celebra que aunque el pasado fue doloroso porque pensaste que sería para toda la vida, tuviste la oportunidad de unirte al verdadero amor de tu vida.

Celebra que cuando tienes una cita con él, todavía sientes mariposas por todo el cuerpo en las horas previas.

Celebra que lo extrañas cuando está lejos y que sólo piensas en el instante en que volverá a tus brazos y te dirá: te amo.

Celebra que en tus vástagos ves el reflejo de sus ojos, sus actitudes, sus sueños y lo feliz y segura que te sientes de haber hecho la mejor elección.

Celebra que en las buenas y en las malas estás a su lado siempre sintiéndote la mujer más afortunada.

Celebra que tienes un hogar, un refugio, un lugar de alegrías y que no importa si allá afuera no hay cariño o aceptación, aquí lo tienes todo.

Celebra el amor, ¡celebra al amor de tu vida!

miércoles, 3 de junio de 2009

La vida empieza a los...

Cuando era niña me gustaba soñar con aquellas cosas que vendrían en el futuro y me acuerdo muy bien que solía pensar que en el 2000 (si es que antes no se acababa el mundo), tendría 28 años y me preguntaba si para entonces estaría casada o si tendría hijos. Todo ese tren de pensamiento me enviaba irremediablamente a pensar en "ese hombre" que no tenía rostro ni forma física definida pero que sabía que estaba en alguna parte esperando cruzarse en mi camino para pedirme que fuera el amor de su vida.
"Ese hombre" tuvo rostro una mañana de agosto de 1998 y una tarde de agosto de 1999 se convirtió en mi esposo.
Hoy celebramos otro cumpleaños y no uno cualquiera... hoy llega a los 40 y claro que no puedo decir que lo veo como ayer pero sí puedo decir que lo veo mucho mejor porque ha sabido aprovechar el tiempo para ser cada día una mejor persona.
Lo he dicho antes y lo diré siempre: "Lo mejor que pude haber hecho con mi vida es haberme casado con él" y por eso, el 3 de junio siempre traerá consigo un motivo muy grande de celebración.
Un día como hoy nació el hombre que me cambió la perspectiva, el que me dio amor y protección, el que me hizo madre de dos maravillosos niños, el que se ha convertido en compañero de mi vida y por eso digo: ¡SALUD! ¡Feliz cumpleaños papito!
Gracias Dios por tantas bendiciones que has tenido a bien darme a través de su presencia en mi vida.

martes, 2 de junio de 2009

Un adiós anaranjado

Tarde de junio. Cielo anaranjado. Tú al final del sendero, yo al inicio, mirándote por última vez antes de mi partida. Nunca más tus besos, nunca más los míos, nunca más los nuestros.
Las palabras y las intenciones se me revuelven en la garganta. Quiero hablarte, despedirme, decirte.
¿Qué?
No lo sé, sólo quiero un instante de tus ojos en los míos, la vibración de una única palabra tuya en mis oídos.
Miento.
Quiero un beso nuevo, largo, intenso, en el que se borren el dolor y el abandono; quiero tus manos en mis rincones, tu piel salada en mi boca.
Imposible.
Perteneces a otra por voluntad, a esa que estaba antes de mí. No hay nada para mí en tu corazón.
¡Voltea por favor!
Suplico en silencio al pasar a tu lado despacio en el auto, mientras en el estéreo suena "Against all odds" de Phil Collins. ¿Recuerdas los cientos de veces que la escuchamos juntos?
Silencio.
Afuera el silencio comparte con nosotros una mirada pequeña y dolorida.
Adiós.
Un adiós anaranjado, mirándote de frente, sin palabras, sin lágrimas.

viernes, 29 de mayo de 2009

La última y nos vamos

Como seguramente mucha gente en el mundo, yo conocí a mi hoy marido en el trabajo.
Recuerdo que fue hace casi 11 años cuando entré a la compañía a sustituir a una chica (mi mejor amiga) porque se iba a vivir a Italia por un tiempo.
Mi amiga no sólo me heredó el trabajo con sus responsabilidades y beneficios, también me heredó a su grupo de amigos entre los cuales estaba quien se convertiría en el hombre de mi vida.
Escribir sobre esa historia es largo así que me limitaré a decir que hoy se cierra un ciclo en nuestra vida sentimental porque ha llegado el momento de despedirnos del lugar que vio nacer nuestro amor.
Yo me fui de la empresa cuando nació nuestro segundo hijo hace poco más de 6 años, pero no me fui del todo porque estando él ahí, de alguna manera yo seguía presente. Asistía a todos los eventos de la compañía (pic nics, "open house", posadas, "halloween" y lo que se presentara) y de cuando en cuando lo acompañaba a comer después de recoger a los niños de la escuela.
Con el pasar de los años, mucha gente se fue y otra nueva llegó pero a pesar de los cambios, siempre encontré una cara amable y en algunos casos hasta una sonrisa, un apretón de manos o incluso un abrazo.
No puedo decir que nunca más recorreré esos rincones amados donde mi marido fumaba y yo lo acompañaba, pero sé que las probabilidades de estar ahí ya son muy escasas.
Por mucho que se amen las rutinas que nos dan seguridad, no podemos quedarnos anclados a nada ni a nadie. El amor por la camiseta existe y siempre existirá, además del agradecimiento porque todo lo que hemos hecho ha sido gracias al trabajo que ahí tuvimos.
Fuimos tocados por mucha gente a lo largo de todos estos años y eso es algo que por lo menos nosotros, no somos capaces de olvidar ni mucho menos de dejar de agradecer.
Hoy nos echamos la última antes de irnos a buscar nuevos horizontes y a vivir nuevos momentos en otra parte con otros retos, otras personas y otras ilusiones.
Hoy cerramos un ciclo que fue muy hermoso y al que recordaremos siempre con mucho cariño.
¡Gracias Bill H., gracias Dave P.!